La experiencia es demasiado contundente para negarla. Sin moneda estable no hay desarrollo económico sustentable. Una moneda sólida es condición necesaria, aunque no suficiente para alcanzar el desarrollo económico. Una moneda estable es la que cumple las funciones esenciales del dinero: unidad de cuenta; medio de pago; reserva de valor.
Está claro que la sociedad argentina no ha logrado tener, salvo breves períodos, una moneda estable. La inflación la ha destruido sistemáticamente. Citando a Keynes, quien a su vez cita a Lenin, “No existe medio más sutil ni más seguro para destruir las bases de una sociedad que corrompiendo su moneda”. La experiencia argentina lo confirma: desempleo, subempleo, desigualdad, pobreza, éxodo. La inflación destruye la moneda.
La inflación es el aumento permanente y sistemático del nivel general de precios. ¿Por qué se produce la inflación? ¿Quién gana con la inflación? ¿Cómo combatirla eficazmente? No cabe duda de que la emisión monetaria es la causante fundamental del aumento de precios. Más allá de la teoría, la experiencia histórica argentina y del resto del mundo así lo demuestran. Nadie de buena fe puede discutirlo. Pero no es la única causa. La llamada rigidez de los precios es otro determinante fundamental.
Solamente en un mercado altamente competitivo los precios son flexibles, es decir se adaptan en forma inmediata o muy rápidamente, a los cambios en la oferta y la demanda y por lo tanto están siempre en equilibrio. Claramente no es el caso argentino, donde las rigideces están a la orden del día. Son los determinantes microeconómicos de la evolución macroeconómica, la disfuncionalidad micro que impacta en la macro. Desconocerlo lleva a errores fundamentales en la aplicación de las políticas macro.
Y la principal rigidez en nuestro país es precisamente la ausencia de mercados de bienes y servicios realmente competitivos. La economía cerrada y las regulaciones crean rigideces especialmente por el lado de la oferta. En los países más desarrollados donde las economías son competitivas hay un margen para que la política fiscal y monetaria cumplan con el rol de equilibrar la macroeconomía ante shocks exógenos. La experiencia de la FED tras la crisis de 2008-2009 es una clara muestra. La discusión es del timing y la dimensión del estímulo, pero tener una economía c abierta a la competencia le da sustento a la política macroeconómica. También se puede verificar en los casos de países que lograron dominar la inflación en Latinoamérica, siendo Chile el caso más representativo quizás.
Quiere decir entonces que combatir eficazmente la inflación implica sin duda una política monetaria sólida como condición necesaria, pero si va acompañada de una política orientada a lograr mercados de bienes y servicios competitivos para sea también suficiente. La gran pregunta es cómo lograr eliminar las rigideces que nos impiden avanzar. En este contexto se desarrolla el debate monetario donde compiten diferentes propuestas. ¿Puede la dolarización hacerlo de facto? ¿Cómo puede hacerlo? ¿Cómo diseñar un programa solvente en esa dirección? ¿Es un sistema bimonetario como el de los 1990s una alternativa más plausible? ¿Se puede conteiner la inflación sin una reforma monetarias de fondo? ¿Alcanzaría con ello? Es un debate abierto y necesario, así como nuestro país logró un acuerdo definitivo para sostener la democracia y brega por la vigencia del sistema republicano de división de poderes, debe alcanzar ahora un consenso sobre la reforma monetaria como asignatura pendiente. Bienvenido entonces el debate.
Muy buen enfoque de Javier. Pareciera fundamental entonces que exista un lubricado mercado competitivo de bienes no distorsionado por pràcticas que lo envilezcan. El tema de la carencia de moneda es fuente de la injusticia diaria al que se somete al trabajador – profesional u operario en sus distintas niveles de incumbencias – que carece de mètodos de defensa ante la pèrdida de poder adquisitivo. En tales circunstancias la huida de la moneda es inevitable. Como empecè: muy pero muy bueno el enfoque de Javier.