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El futuro del que no hablamos

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El negocio de la grietaArgentina se encuentra discutiendo problemas de otra época, que ya no existen y que podríamos ubicar como anteriores a la segunda revolución industrial, o sea, previos a la aparición de las computadoras y de Internet. Los debates del país parecieran ser propios de mitad del siglo XX. Por eso, mientras discutimos soluciones viejas para problemas viejos, al mundo, que va por otro lado, parece no preocuparle lo que sucede en Argentina. Con la tercera y cuarta revolución industrial, el mundo que conocimos cambió para siempre. Los que estamos a contramano, desubicados en tiempo y espacio y fuera de época somos nosotros, tal como pasó con la ley del teletrabajo, que aprobaron los diputados tanto del gobierno como la oposición.

El mundo actual está regido por consumidor global. Solamente Facebook, bajo sus distintas plataformas, tiene más de 3.000 millones de usuarios. Esto significa que un 40% de la población mundial se encuentra en el mismo lugar, y el dueño de ese espacio no es un país, ¡sino una empresa! La situación es de tal magnitud que, en promedio, pasamos 2 horas y 20 minutos en redes sociales a lo largo de nuestro día. Nuestra tercera actividad estando despiertos, luego de trabajar y estar en familia o con amigos, es estar en las redes sociales, todas regidas por empresas.

En términos industriales, la primacía del consumidor global está generando una enorme concentración. Las plataformas y los datos han facilitado la escalabilidad de los negocios de una manera vertiginosa. El gerente financiero de Apple (¿sabés su nombre?) maneja una caja con efectivo más grande que los bancos centrales de la mayoría de los países de la Tierra. Todo el mundo se movió hacia un escalón superior de tamaño mínimo eficiente. Por eso, los datos indican hace un par de décadas que las industrias se están concentrando. A pesar de que se vende el sueño emprendedor y de los unicornios, los datos agregados de países centrales muestran que cada vez se crean menos empresas en relación a las que desaparecen. El correlato de la mayor concentración es una desigualdad creciente, donde se redefine el mismo concepto de pobreza.

Este mundo que se avecina impone, entre muchos otros, desafíos a las pymes (competitividad y concentración), al trabajo (relaciones contractuales laborales), y la recaudación impositiva (cómo y dónde cobrarles impuestos a los gigantes globales). Un mundo más consolidado hace compleja la supervivencia de muchas empresas de negocios tradicionales ya que la competencia es regional y global, y los competidores son mucho más poderosos. Esto da también una desventaja adicional en la lucha por el talento, sobre todo en trabajos que se pueden realizar en un país para cadenas de valor que están en otros.

La desprotección al trabajo ha crecido. Las contrataciones desde un país a trabajadores que viven en otro se saltan las leyes laborales y dejan en jaque la recaudación para jubilaciones. Los despidos son simples. En la economía del compartir, lo que no se comparte son las ganancias, mientras que los “socios” que brindan trabajo quedan desamparados ante accidentes, sin aguinaldos ni vacaciones pagas.

Finalmente, en un mundo más de-materializado y digital, las empresas pueden moverse con facilidad de un lugar a otro, haciendo que la recaudación impositiva tenga desafíos crecientes. Las empresas más grandes tienen la posibilidad de mover sus casas centrales a países donde los beneficios fiscales sean más agresivos, dejando los países de mayor presión impositiva con problemas crecientes.

Si el lector nos siguió atentamente, podrá ver que el diseño económico argentino está jaqueado a muerte. Tenemos una de las cargas impositivas más alta del mundo sobre las empresas, unas de las leyes laborales más inclinadas hacia el trabajador de la lista de países emergentes, y un estado gigante que no puede financiarse. La tercera y cuarta revolución industrial le firmaron el certificado de defunción al diseño económico de nuestro país, aunque la mayor parte de nuestra dirigencia aún no se enteró, mientras busca culpables de sus males en lugares absolutamente disparatados, enojándose con el futuro.

El mundo discute la sostenibilidad medioambiental y si existe la necesidad de ralentizar el desarrollo hasta tanto dejemos de contaminar la Casa Común, mientras nos preguntamos sobre los desafíos éticos del uso de la tecnología CRISPR o del impacto del manejo de datos para la promoción de ciudades inteligentes. En el mundo de hoy (no en el del futuro, sino el actual), hay conversaciones y debates que no se dan en Argentina. Nosotros seguimos debatiendo el cepo cambiario y los cupos de importación, regidos por el modelo vetusto de la sustitución de importaciones desarrollado por el tucumano Prebisch hace 70 años.

Los desafíos del futuro son enormes y no hay nadie en el mundo que tenga todas las soluciones a los problemas actuales y a los que se avecinan. Los abordajes se irán construyendo, a fuerza de prueba y error, diálogo y conflicto, a lo largo de los próximos años. Mientras tanto, 50 años detrás de este mundo, vamos nosotros, preocupados por el dólar solidario y los cupos de exportación de carne, en un contexto donde el CEO de Beyond Meat afirma que en menos de un año la carne de laboratorio será más barata, sustentable y sana que la vacuna animal…

 

#Autores de “El negocio de la grieta: cuando los acuerdos parecen imposibles”

Sobre el autor

Roberto S. Vassolo y Santiago A. Sena

Roberto S. Vassolo: Economista (UCA), PhD in Strategic Management (Purdue University), Profesor Titular, IAE Business School, Universidad Austral.
Santiago A. Sena: Lic. en Filosofía (UCA) y PhD en Dirección de Empresas. Es profesor en el IEEM, Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo

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