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El modelo de Santo Tomás Moro para Enrique Shaw

Santo Tomas Moro
Escrito por Portal Empresa
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Compartimos con ustedes esta conferencia que Enrique Shaw ofreció el 2 de agosto de 1957 en el Club Universitario de Buenos Aires, en el tercer aniversario de St. Thomas Moro Société. En ella rescata y honra la figura de Santo Tomás Moro, que nos invita a no ser blandos, a vincular el saber con la virtud y a mantener el sentido del humor. Un mensaje luminoso y oportuno en tiempos de tanta oscuridad. Enrique nos dice que encontró en la figura de aquel santo fortaleza y consuelo. Su testimonio puede ayudarnos hoy a nosotros a encontrar también esa fuerza y aliento.

Estoy muy honrado con esta invitación y además estoy agradecido, santo Tomás y yo ya nos hemos cruzado en momentos importantes para mí y siento que tengo una obligación hacia él.  ¿Qué significa este santo para mí?  Mi primer contacto con él fue leer su libro Utopía. Me impactó y abrió perspectivas en mi pensamiento. En aquella época de mi vida no sabía sobre estos temas. Leí varios libros sobre su trayectoria de santo humanista, esas lecturas fueron las bases de esta conferencia. Su vida fue muy inspiradora, además, es una fuente de fortaleza y consuelo, vale la pena estudiarla. El Espíritu Santo, si lo ha hecho proclamar Santo por la Iglesia, es por algo.

Listado de sus principales características:

– Enfatizaba la importancia de fortalecerse… “de no ser blandos”.

-Fue un “humanista”, defendió los estudios. Él valoraba “el saber” pero para ayudar a la virtud.  La gran diferencia entre él y Erasmo es que este último era solamente un humanista.

-Rechazaba inclinarse ante lo incorrecto. Pero en otras cuestiones era alegre y bromista.

Confiaba completamente en la sinceridad de los demás. Rechazaba culpar o despreciar la conciencia ajena. Respetaba la libertad de expresar ideas.

-Valoraba la vida familiar.

-Defendía a los extranjeros.

Trabajaba bien y profesionalmente. Ni un juicio pendiente, todos sus trabajos al día, pero era accesible.

Ante aceptar la validez de las leyes del Parlamento no dudó sobre lo que tenía que hacer.

Frente al argumento de su hija Margaret que le rogaba que acepte la decisión que aprobó y reglamentó ese famoso divorcio, le respondió que él era un buen servidor del Rey pero que Dios estaba primero.

Era un hombre de oración y hacía meditación. Se mencionaba su mortificación de “usar el pelo corto.”

Austeridad. Hubo un incendio y pidió que no se despida gente.

Nunca criticó a los obispos.  ·

Servicial y práctico, no se complicaba.  ·

Ayudaba a Misa.

La Eucaristía significaba tanto para él que cualquier cuestionamiento a las enseñanzas de la Iglesia lo herían más profundamente que cualquier ataque a otros dogmas.

Dio ejemplo como hombre maduro que se sobrepone y severamente, a los sentimientos de su época.  ·

Admitía que temía el dolor. Pero cuando llegó el tiempo de un gran sufrimiento comprueba que Dios ayuda en esos momentos.  ·

Es muy ilustrativo que sus últimas palabras impresas fueran una oración de reconciliación.

Hacía controversia, pero no era un convenido.

Divertirse, pero recreaciones no necesarias las cortaba

Saber, pero para ayudar a la virtud.

Fue tan humano mucho más que ninguno de nosotros. Deberíamos dar gracias a Dios por:

-Ser católicos.

-Vivir en esta época en que la acción progresiva del Espíritu Santo sobre la Iglesia ha hecho que sea más pura.

-Vivir en un país “tradicionalmente católico.”

-Por la Unión con el Papa.

-Por la gente que procura ser santa.

-Un país católico es un país que produce estos santos.

Termino repitiendo su oración famosa:

Concédeme, Señor, una buena digestión

y también algo que digerir.

Concédeme la salud del cuerpo,

con el buen humor necesario para mantenerla.

Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar

lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante

el pecado, sino que encuentre el modo de poner

las cosas de nuevo en orden.

Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,

las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no

permitas que sufra excesivamente por ese ser tan

dominante que se llama: YO.

Dame, Señor, el sentido del humor.

Concédeme la gracia de comprender las bromas,

para que conozca en la vida un poco de alegría

y pueda comunicársela a los demás.

 Así sea.

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