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El “sesgo antiexportador” desalienta las exportaciones industriales argentinas

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La Argentina ha sido tradicionalmente un país exportador de materias primas, principalmente agropecuarias, con mayor o menor grado de elaboración. Pero a partir de la Segunda Guerra Mundial, su sector primario competitivo internacionalmente no fue suficiente para abastecer la necesidad de divisas del naciente sector industrial. Un mercado interno reducido con economías de escala insuficientes impide aun hoy a la industria generar sus propias divisas, teniendo que depender de las que produce el campo y otras actividades primarias, como la minería. El problema es que cuanto más quiere crecer la industria, más dólares necesita para importar.

La solución que se buscó fue aumentar la protección para proteger a la industria de la competencia externa. Así se generó un “sesgo antiexportador”, derivado del elevado nivel de aranceles que hace más rentable vender en un mercado interno pequeño con márgenes de rentabilidad superiores a los que se logran con la exportación a través de mayores volúmenes. La consecuencia de esta política se puede ver en la evolución reciente de las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI), que publica el INDEC.

Agro exportación

Fuente de la imagen: https://dataportuaria.ar/la-agro-exportacion-ingreso-us-328-mil-millones-en-el-ano/

Entre 2011 y 2021, las exportaciones MOI cayeron de US$ 29.193 millones a US$ 19.940 millones (-31.7%), al tiempo que las exportaciones de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario (MOA) sumadas pasaron de US$ 48.609 millones a US$ 52.779 millones (+8,6%). El promedio anual del período 2011-2021 de las exportaciones Primarias más MOA fue de US$ 42.304 millones, cifra que duplica las correspondientes a las exportaciones MOI en el mismo período que alcanzaron a US$ 21.283 millones.

Queda claro que a pesar del aumento que han experimentado las exportaciones agroindustriales en los últimos años, exportar básicamente productos primarios y agroindustriales no basta: hace falta exportar industria en gran escala para generar divisas y puestos de trabajo y para ello se necesitan inversiones, pero no cualquier tipo de inversión sino aquellas destinadas a producir bienes para exportar, al menos en parte. Hay que crear las condiciones para atraer inversión extranjera directa (IED)en sectores con potencialidad para exportar.

Con el Arancel Externo Común (AEC) del Mercosur, la Argentina buscó expandir sus exportaciones a Brasil, pero quedó prisionera de un elevado nivel de protección industrial frente a terceros países que congela su estructura productiva. Otros países miembros, como Uruguay y Paraguay y más recientemente Brasil, han tratado de reducir el AEC, pero chocaron con el rechazo de la Argentina. De los 13 rubros que integran las MOI, solo las aeronaves no pagan arancel. De los demás, uno tiene un AEC máximo de 12%; uno, de 14%; tres, de 16%; dos, de 18%; tres, de 20% y dos, de 35%, siendo este el máximo acordado con la Organización mundial de Comercio (OMC). Cuando estos aranceles no alcanzan para reducir las importaciones, las autoridades suelen recurrir a medidas “paraarancelarias”, como las licencias no automáticas para importar. Las recientes medidas de restricción de divisas a los importadores por parte del Banco Central exponen las consecuencias de mantener una industria que no exporta lo suficiente para importar sus insumos y bienes de capital.

Eliminar, o al menos reducir el “sesgo antiexportador”, bajando la protección arancelaria hasta un nivel que sea indiferente vender en el mercado interno o exportar, debe ser una condición necesaria para que la industria pueda lograr economías de escala para expandirse a los mercados externos. Es fundamental que este crecimiento se dé con un tipo de cambio elevado y estable para no repetir errores del pasado que condujeron al cierre de muchas industrias. Pero, además, se necesitan otras condiciones, como una inflación compatible con la internacional, acceso a la tecnología, mano de obra calificada, respeto a la propiedad privada y estabilidad en las reglas de juego.

Es cierto que el denominado “costo argentino” atenta contra la competitividad de las empresas: los costos laborales, la logística, la política impositiva, el tamaño del gasto público y la falta de financiamiento conspiran contra el objetivo de aumentar las exportaciones industriales. Pero mientras esperamos las reformas estructurales de fondo, la apertura de la economía es el camino más apropiado si se quiere crecer en forma sostenida, evitando las recurrentes crisis del sector externo.

La baja de aranceles no debería hacerse en forma brusca, sino fijando horizontes de mediano y largo plazo. Pero en algún momento hay que empezar. A la Argentina se le presenta una oportunidad extraordinaria con el acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur, firmado en junio de 2019. Si bien necesita la aprobación parlamentaria de los miembros de ambos bloques comerciales para su puesta en marcha, el acuerdo provee un horizonte cierto, ya que el Mercosur liberará el 91% de las importaciones de la UE en un período de 10 años para la mayoría de sus productos, siendo el plazo de 15 años para productos sensibles. Por su parte, la UE liberará el 92% de sus importaciones del Mercosur en un período de transición de 10 años.

Mientras se avanza en este proceso, para expandir sus exportaciones industriales la Argentina debería concretar más acuerdos de integración económica con países y bloques comerciales, donde actualmente sus competidores pueden acceder con ventaja. Deberíamos seguir el ejemplo de Chile, que posee más de 35 acuerdos, entre otros con la UE, Canadá y México.

Sobre el autor

Carlos Moyano Walker

Licenciado en Economía (UCA), asesor senior de la Fundación ICBC y consultor económico.

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