Leí hace un tiempo un artículo de Rebecca Chunghee Kim en Business Ethics, the Environment and Responsibility que contenía algunas ideas interesantes, que quiero comentar. La tesis inicial de la autora es que la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) ha perdido credibilidad en los últimos años, por cinco causas.
La primera es que el énfasis en el interés personal ha convertido la RSE en un ejercicio de marketing o de window dressing. Se ha mantenido el objetivo de ganar dinero por encima de todo; la RSE se ha vuelto utilitarista como un medio para mejorar la imagen de la organización y ocultar sus actividades más o menos inmorales.
La segunda es que la evolución del capitalismo favorece una RSE con visión a corto plazo. RSE es, a menudo, una práctica de relaciones públicas para obtener beneficios financieros a corto, olvidando los cambios necesarios a largo.
La tercera es que la RSE se ha convertido, en muchos casos, en un intento de las élites empresariales para mantener unos beneficios extraordinarios, disfrutando de los mejores puestos de trabajo y de las remuneraciones más altas, a costa de otros stakeholders.
La cuarta: un capitalismo orientado al volumen ha dado lugar a una RSE orientada al volumen. Las compañías grandes controlan mejor los mercados y el poder político, lo que lleva también a valorar la RSE por el volumen de dinero que cuesta a la empresa, y no en los efectos que ese dinero tiene sobre el bienestar de la sociedad,
Y la quinta es que la RSE olvida a menudo la diversidad, porque los rankings de RSE utilizan criterios parecidos para evaluar a las empresas, lo que lleva a que todas tiendan a hacer lo mismo. El benchmarking no es un buen criterio para tomar decisiones de RSE.
Hay, naturalmente, otras muchas críticas a la RSE, tal como algunas (¿muchas?) empresas la ejercen hoy. Vale la pena que, cuando estudiemos el comportamiento socialmente responsable de nuestras organizaciones, tengamos en cuenta estas críticas que, en sentido contrario, nos ilustran sobre cómo debe ser la RSE: no efectista, orientada al largo plazo, abierta a las necesidades de todos los stakeholders, atenta a los resultados y orientada a encontrar lo que, en cada caso, determina las ventajas competitivas de la RSE que la empresa ha elegido.
*Artículo publicado en el blog de IESE Business School, Universidad de Navarra.