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¡Este país!

Escrito por Hernán Maurette
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– ¿… y qué querés? Este país…

– ¿y qué querías, que se quede? En «este país…»

A la salida de una reunión, escuché ese diálogo en la esquina de Alem y Corrientes y los seguí por Alem para el lado de Retiro.

– No entiendo, ¿qué me querés decir? – dijo el canoso, un sesentón.

– Que si vos le hablás así al pibe de tu país, ¿cómo no se iba a ir? -le respondió el calvo, que parecía muy amigo por la confianza y el afecto que se tenían.

– ¡No me podés decir eso…! ¿Qué? ¿Ahora la culpa la tengo yo? -respondió, algo exasperado.

– No del todo. Pero te puedo asegurar que con eso de tirar mala vibra con «este país» el chico no se va sólo; cree que hace lo que vos harías si tuvieras su edad.

El canoso se calló unos pasos y elevó la vista hasta lo más alto de los edificios que rodean a la Plaza Roma.

– No me vas a decir que soy el único que cree que este país… bueno, que la Argentina se está yendo al bombo, ¿o sí…?

– ¡No, para nada! Son muchos los que hablan como vos y muchísimos los hijos que emigran.

– Tampoco es que lo invento. ¡Todos los periodistas lo dicen!

– ¿y desde cuándo los periodistas son el oráculo de Delfos? ¿No viste cómo se expresan, con qué vehemencia? ¿Cuándo vos o yo nos expresamos acerca de algo con tanta seguridad? ¿Es tan clara la verdad como para pontificar de ese modo? En este mundo uno no puede ver con tanta nitidez como para calificar así, alegremente…

El calvo bajó la mirada hacia la cuadriculada vereda y pasó la palma de su mano por su calva, como si intentara suavizar sus ideas. El canoso lo relojeó antes de continuar hablando.

– ¡Ahora te me ponés en filósofo! Pero algo de razón tenés con eso. Los periodistas prenden el ventilador y esparcen su mala onda por todas partes.

– Así es, unos en una dirección y otros en la opuesta.

– ¿… y para qué?

– Porque es su negocio. Antes el periodismo informaba, sin adjetivar; su negocio era que accedas a lo que no podías conocer por tu propia experiencia. Ahora, con el boom de las telecomunicaciones, todos podemos acceder en forma directa a cualquier acontecimiento, y el rol del periodismo cambió. Ahora te cuentan la trama que está detrás de los hechos; lo que no se ve. Se lo llama narrativa o relato. Hacen teorías, presumen, suponen…

Se ve que era más que un amigo el pelado. Hablaba con precisión y con conocimiento de causa. Así que sin decir muchas palabras más caminaron hasta Córdoba y se frenaron antes de cruzar la avenida. El padre desolado miraba el deslumbrante espectáculo azulino de las torres catalinas en contraste con el cielo fuertemente azul de la primavera porteña. Cuando cambió el semáforo y apenas dieron sus primeros pasos, acotó:

– Pero los chicos se van igual…

– En todas partes del mundo los chicos se van: los de acá se van a Italia y los de allá, a Suiza; los de Francia, a Canadá; los de Ucrania a Polonia o a España; los mexicanos se juegan la vida cruzando el río grande, como tantos otros que aspiran a vivir en los Estados Unidos.

– ¿Entonces…? -preguntó el canoso y miró extrañado a su amigo.

– ¿Qué se yo…? A veces pienso que estas grietas nacionales -que se dan en todos lados, ¡ojo!- producen una intolerancia con los propios como uno nunca tendría con un tercero. Vos no soportas a los kirchneristas de la misma manera que Tito – ¿te acordás de Tito, el del colegio? – no soporta a los amarillos. Uno se banca en el exterior situaciones que acá nos exasperarían.

– Estamos fregados, ¿no?

– Pienso que al menos tendríamos que tratar de cambiar el trato que le damos a nuestro país. Si lo tratáramos con más respeto, con mayor cariño, no sé si pasarían las cosas que pasan. Lo peor son los ladrones que creen que todos los demás son de su misma condición, y pierden las esperanzas que no merecen ellos mismos…

Justo cuando se ponía a profundizar, el calvo y el canoso cruzaron Alem. Caminaban seguros, sin siquiera mirarse a los ojos; se conocían de memoria y conocían cada una de las rayas de la cebra de Alem. Podían adivinar si había sido cambiado el vidrio de alguna de las tantas ventanas que rodean esa avenida, casi sin fijar su mirada en ellas. Toda una vida por esas calles, ¿quién dudaría que no amaban a esta ciudad, a este país? Pero sin expresarlo, como tantas parejas que dan por sobreentendido que el otro sabe que uno la ama.

*Publicada originariamente en el blog del autor, Hechos Destacados.

Sobre el autor

Hernán Maurette

Politólogo. Consultor en asuntos públicos. Lidera el Comité de Comunicación de ACDE. Premio a la Trayectoria Profesional del Consejo Profesional de RR. PP. del año 2021

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