Valores

La Fiesta de Olivos y el Martín Fierro

OlivosGate
Escrito por Enrique del Carril
Escuchar artículo

“La ley es tela de araña en mi inorancia lo esplico,
no la tema el hombre rico, nunca la tema el que mande,
pues la rumpe el bicho grande y sólo enrieda a los chicos.” 

(La Vuelta de Martín Fierro, canto 30)

Este año se cumplen 150 años de la publicación de nuestro poema nacional: el Martín Fierro, de José Hernández.

En muchas ocasiones se ha puesto en tela de juicio el hecho de otorgarle a esta obra la jerarquía de poema nacional. Se ha dicho que no puede reconocérsele tal carácter a la historia de un gaucho matrero, pendenciero y desertor. No estoy de acuerdo con esa postura. Creo que es parcial pues ignora la segunda parte del poema -«La Vuelta”- donde aquel gaucho perseguido por la Justicia retorna a la civilización, se reencuentra con sus hijos y con su gran amigo Cruz; escucha el relato de sus vidas a la vez que les enseña con su ejemplo y arrepentimiento que la violencia no es el camino frente a la injusticia.

El párrafo que encabeza estas líneas es parte de la payada con el moreno donde este responde la pregunta de Fierro sobre qué es la ley. Lamentablemente hemos vivido en nuestra historia reciente un triste ejemplo que le da la razón a la descripción del moreno, con el agravante que quienes, con su conducta, hicieron realidad tal definición son representantes del poder: nuestro presidente, un fiscal y un juez.

El Presidente dictó un decreto imponiendo el largo aislamiento obligatorio a toda la población. No solo eso, públicamente trato de “idiotas” a quienes violaban la prohibición amenazándonos con el rigor de las sanciones previstas en el Código Penal. Pero mientras amenazaba, él mismo, su pareja y varios amigos violaban esas normas con total impunidad.

Frente a la causa criminal llevada adelante se nos presentan los dos siguientes protagonistas de esta vergüenza nacional: el fiscal que llevaba adelante la acusación y el juez que debía resolver.

También estamos en presencia de una ley: aquella que permite la extinción de la acción penal en ciertos supuestos, sustituyéndola por un pacto con el fiscal y la víctima donde se acuerde una reparación a cargo del autor del delito. Es evidente que esta ley ha sido pensada para supuestos donde la reparación del daño producido a la víctima es una solución práctica superior a la aplicación de la pena, pero, en manera alguna puede aplicarse a delitos cometidos por funcionarios públicos donde la ofensa recae sobre toda la sociedad y la única reparación posible es la sanción penal.

Tanto el Fiscal, al pactar el pago de una irrisoria suma por parte del Presidente y su pareja, como el Juez, al aprobar ese vergonzoso acuerdo, aplicaron la ley alegando que le corresponden al Presidente todos los beneficios de un ciudadano común. Olvidan que ningún ciudadano pudo cometer el flagrante delito que cometió el presidente porque, justamente, la conducta reprochable es haber violado la ley que él mismo impuso.

Lamentablemente, en la Argentina de hoy el moreno tuvo razón en la respuesta a Martín Fierro: el que manda rompió la tela de araña como el bicho grande. La sociedad no puede esperar que la Justicia repare el daño porque el Fiscal no apelará la decisión del Juez y la infamia quedará firme. Solo subsiste, y no es poco, la sanción social que se traduce en desconfianza a la palabra de la autoridad y en el deterioro de un concepto básico de la convivencia democrática que tiene su sustento en el gobierno de las leyes a las cuales deben estar sometidos por igual gobernantes y gobernados.

El moreno culmina su contrapunto afirmando que: “el asunto es sencillo, la ley es como el cuchillo no ofiende a quien lo maneja”. Lo ocurrido en esta y otras ocasiones donde se vio el abuso de poder ante la inoperancia de algunos representantes del sistema judicial, debe llevarnos a la preocupación por instaurar un sistema de selección de sus integrantes que garantice honestidad e imparcialidad al ciudadano porque, como Víctor Hugo puso en boca de uno de los protagonistas de su novela “El 93” “un juez es más y menos que un hombre; más porque maneja la espada de la ley; menos porque no tiene corazón”.

Sobre el autor

Enrique del Carril

Abogado. Ex director de la revista EMPRESA. Fue presidente del Colegio de Abogados de la CABA entre el 2006 y el 2010. Socio fundador del Foro de Estudios sobre Administración de Justicia (FORES).

Responder a Dolores edtrada X

2 comentarios