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La impopularidad de una decisión de Estado

Logo en la fachada de edificio del FMI
Escrito por Hernán Maurette
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Las políticas de Estado no van de la mano de la popularidad. No está claro cuánto mérito tuvo la administración de Alberto Fernández en haber llegado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Es probable que hayan sido muchos los factores que actuaron en su favor. Pero lo cierto es que la Argentina evitó caer un escalón más abajo gracias a ese entendimiento.

Recordemos que hace tan solo un mes, y en menos de diez días, el presidente argentino había logrado un primer entendimiento con el staff del Fondo, se había entrevistado con Vladimir Putin y participó del anuncio del ingreso argentino a la Ruta de la Seda en Beijing, en pleno boicot norteamericano contra los Juegos Olímpicos de Invierno. ¿Quién no tuvo dudas de que finalmente se alcance este acuerdo que hoy se anunció?

Lamentablemente, los anuncios de suba de retenciones y de retrotracción de los precios en supermercados nos demuestran que el Gobierno era el que suponíamos y no otro: una gestión que, al mejor estilo de los patagónicos Néstor y Cristina, cree que se puede manejar toda la economía argentina con un puñado de funcionarios sin cometer grandes errores (tal vez un día, luego de reducirla muchas veces, lo logren hacer). Por eso, cuando la economía lograba una mínima previsibilidad para despegar y cuando más necesitaba desplegar sus alas, el dirigismo en coche se la llevó puesta.

La gente del campo casi que se entusiasmó con salir a la ruta a protestar para poder gritar a los cuatro vientos «que se vayan ellos», al decir de Piero. Era lo que menos necesitaba un gobierno tan debilitado como el de Alberto. «Es un mensaje para la interna», se escuchó por ahí. Pero la interna salió a la calle el 24 de marzo a demostrar que ya no se trataba de la interna, sino de una externa. «Te espero en la (plaza) Vicente (López)» o «te espero en la cortada (Rauch)», habríamos dicho en el colegio; es decir, el conflicto está declarado y no hay marcha atrás desde la última votación del Congreso.

La oposición está perfectamente en sintonía con el timing oficial. El referente eleccionario del radicalismo salió a denostar las políticas neoliberales que hicieron tanto mal al país. No parece haber entendido el mensaje de las urnas, que registraron un éxodo desde las dos grandes fuerzas nacionales en favor de candidatos liberales. Las encuestas marcan que esa tendencia se multiplicó dos o tres veces desde entonces.

Con Gerardo Morales peleando con los liberales y La Cámpora disputándole la calle a la izquierda, las proyecciones al 2023 se pueden percibir con claridad.

Cabe aclarar que esa atomización partidaria no es un síntoma de salud democrática sino un signo de debilitamiento institucional, ya que una democracia vive de consensos que en un sistema atomizado se logran con menos voluntades.

Tampoco es una señal auspiciosa para el Estado la declaración de Javier Milei en favor de dolarizar la moneda. Porque la moneda es una de las notas constitutivas del Estado Nacional. Si el peso cede ante el dólar quiere decir que el Estado que constituimos ahora es el continental.

Si uno analiza la conformación de nuestras fuerzas armadas y con quiénes realizamos ejercicios combinados podremos verlo reflejado en ese otro ítem de la nacionalidad también.

No son cuestiones para lamentar ni para festejar. Bueno, de alguna manera sí; los que estamos a favor de la libertad creemos que el espacio americano u occidental es mejor lugar para vivir que el euroasiático.

Para mejor, las conclusiones del G7 que advirtieron a Putin sobre el uso de armas químicas sumadas al aterrizaje de Joe Biden a cien kilómetros de la frontera ucraniana son fundamentos de la esperanza de que ese mundo libre está de pie contra la amenaza totalitaria.

Sobre el autor

Hernán Maurette

Politólogo. Consultor en asuntos públicos. Lidera el Comité de Comunicación de ACDE. Premio a la Trayectoria Profesional del Consejo Profesional de RR. PP. del año 2021

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