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La última carta

Escrito por Hernán Maurette
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Es importante registrar los últimos sucesos para entender qué fue efectivamente lo que pasó para, a partir de allí, proyectar lo que sucederá.

Las desavenencias entre la Vicepresidenta y el Presidente pasaron por diversos estadios hasta que en los últimos tiempos dejaron de hablarse.

Hace quince días, Cristina salió de campaña por el Conurbano bonaerense para enviar mensajes al Presidente y para advertir al peronismo sobre lo que está pasando y cómo se debe enfrentar esa realidad; fueron largas disertaciones, plenas en conceptos novedosos para lo que es su narrativa histórica.

Ese es el primer dato: está en campaña. Por eso para cerrar su primer acto acusó al Presidente de no hacer lo que hace falta para hacer ganar al peronismo. Sucedió en la Tercera Sección Electoral, bastión peronista, sobre escenarios de estética muy cuidada y flanqueado por dirigentes de lealtad incuestionable.

Esa primera fue en Avellaneda, en donde sólo se mostró flanqueada por el ministro de Vivienda, Jorge Ferraresi y el titular de la CTA, Hugo Yasky, con ocasión del cierre de un plenario de dirigentes de esa central de trabajadores; fue una clara misiva para la CGT y a los movimientos piqueteros que venían mostrando cada vez más su alineamiento con Alberto Fernández.

Llamó la atención que en ese escenario copiara el estilo de Javier Milei: una cátedra abierta de economía capitalista. También que se alejara de próceres populares como Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy, Mariano Moreno o Manuel Dorrego para rescatar la figura universalista de Manuel Belgrano.

A partir de entonces muchos peronistas se empezaron a alinear detrás de la Vicepresidenta. Primero fue la Liga de Gobernadores; luego, el sindicalismo empezó a fallarle a la convocatoria cegetista al acto encabezado por Alberto Fernández, y finalmente se empezaron a escuchar críticas cada vez más sonoras de dirigentes de toda laya contra el ministro Martín Guzmán. “Hay que sacar a todos de Economía”, le dijo Cristina a Carlos Melconian a sabiendas de que el economista no podría callar ante sus conocidos semejante definición.

La segunda clase magistral cristinista fue en Ensenada, en donde estuvo rodeada a sus costados por el anfitrión, intendente Mario Secco, y su par de Berazategui, Juan José Mussi. Nuevamente, en lugar de reivindicar a Evita, evocó la figura de Juan Perón.

El viernes, el ahora ex ministro había llegado con lo justo a cerrar los números del segundo semestre del año que debía presentar ante el FMI. Para lograrlo, tal como refirió Claudio Jacquelin en La Nación, tomó medidas que prácticamente significaron un feriado cambiario. A partir de ahí, empezó a encontrar críticos hasta entre sus moderados partidarios locales. Con semejantes trabas, la economía empezó a mostrar sus limitaciones. En el mercado financiero se decía que Guzmán no llegaría a fin de año, y cuando en la Argentina se espera una crisis económica, los sucesos se adelantan, agravan y precipitan.

Nadie lo sabe mejor que el propio equipo económico saliente: «Los controles se deben retirar gradualmente para no alterar al resto de la economía«, expresó el Secretario de Comercio, Guillermo Hang, en un foro con economistas, al asumir.

Ahora Guzmán debía avanzar firmemente en el plan fijado por el Fondo. Ese fue el motivo de la renuncia: exigió al Presidente la salida de los funcionarios que obstaculizaban las medidas energéticas comprometidas. Como respuesta recibió una negativa y un plazo de 48 horas.

Al día siguiente, a pocos minutos de escuchar que Cristina lo asimilara a la figura de Melconian, presentó su renuncia, que comunicó rápidamente por Twitter.

De esta manera, la Vicepresidente logró eliminar otro de sus cuatro objetivos, como lo había conseguido hacer con Marcela Losardo, Juan Pablo Biondi y Matías Kulfas; queda Miguel Ángel Pesce. No es casual que haya sido el propio presidente del Banco Central el que le haya propuesto a la figura de Silvina Batakis, cercana al kirchnerismo, pero de confianza tanto suya como del flamante ministro de Desarrollo Productivo. Pudo haber sido la ministro de Economía de Daniel Scioli en caso de que ganara la elección de 2015, como lo venía siendo en la Provincia de Buenos Aires.

Batakis es una mujer muy bien formada académicamente, sólida, previsible y militante con posiciones comprometidas con el kirchnerismo.

El efecto de su nominación fue el desplazamiento de Sergio Massa de la alianza gobernante, ya que tanto Scioli como Batakis no eran nombres que estaban en el menú que había dejado trascender -un cambio de gabinete que no sucedió-; la consolidación de Scioli, que no sólo no fue desplazado por el superministerio que exigía Massa sino que logró que en Economía se instalara a una persona que podría considerarse como mínimo como colaboradora; el compromiso de Cristina, que avaló el cambio, y la falta de crédito presidencial, que parecería haber jugado su última carta.

El mandato presidencial a Batakis fue claro: cumplir con el plan del FMI.

La alternativa ante las que se encuentra la flamante Ministra de Economía parece ser una sola: la devaluación, que se contrapone con todos los dictados ideológicos que profesa. Podría apelar a las retenciones, si nos guiamos por las declaraciones más recientes de ella al respecto. En este caso, vale recordar que el campo mantiene el cese de comercialización para el 13 de julio, que fácilmente puede convertirse en una jornada de protesta en caso de que el llamado Batakazo -en referencia al Rodrigazo- se aplique al campo.

¿Y Cristina, qué dice? En Ensenada fue categórica. Dijo que nuestra economía es bimonetaria por lo que es imprescindible tener un instrumento que vuelva a colocar “una unidad de cuenta, una moneda de reserva y una moneda de transacción en la República Argentina; esto hay que entenderlo. Venga quien venga, si no tenemos esto estamos sonados”, explicó en Ensenada el sábado pasado.

Ciertamente también habló de la reestructuración del gasto social y del salario universal; de terminar con la división del campo popular – “eso de los pobres contra pobres”, al graficar la bronca del laburante que llega a su casa a las 16 y ve que su vecino no está haciendo nada porque cobra un plan-, y de dejar de hablar de empleo para hablar de trabajo, en una prédica que pareció inducir a una reforma laboral sin aprobación parlamentaria. “Necesitamos convocar a los argentinos para hacer algo diferente”, como el reciente salto capitalista de China.

Lo curioso de esta crisis es que sucede en un contexto en el que, a nivel internacional, el Gobierno no para de obtener logros: además de la aprobación de metas trimestrales con el fondo y la muy probable renegociación con el Club de París, la Argentina viene de participar de las cumbres del BRICS en donde fue invitada a sumarse invitada por el propio Jair Bolsonaro; de la del G7, en el que Fernández fue el primer argentino en disertar en ese foro; tuvo una comunicación con el presidente ucraniano Volodomir Zelenski, y tiene prevista una reunión bilateral con Joe Biden en Washington.

Pero, en el orden nacional, el crédito del Gobierno es escaso. En pocos días se verá si las declaraciones de Cristina en Ensenada inspiran a Batakis a buscar una salida inesperada de la crisis, o si se sumerge en soluciones tan voluntaristas como ineficaces.

Sobre el autor

Hernán Maurette

Politólogo. Consultor en asuntos públicos. Lidera el Comité de Comunicación de ACDE. Premio a la Trayectoria Profesional del Consejo Profesional de RR. PP. del año 2021

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1 comentario

  • Muy buena lectura de los acontecimientos, en especial de los discursos de la vicepresidenta. En esta Argentina de incertidumbre, ya, a 11 días de publicado se hace necesario actualizar el artículo. Muchas gracias Hernán por compartir tu análisis.