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Liderazgo y comunicación

Escrito por Raúl Alas
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«Que tu lengua no corra

por delante de tu pensamiento».

Diógenes Laercio

Raul Alas libro Liderazgo y comunicación

El liderazgo y la comunicación forman juntos una combinación poderosa, atractiva y brillante, cuyo fulgor resplandece con fuerza en momentos de incertidumbre y oscuridad, y desde luego, también en épocas de normalidad.

La persona que sabe echar mano de ambas habilidades logra transformar a quienes le siguen, aprecian y escuchan, por la sabiduría de sus decisiones, la coherencia de su ejemplo y la consistencia de sus palabras.

El liderazgo permite ejercitar la prudencia, que trasluce la belleza de un corazón sabio, el cual inspira por su virtud, cautiva por su sencillez y resuena por su mensaje de verdad. Y, en especial, suscita confianza por la naturalidad y transparencia que su imagen transmite. Para ello se apoya en la comunicación, es decir, en el uso oportuno de la palabra, la expresión genuina de los gestos y la luminosidad de las ideas.

El líder prudente es aquel que tiene claros los objetivos que se propone alcanzar. Y para ello, sabe acertar con los fines y medios. Entre ellos, la elocuencia, que es un medio extraordinario para llegar a las personas y moverlas a la acción. Pero no basta solo con la elocuencia, sino que éste también se apoya en principios rectores que gobiernan su vida, así como en la práctica habitual de las virtudes.

Asimismo, practica la comunicación asertiva, que es una habilidad esencial en los verdaderos líderes, para saber expresar las ideas, deseos, sentimientos y opiniones con sentido de oportunidad. De hecho, en algunas ocasiones sabe guardar silencio, antes de emitir una opinión sin fundamento o sin haberla pensado bien.

Visto así, es fácil advertir que el verdadero liderazgo no es un bien que se cotiza al alza en la actualidad, porque no siempre se tienen claras sus premisas esenciales y, como suele suceder en algunas ocasiones, se privilegia la forma por encima del fondo. El que gobierna con el mero uso de técnicas de comunicación o diversas tácticas directivas, no trasciende ni permanece vigente por mucho tiempo, porque a su liderazgo le falta grandeza de espíritu, magnanimidad, y con ella, mucha humildad, para conocer sus límites y verdaderas potencialidades.

Esto ha impedido desde hace mucho tiempo que surjan líderes inspiradores que ilusionen y generen confianza en circunstancias complejas y adversas como las que hemos vivido en fechas recientes. Porque no cabe duda de que las grandes figuras surgen en tiempos de crisis y de transición. Su integridad de vida, grandeza de ánimo y lucidez de sus mensajes son señales claras que guían a los demás a buen puerto. Pues toda situación crítica y nebulosa, pone en evidencia la honradez, sabiduría y don de lenguas de estas grandes personas. Y, por supuesto, también exhibe sus defectos.

Gracias a los medios de comunicación y las redes sociales, estamos viendo en tiempo real la prudencia, el carácter y la determinación de las decisiones de algunos presidentes y autoridades, así como de referentes mundiales y grandes empresarios. En ciertos casos, se advierte su credibilidad, su capacidad de forjar alianzas y enviar mensajes que generen sosiego y contención en la sociedad. Y en otros, sus actuaciones dan mucha inquietud y generan más incertidumbre.

Y no obstante el descrédito y la desconfianza que desde hace tiempo nos provocan muchos políticos y gobernantes, en los momentos más álgidos e inciertos apreciamos que estén a la altura de las circunstancias. Porque ahora los ciudadanos estamos más al tanto de todo, nos preocupamos más por lo que nos rodea y hemos aumentado nuestra atención en lo que los políticos dicen y hacen.

Si realmente son fiables, en sus intervenciones públicas se reflejarán sus virtudes, su sentido del deber, así como su habilidad para promover iniciativas, decisiones y propuestas. Están totalmente expuestos, sin máscaras y de frente a todo el mundo, como en un gran escaparate. Y su buena o desgraciada actuación quedará documentada para la historia.

Al fin y al cabo, una situación crítica o de emergencia excepcional, no es un simulacro ni un videojuego en el que uno controla algunas variables. Es una crisis en toda regla y requiere de un plan concreto que tenga claros los protocolos de acción, los medios disponibles y el detalle paso a paso de las fases de atención de la emergencia, en todos sus aspectos que la componen.

En este caso, el conocimiento reunido, la experiencia acumulada y el sentido común de los integrantes de un excelente equipo, contribuyen decisivamente a que el líder tome las mejores decisiones con sentido estratégico y a evitar que se bloquee, se precipite, se endiose o se duerma en sus laureles. Es esencial que nuestros líderes sean magnánimos, humildes y buenos comunicadores, en otras palabras: ¡Líderes que nos inspiren confianza por sus virtudes, actitudes y talentos!

Pero también es cierto que, en períodos de relativa normalidad y estabilidad, hace mucho bien que existan líderes ejemplares en la familia, la empresa, las instituciones y en el gobierno de las naciones, que promuevan causas de gran beneficio para las personas e iniciativas de largo alcance en el tiempo.

Sobre el autor

Raúl Alas

Doctor en Comunicación Pública y máster en Gobierno de Organizaciones, por la Universidad de Navarra. Profesor de Elocuencia y Persuasión, Factor Humano y Gobierno de Instituciones en la UNIS Business School (Guatemala). Trabaja como consultor en comunicación estratégica y coaching de negocios.

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