Valores

El ascensor

Escrito por Federico Meyer
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Todavía era de noche cuando me levanté. Soy un madrugador. Me puse el pantalón corto, un buzo negro y las zapatillas que me regaló Emma para mis 41, voy a salir a correr como todos los días. Me gusta mantenerme en forma, comer sano, soy una persona muy ordenada y siempre estoy activo. 

Vivo con agenda completa entre el trabajo, mi mujer, mis dos hijos, las reuniones semanales de la empresa, la iglesia, la juntada en el club y algún que otro evento familiar de los que nunca faltan. Trato de ser una persona comprometida y enfocada en el día a día. 

Hoy, por ejemplo, tengo un día complicadísimo. Estoy al límite de tiempo. Reunión con el equipo de finanzas, zoom con Gabriela, de Marketing, buscar a Nico al cole, visita de clientes hasta la noche.

Entro al ascensor, vivo en el 8°, son ocho pisos para bajar, no tarda nada, pero esta vez se detuvo en el 4°.

Ya arranqué mal- pensé.

-Buenos días– me dice una mujer bastante más vieja que yo. Tiene el pelo largo y gris, ojos celestes, piel arrugada y sonrisa en la cara.

-Yo no tengo tiempo de ponerme a hablar con ella– pensé. Balbuceo un hola y automáticamente miro mi celular para chequear los whatsapps.

La mujer me empieza a hablar, escucho que dice algo sobre el sol, la luz del amanecer y no sé qué más. Yo sigo enfocado en lo mío, soy un tipo ocupado, lleno de cosas, imposible perder mi tiempo, vale oro.

Se abrió la puerta del ascensor y yo prácticamente ya estaba afuera.

– Que tengas un muy buen día– escucho que me dice la mujer, que en ningún momento había parado de hablarme.

Yo ya estoy en la senda a puro trote. 

Que se ponga a charlar con el portero, seguramente él sí tiene tiempo libre-pensé. 

Yo no. Soy una persona ocupada, que sabe lo que quiere. Además, me incomoda hablar con extraños y más en un ascensor. 

Yo termino de correr mis ocho kilómetros, una ducha y a trabajar. Cero distracciones, la gente que quiere progresar se enfoca en sus cosas. Después están los que no hacen nada, los que no llegan a ningún lado. Siempre ahí, siempre igual, con tiempo de sobra. 

Yo logré un montón de cosas importantes, me pongo un objetivo y voy por él cueste lo que cueste. Todo lo que tengo me lo gané con esfuerzo, sacrificio y determinación. Mi familia, mi carrera profesional, mis masters en el exterior, mis dos casas, la educación que le doy a mis hijos, todo. También tengo mucha Fe, es cierto. 

Ésta tarde mismo tengo una reunión en la iglesia. Comentamos las escrituras. Estamos con Mateo, hasta me acuerdo de uno de sus versículos: Mateo 25:40, donde Jesús dice: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis». Igual, cada vez somos menos. Una lástima. Nadie se quiere comprometer. Así andan por la vida, sin saber qué quieren, sin tener responsabilidades.

Terminé de correr. Ahora sí, una ducha rápida y de cabeza a la oficina.

Subo en el ascensor y me acordé de la mujer qué me habló esta mañana. Me quedaron resonando sus palabras cómo un zumbido y lo peor es que no me puedo acordar qué me había dicho. 

Sobre el autor

Federico Meyer

Nació en Progreso, Santa Fe. Entusiasta, emprendedor, alegre. Apasionado por los caballos y las palabras. Amor, Fe, Profundidad, Cristo, Libertad, son algunos de sus temas favoritos.

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