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El capitalismo según Gordon Gekko y Kendall Roy, parte II

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Mas allá de si Ud. es anti- o pro- capitalismo, le sugiero estimado lector, ver y escuchar en sendos videos de YouTube estas dos piezas de oratoria que, en total, le insumirán unos siete minutos:


Primero, el discurso del personaje de Gordon Gekko en la película
Wall Street de Oliver Stone (1987) y luego el discurso del personaje de Kendall Roy en la serie Succession de Jesse Armstrong (2023):

El primero es un discurso en una asamblea de accionistas, el segundo es la eulogy de un hijo en el funeral de su padre, el mega-empresario de medios Logan Roy. Son ficciones, claro, pero elocuentes respecto de sus épocas y de la narrativa capitalista -si es que hay alguna. 

Si no le molestan los spoilers puede continuar y/o revisar la primera parte de esta reflexión publicada en Perfil.com

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Gordon Gekko hizo la fortuna en Wall Street, es un trader y no un empresario como lo fue Logan Roy, aunque ambos hicieron su fortuna desde abajo. Gekko no es persona de familia, no aparecen “los Gekko”, en cambio sí los Roy. Tanto Gekko como Roy se mueven entre los ricos de New York, pero no son WASP; uno es descendiente de inmigrantes de Europa del Este y el otro un escocés católico; ambos odian a las ovejas, a los débiles y a los privilegiados que no han hecho esfuerzos como ellos -Gordon desprecia a los Harvard Boys y Logan a sus hijos.

En ambas ficciones hay conflictos con las figuras paternas, que -en una perspectiva psicoanalítica- podría decirse que simbolizan la relación del individuo con las normas, con el superyó, con la ética. En la película Wall Street, la figura de Gordon Gekko es la de un “padre” profesional y rico adoptado por oposición a un padre honesto y leal, pero sin éxito económico. El mal y el bien están nítidamente representados por esos dos padres contrapuestos personificados por Michael Douglas y Martin Sheen. En la serie de HBO, Succession, la figura de Logan Roy es la de un padre que esta más allá del bien y del mal, cuyo deseo y arbitrariedad se constituye en la norma y produce temor y temblor en quienes lo rodean. Kendall da fe de la ambivalencia moral de su padre subrayando un empuje y una vitalidad tan constructivos como, a la vez, brutales y dañinos.

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En Wall Street hay una moraleja, culmina con el triunfo de la honestidad y la lealtad y de la ley; concluye que es mejor el capitalismo productivo que el capitalismo especulativo. En Succession, nada es ilegal, pero tampoco hay un triunfo de la moral, sino un eterno retorno de lo acomodaticio tejido con el azar. La moral que predica Wall Street es tan clara y nítida como su opuesto, la codicia. La legal amoralidad que refleja Succession es descarnada y veraz como le hubiese gustado a Friedrich Nietzsche: deja al descubierto el movimiento y la fuerza de la voluntad de poder. 

Para este filósofo el motor del mundo no es la lucha entre el bien y el mal; Dios ya ha muerto en la cultura, en la historia, en el hombre. El personaje de Logan Roy corporeiza de modo perfecto al SuperHombre nietzscheano: no ha sido hipócrita, no se esforzó por desarrollar las virtudes menores que adormecen a los idealistas o a los cobardes que huyen de la realidad, sino que ha demostrado valentía, al hacer, al construir, al poner en acción la voluntad de poder y de conquistar el mundo, sin arrepentimientos.

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Mientras varias notas sobre la serie se centran en el conflicto familiar y la tragedia shakespeariana, el economista de la desigualdad Branko Milanovic  subraya que el verdadero guion de la serie es acerca de la ética y el capitalismo. En esto, sí coincido con MIlanovic.

Ahora bien, según el economista serbio, lo que pretende la serie es hacernos ver que un capitalismo exitoso no puede a la vez ser ético; tan solo se engaña a sí mismo hablando de empresas socialmente responsables o del comercio ético. Para objetarlo podríamos recurrir a la distinción que hace el eticista Kenneth E. Goodpaster: no solo existe la mano del mercado o la mano del Estado, también existe la mano del management. En un mismo mercado y bajo los mismos incentivos no todas las empresas actúan del mismo modo.

En mi opinión, Succession, con la potencia simbólica que tiene la literatura o la ficción audiovisual, subraya tanto el nihilismo del sistema capitalista y de la época como el poder de la persona individual, que puede elegir anonadarse, fundirse -por conveniencia, incompetencia, fatiga o pereza- en ese nihilismo. 

Así lo define Roman Roy, otro de los hijos, cuando dice en el último capítulo: “we are bullshit …we are nothing”.

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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