Valores

El Jubileo de las 40 horas

Escrito por Cecilia Díaz
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Antecedentes de la celebración del jubileo de las 40 horas en la Provincia Jesuítica del Paraguay en las primeras décadas del siglo XVII.

El objetivo de estas notas es compartir los orígenes de una devoción expiatoria, suplicante y de adoración eucarística muy antigua: el Jubileo de las 40 horas, también conocido como Jubileo Circular o Indulgencia de las 40 horas. Oración que fue popularizada en los primeros años del siglo XVI en Milán por el cardenal y arzobispo Carlos Borromeo (1538-1584), y posteriormente institucionalizada en Roma en 1592 por el Papa Clemente VIII (Bula del 25 de noviembre de 1592) “para que en adelante se celebrara continua y perpetuamente con el aditamento del goce de la Indulgencia Plenaria y otras parciales” (Lope de Cárdenas, 1802: 80).1 Continuada y ampliada por su sucesor Pablo V (Breve del 16 de mayo de 1606) y tiempo después por Benedicto XIV (Encíclica Inter Caetera, 1 de enero de 1748), será finalmente extendida por Clemente XIII (Decreto de la Sagrada Congregación de las Indulgencias, 23 de julio de 1765) a “cualquier iglesia de todo el orbe cristiano en donde quiera que se celebrase la piadosa oración de las Cuarenta Horas” (Lope de Cárdenas, 1802: 46).

Más allá de su historia general y de sus curiosas particularidades,2 lo que nos interesa es rescatar indicios de la presencia de esta antigua devoción en Hispanoamérica. Más concretamente, en la Provincia Jesuítica del Paraguay en las primeras décadas del siglo XVII durante los primeros años del Provincialato del P. Pedro de Oñate SJ.

Registros Documentales

Tal como se documenta en las Cartas Anuas de dicha Provincia correspondientes a los años 1615 a 1619,3 dos de los primeros y más antiguos registros que dan cuenta de la celebración local de esta devoción eucarística se verifican en 1615 bajo dos referencias que resultan significativas: la primera, cuando el P. Provincial Pedro de Oñate habiendo visitado la Reducción Santa María de los Reyes de los Guaycurúes, ubicada “(…) a dos leguas de la assuncion, rio en medio, que es uno muy grande q se llama del Paraguay (…)”(Oñate, 1615: 16), indicaba el traslado de los padres Romero y Moranta al Colegio de Asunción para ayudar “(…) especialmente lasemanasanta y los jubileos (…)” (Oñate, 1615: 19). La segunda, cuando refiriéndose a las actividades que se realizaban en la residencia de Mendoza y en los alrededores de la pequeña ciudad (misiones volantes, escuela de primeras letras para niños, bautismos y confesiones), señalaba: “No asido menor elfructo en los espanoles que con los yndios, por q en esta tierra nos son bien affectos loql han mostrado en acudir siempre antros jubileos (…)” (Oñate, 1615: 43).

Años después, hay que trasladarse a los reportes sobre la situación de los Colegios de Córdoba del Tucumán y de Asunción del Paraguay para sumar noticias, estando en el primer caso asociadas a lo que el P. Oñate indicaba como cumplimiento de la “observancia religiosa (…) de los medios que la Comp~ usa (…)”. Entre los citados figuraban los ejercicios espirituales anuales (con renovación de votos), y los ministerios que llevaban a cabo los Padres residentes a través de las congregaciones o cofradías de indios, de niños, de negros y de españoles. Y es refiriéndose a la participación de la cofradía de españoles en el “jubileo de las 40 horas”, donde daba cuenta de su vigencia local y de algunos detalles de su práctica, destacando el “(…) extraordinario concurso a los sermones de mañana y tarde, que en aquellos tres días ubo en ntra casa y el fruto fue grande confessandose muchos en casa y comulgando casi todo el pueblo (…)” (Oñate, 1616: 67). Celebración que culminó con la fiesta de Pascua, celebrándose “(…) con mucha música y ornato possible a la tierra” (Oñate, 1616: 67). Algo parecido a lo que ocurría en Córdoba se registraba en el citado Colegio de Asunción, siendo Marciel de Lorenzana (P. Rector) quien le informaba a Oñate acerca de que “el jubileo de las 40horas se hizo con mucho concurso y entiendoque se confesó y comulgo todo este pueblo”, calculando en 2000 las confesiones de indios y españoles durante la cuaresma (Oñate, 1617: 123).

Alejándonos de lo que ocurría en Colegios y Residencias situados en ciudades “de españoles”, las crónicas sobre las Misiones y Reducciones de aquellos años dan cuenta de prácticas y de celebraciones cuaresmales acordes a realidades bastante distintas. Vale recordar que estamos en plena época de conformación de las Misiones, las cuales hacia 1615 apenas llegaban a ocho, ocupando tan solo a 15 sacerdotes “(…) muchos de extraordinaria y rara Virtud y mucha comunicacion con ntro. Señor y celo de la salvacionde los proximos”. (Oñate, 1615: 6). Tiempos de grandes dificultades y privaciones (desde la lengua al vestido, comida, habitat, enfermedades y pestes, guerras, desconfianza, persecuciones y murmuraciones) que, sin embargo, no opacaron el fervor del trabajo evangelizador de jesuitas misioneros tales como Juan de Salas, Francisco del Valle, Roque González, Pedro Romero, Marciel de Lorenzana, José Cataldino, Antonio Moranta, Diego de Boroa, Simón Maceta, Antonio Ruiz de Montoya, Horacio Morelli, Antonio Macero, entre otros. En este contexto, resulta interesante rescatar la celebración del primer oficio de Semana Santa con exposición del Santísimo que tuvo lugar en la Misión de San Ignacio del Paraná, una de las pocas que por aquellos años contaba con residencia e iglesia. Celebración que según relatos enviados por el P. Diego de Boroa a Oñate (fechados el 16 de noviembre de 1616), se realizó “(…) segun nuestra pobreza y costo possible: acerto a venir aqui un indio carpintero de la assumpcion que nos hizo un monumento de madera con sus barandillas y gradas lo qual todo se cubrio con quantos frontales y ropa avia en la sacristia y adonde falto el paño supplio la falta el papel pintado, pusimos el santiss~Sacramento (…) con muchas luces y lamparillas (…)” (Oñate, 1616: 91-92). Oficio que incluyó el rezo del vía crucis y procesión por las calles del pueblo.

Unámonos pues en esta Semana Santa en oración frente al Santísimo al recuerdo de aquellas primeras celebraciones jubilares de la Provincia Jesuítica del Paraguay de principios del siglo XVII, y a la memoria de aquel pequeño grupo de misioneros que extendieron tan antigua devoción en nuestras tierras.

 

1. La Indulgencia Plenaria se otorgaba a quienes, habiendo confesado y comulgado, hubieren participado al menos una hora. Clemente VIII la inauguraba anualmente en el Vaticano, el primer Domingo de Adviento.

2. Para más información, recomiendo la lectura del libro de Diego Lope de Cárdenas (1802). Compendio Histórico de la Oración de las Quarenta Horas llamadas comúnmente el Jubileo Circular. Ecija: Benito Daza. Versión online ofrecida por el Depósito de Investigación de la Universidad de Sevilla (idUS), https://idus.us.es/handle/11441/115889.

3. Oñate, P. (1615-1619). Cartas Anuas de la Provincia del Paraguay, en: Leonhardt, C. (1929). Cartas Anuas de la Provincia del Paraguay, Chile y Tucumán de la Compañía de Jesús 1615-1637, Facultad de Filosofía y Letras: Instituto de Investigaciones Históricas, Buenos Aires, Tomo XX.

Sobre el autor

Cecilia Díaz

Lic. en Economía y Dra. en Sociología (UCA). Profesora de grado y postgrado de Ética en los Negocios, Economía Social y Sostenibilidad, Ciencias Económicas (UCA) y de Sociología Económica, Ciencias Sociales (UCA).

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