Valores

El secuestro de los matices

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Estoy segura de que mi primera conciencia acerca de qué es un matiz fue en la infancia y a través de la mirada de mi mamá. Recuerdo vagamente el contexto, pero, con precisión, las palabras: yo decía que algo era verde y ella me dijo no, es verde malva. Era y es así; hay distintos tonos de verde, verde inglés, verde loro, verde musgo, verde tenis entre muchos otros que ahora no vienen a mi memoria. 

Si bien parece que el origen etimológico de “matiz” no es unánime entre los lingüistas, sí sabemos que (a) no solo los colores tienen matices y (b) que no todos los perciben. Por este motivo, quizás, en las pinturerías las distintas tonalidades de un mismo color se denominan con nombres geográficos como Marrón Tobago, Azul Capri o Rojo Borneo -y el casi tautológico Amarillo Canarias. 

Por otra parte, desde siempre, se han utilizado las metáforas de la visión o de la luz para referirse al entendimiento o la comprensión. Tal es así que se suele decir que los pensamientos, las ideas y las palabras también tienen matices y que no todos pueden o quieren percibirlos.

Distingue frequenter

Reversionando este adagio escolástico, se puede decir que ver o entender es un proceso, una progresión. Una best practice del pensamiento es distinguir frecuentemente una cosa de otra y ello requiere de tiempo y actitud de descubrimiento. A veces, la distinción observada es tenue y otras veces lo único claro es que el objeto de la visión es inabarcable o demasiado profundo.

Me pregunto si el amor por los matices es solo un privilegio de dibujantes o artistas plásticos por un lado y de supuestos intelectuales o literatos por el otro. Por otra parte, en las redes o en la discusión pública asistimos a un despliegue de afirmaciones y negaciones acordes a una grieta – o a varias grietas. Para este fenómeno podríamos inventar una denominación como shadeless thinking o nuanceless opinion y podríamos definirlo -denotativamente- así: alguien expresa algo con matices, es decir, seguido de un “pero”, de un “sin embargo”, de un caveat o un disclaimer y otro que lee (o escucha) responde con aspereza y abruptamente ubicando lo leído en uno u otro lado de alguna grieta o clasificación binaria. 

Pensamiento “matiz-less”

Tratando de entender qué cosas pasan por la cabeza de ese tipo de lector (u oyente), hipotetizo que quizás necesita algo parecido a la claridad, pero que no tiene que ver con la compleja realidad, sino con su propio yo. Quizás, esta actitud surge de una necesidad de certeza, o quizás, por qué no, de una cierta pereza mental. Las gentes de acción y resolución de problemas no suelen querer detenerse en matices. Y para algunas decisiones, seguramente eso es algo muy bueno. 

Pero a medida que escribo este texto me parece ver en el rostro de ese lector “matiz-less” su desazón por haber leído algo falto de contundencia. ¿Qué es lo que lo desencanta? ¿Tendrá que ver con la posibilidad de condenar? Sí, condenar. Me animo a interpretar el proceso de su desazón como si ahora que ya leyó sobre el matiz o escuchó acerca de esa nueva tonalidad, ya no puede condenar decididamente del modo en que lo hacía antes. Y es que, si las posibilidades son binarias, ser anti- o ser pro-, es más sencillo saber hacia dónde apuntar con el dedo acusatorio. En cambio, si hay matices, ¿será que yo también puedo ser parte de aquello que acuso? 

Es decir, la conciencia de un nuevo matiz me involucra; una vez que alguien me lo hace ver, me desafía a aceptarlo, me secuestra y me obliga a una respuesta, iniciando una conversación que muchas veces no se concreta. Es verde y listo, no compliquemos las cosas -así el oyente se suele liberar con dureza del secuestrador.

En el terreno de la ética -en la reflexión oral o escrita- nunca deja de estar presente algo parecido a un dilema. En un extremo, se puede ser muy muy claro y lograr que las aguas se dividan en dos; en el otro extremo, se pueden recorrer los matices y abrir muchas posibilidades de decisión. El primero calma el miedo a la incertidumbre, el segundo modera el temor a quedar fuera de la complejidad de la vida. ¿Cuál está más cerca de la búsqueda de la verdad? ¿La afirmación categórica o la perplejidad? Quizás, ni siquiera sea válido plantearlo como dilema. Por ahora, solo advierto que el puente entre ambos extremos es un largo recorrido por el que ir distinguiendo paciente y frecuentemente una cosa de otra. ¿Qué más, si no?

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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1 comentario

  • «La conciencia de un nuevo matiz me involucra; una vez que alguien me lo hace ver, me desafía a aceptarlo, me secuestra y me obliga a una respuesta, iniciando una conversación que muchas veces no se concreta».
    Sencillamente genial.