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Errores estratégicos y determinismo

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Apuntes desde Londres.

Brexit ha cortado muchos lazos valiosos con la Unión Europea (UE), más allá del obvio valor que tiene la libertad de movimiento de bienes, servicios y personas en un mercado único. Más allá de que hay algunos argumentos a favor del Brexit, en lo personal considero que el caso británico es el de un grave error estratégico

Lo que he oído a favor del Brexit

Los argumentos utilizados por la campaña por el Brexit fueron esencialmente legales, políticos y sociales.  El argumento más escuchado entre los británicos de cierto nivel socioeconómico era que la soberanía política se estaba transfiriendo paulatinamente de Westminster a Bruselas.   Otro, un poco más sofisticado, apuntaba a que tanto la legislación que aprobaba el Parlamento Europeo como las decisiones ejecutivas de la Comisión Europea tenían un imperativo de codificación y de intervencionismo estatal, frente a la visión pragmática del common law y a la prioridad al mercado del debate ideológico británico.   Intuían que habría un núcleo de la UE que tendería a una unión política para que todos los demás mecanismos institucionales y de decisión sean compatibles y construyan una Unión más fuerte. Desde las islas se percibía que “en Europa” cada vez se aplicaba menos el principio de subsidiariedad y que las decisiones se tomaban cada vez más lejos del pueblo británico y sus circunstancias. Y que la pelea dentro de la Unión de 28 contra el estatismo era demasiado trabajosa.

Lo que me han señalado como beneficios perdidos

Los beneficios identificados durante la campaña a favor de permanecer en la Unión Europea fueron principalmente culturales y económicos. Generalmente fueron difundidos con timidez, con vergüenza y con una buena medida de culpabilidad por ser más europeísta que patriótico.

En lo cultural, la Unión ha generado una serie de mecanismos de equivalencia en los sistemas de educación – hasta grado y postgrado universitario – y en la enseñanza de los distintos idiomas. Becas para estudiar en intercambio les han abierto la mente a muchos jóvenes del continente, aumentando la comprensión de sus diferencias y estimulando el conocimiento sin prejuicios de la psicología y la cultura de otras naciones.

Si en los años 80 era más fácil que un “europeo” fuera alguien nacido en países no europeos (como Argentina), hoy ha entre los jóvenes una conciencia de pertenecer a un espacio común con una Weltanschauung2 muy compatible entre individuos de diferentes países; y más precisamente una herencia cultural compartida, como existía antes de la 1ª Guerra Mundial según Stefan Zweig.

En lo económico, el Brexit ha sido el equivalente a arrancar un órgano de un cuerpo humano. Gran Bretaña perteneció al compacto europeo desde 1974 cuando un referéndum aprobó su ingreso al Mercado Común, posible ya sin Charles De Gaulle en la escena.

Sería fácil señalar la absoluta integración de las cadenas de valor británicas en el contexto europeo. Un país habituado por necesidad a la apertura comercial, sus supermercados tenían buena parte de la oferta de productos provenientes del Continente: de pronto, todos se convirtieron en importados. Los fabricantes británicos se habían habituado a pensar en un mercado de 440 millones de personas que de un plumazo se habían convertido en clientes extranjeros.

Más grave aún ha sido el impacto en el sector de servicios, del que el Reino Unido y Londres en particular eran bastiones indiscutidos dentro de la UE. Bancos comerciales, bancos de inversión, fondos comunes, administradores de activos, consultores en management, consultores técnicos, publicitarios, abogados de transacciones cross-border: de pronto se convirtieron en exportadores de servicios con las dificultades que eso conlleva. No se produjo una estampida, pero sí hubo movimientos hacia el Continente de oficinas y personas – acentuando la no pertenencia al euro…

El slogan Global Britain inspirado por Boris Johnson será de muy difícil realización y tendrá magros dividendos comparados con el costo de oportunidad de la ruptura con la Unión.

Ante un error estratégico.

Más allá de la polémica generada por la implementación sensata del acuerdo de frontera dentro de la isla de Irlanda, hay muchas situaciones negativas que han perdurado más allá del momento shock en que se concretó la ruptura. Por ejemplo, la escasez de tomates en los supermercados por falta de manos que trabajen en su cosecha; o la falta de enfermeras y parteras en los hospitales públicos…

Más grave para el Reino Unido e incluso para la propia UE es la pérdida de influencia sobre las decisiones y políticas de la Unión, ya que la salida británica debilitó al grupo de los países generalmente nórdicos más proclives a la libertad económica y al criterio de subsidiariedad en el rol de las instituciones europeas. El Reino Unido ha dejado de ser visto por los EEUU como su intérprete en la relación con Europa y si no fuera por su condición de segunda potencia militar y naval de la OTAN no tendría el mismo peso político en la escena mundial.

Si miramos las consecuencias económicas del Brexit, los resultados podrían ser catastróficos cuando se implemente la totalidad de los controles y trámites fronterizos que se interpondrán en el tráfico de camiones y mercaderías con el Brexit. Muchas empresas, en particular de servicios financieros, han preferido mudar sus sedes a otras ciudades para no perder su condición de “empresa EU” y poder seguir operando en el Mercado Único – un poco como le ocurrió a Cataluña con la fiebre independentista de hace algunos años.

Aunque caminando por Londres, uno no deja de sorprenderse por la cantidad de grúas que trabajan en obras de dimensiones a veces faraónicas de grandes desarrollos comerciales y residenciales; de sus restaurantes rebosantes de comensales; de sus calles llenas de turistas y shoppers. Pero el panorama en el resto de la isla parece ser muy distinto y se registra la aparición de poltergeists8 en la UE.

El determinismo y la sociedad británica

Lecturas y conversaciones ocasionales conducen a dos observaciones:

  • La mitad del país considera que el Brexit estuvo equivocado como concepto, sobre todo mirando las consecuencias en el día a día.
  • Un porcentaje adicional, aun pensando que el Brexit fue una buena decisión, opina que ha estado muy mal implementado y que casi hubiera sido preferible que no se concretara.

La conclusión lógica de un extranjero sería imaginar que el Brexit se va a ir deshaciendo lentamente o que quizás en algún momento dramático un gobierno británico tome la histórica decisión de revertir la salida de la UE.

Sin embargo, no he encontrado un británico que piense que el Brexit se revertirá totalmente9, pero sí que quizás se comience a dar algún paso tibio en ese sentido a partir del gobierno siguiente al próximo; es decir, recién después del año 2031

De nada sirve que se vivan consecuencias negativas palpables en el día a día, sustanciales o anecdóticas. Tampoco que se hagan sesudas consideraciones estratégicas. Se ha apoderado del ánimo general y del estado del discurso público un cierto determinismo que ha fosilizado posiciones y adormecido reclamos y reacciones. No se puede imaginar la corrección del error estratégico del Brexit sino en una cantidad importante de años, con las consecuencias sobre la sociedad británica que tiene y tendrá esta decisión ligeramente tomada y peor implementada.

Tozudez idiosincrática, singularidad milenaria, aislamiento secular del habitante de las islas, inercia del gran paquebote. Expliquémoslo como lo expliquemos, es determinismo. Y éste inhibe el reflejo pragmático de pensar y admitir que “me equivoqué”, característica tradicional del Partido Conservador del Reino Unido. Por eso no se puede imaginar una reacción rápida para corregir el error estratégico grave que el Brexit representa para ese país.

Combatir al determinismo en la empresa

Ahora bajemos del estratosférico mundo de la política y la sociología a nuestro mundo más concreto de la administración y de las empresas.

No hay nada peor para una empresa que cometer un error estratégico y no saber o no poder reconocerlo: sin dudas, producto de un CEO o de un management infectados por la hybris.

Este error puede producirse en una etapa de análisis – la inteligencia equivocada a la hora de tomar una decisión. También podría provenir de un mecanismo equivocado de decisión y/o de un método de evaluación de alternativas que tenga sesgos importantes. Por último, podría ser el resultado de una mala planificación o en el seguimiento de la implementación.

Pero poco importa la fuente. El error estratégico está allí y puede llegar a ser percibido por un vasto número de stakeholders de la empresa. Si en la organización se construyó una mentalidad estratégica, se tomarán las medidas que permitan romper cualquier tendencia al determinismo y corregir la situación. La presencia de esa mentalidad estratégica será el mejor antídoto contra el empecinamiento y el auto convencimiento.

La mentalidad estratégica desarrollará alarmas externas ante cambios inesperados en el entorno que hagan obsoleta la elección de estrategia o de negocio que se haya hecho. También habrá alarmas internas que medirán el grado de insatisfacción y también las complejidades que provoquen capacidades inexistentes o sobreevaluadas. Habrá un magma cuestionador de todas las hipótesis que se hayan hecho sobre la evolución del sistema y reflejos bien aceitados para detectar desvíos sustanciales; y sobre todo la voluntad de asumir el error como organización y tener la valentía y la energía para volver sobre sus pasos y corregir lo que haya que corregir…

Una advertencia final

No siempre se percibe un error estratégico enseguida. Una actitud de prudente y cuestionadora observación no es igual a una fe ciega en los procesos de decisión de la empresa. En el despegue de un avión, los pilotos saben que sin una velocidad mínima no pueden despegar, pero también que hay una velocidad más allá de la cual no se puede cortar el despegue.

Esa capacidad de discernimiento es necesaria en la empresa y no tiene la precisión que tiene en la aviación comercial. Sin embargo, es el elemento práctico que permitirá desactivar el determinismo y volver a la flexibilidad estratégica que necesita toda empresa en este mundo actual.

 

*Publicada originalmente en , blog de Integra, Consultoría en Estrategia e Implementación.

 

Sobre el autor

Alejandro Marchionna Faré

Ingeniero Industrial (UCA), MBA (Harvard) y Doctor en Administración (UCEMA). Consultor en estrategia, miembro profesional de Directorios, profesor de postgrado, Chartered Director. Secretario General del Instituto de Gobernanza Empresarial y Pública (IGEP).

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