Valores

¿Es la reciprocidad una virtud cristiana?

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Es muy probable, estimado lector, que luego de esta breve página Ud. quede con más preguntas que respuestas, tal como yo lo estoy. A pesar de ello, por favor, permítame compartirle esta reflexión para que yo pueda escuchar o leer la suya.

No esperar recompensa

Desde siempre hemos recibido la enseñanza sobre el compartir y hacer el bien (Hb. 13, 16) o no negar un favor a quien te lo pide, si te es posible hacerlo (Prov. 3, 27). Y también hemos escuchado que no hay que esperar nada a cambio (Lc. 4,13). Ya sea que si hacemos el bien para que otros lo vean o hacemos alarde, en ese caso ya tendríamos recompensa (Mt 6,2) o si somos buenos solamente con quienes lo son con nosotros ¿qué mérito tiene? ¿qué tiene de especial? “Los paganos se comportan así”(Mt. 5:46-47). En este sentido pareciera claro que la reciprocidad es una virtud no-cristiana.

A su vez, la Didajé  -enseñanza apostólica del siglo I- nos dice: “Si alguno se apropia de algo que te pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de su propia gracia sean distribuidos entre todos”. Y también dice: “Si alguno recibe algo estando en la necesidad, no se hace acreedor a reproche ninguno; pero aquel que acepta alguna cosa sin necesitarlo, dará cuenta de lo que ha recibido y del uso que ha hecho de la limosna (…) ` ¡Antes de dar limosna, déjala sudar en las manos, hasta que sepas a quien la das! ´”. Muy distinto del famoso refrán “haz el bien sin mirar a quién” ¿no?

Por otra parte, en el ámbito de las empresas y organizaciones, las buenas prácticas de management nos hablan de construir confianza, de Team Building en los que cada integrante sepa que puede contar con la respuesta del otro y así poder lograr los objetivos que los aúnan. 

Intentando aplicar aquellas enseñanzas al ámbito laboral, me surgen diversas cavilaciones que por ahora traen casi ninguna certeza.

La confianza

La confianza es una realidad relacional, frágil como todas ellas, que se funda en la libertad de las personas. En las interacciones laborales, la confianza -según algún estudio- se basa no solo en las características y actitudes de las personas relacionadas sino también en cómo y con qué frecuencia interactúan. Entre esos “cómo”, se me ocurre que se puede incluir el equilibrio o el balance entre lo que se da y lo que se recibe en la vida cotidiana laboral, o también, en una aceptación pacífica de un cierto desequilibrio, pero que no llega a opacar la calidad del vínculo.

Además, en el ámbito laboral no hablamos de limosna. Si bien en la posibilidad de administrar recursos, oportunidades, lugares, reconocimientos, recompensas hay -de hecho- alguna forma de asimetría, no es la asimetría que presupone la limosna. Es decir, quien tiene en una organización la posibilidad de asignar, designar, distribuir -ya sea cargos, recursos, ascensos- se encuentra en una posición asimétrica respecto de quién no; pero el que recibe no está técnicamente en la indigencia, es un colega, un colaborador. Es verdad que, a esto, alguien podría objetar que aquellos recursos que el responsable de turno asigna no le pertenecen, sino que son de la organización. Pero, es un hecho que nos manejamos con cierta idea de ownership sobre aquello que se administra -por la responsabilidad que se nos ha delegado para tomar esas decisiones. En este sentido, es lógico preguntarse si cabe hablar de reciprocidad en un vínculo que hay cierta asimetría; quizás algunos respondan que sí y lo llamen lealtad.

La confiabilidad deseable en los ambientes de trabajo no necesita de una inspiración religiosa para predicarla. Se trabaja mejor en un buen clima, donde los integrantes de una organización son conscientes de su interdependencia para llevar a cabo un esfuerzo colectivo. 

Pero ¿es una virtud?

Parece bastante claro que ser confiable o ser agradecido son virtudes. Pero ¿lo es la reciprocidad? A partir de la generosa lectura del borrador anterior a este texto, Héctor Reynal me dice que actuar de modo recíproco sería un acto justo -o gratuito, en el caso del agradecimiento; y María Cecilia Díaz me dice que la reciprocidad es un tipo de capital social. Es decir, es un vínculo social que no es incondicional -el comportamiento del otro importa- en el que está en juego la creación de bienes comunes. En esta perspectiva que aporta Cecilia, la reciprocidad es un acuerdo fruto de un propósito que tiene reglas y sanciones. Ahora, si es así, se pregunta ¿cooperar es un comportamiento virtuoso? Reynal diría que sí, si es cooperar en el bien.

Do ut des

También hay un tipo de reciprocidad que se suele oscurecer bajo la sombra de una actitud utilitaria de las personas: el “toma y daca”, “una mano lava la otra” y el “hoy por ti y mañana por mí”. Esta dimensión transaccional de la reciprocidad tiene connotaciones positivas y objetivas de justicia conmutativa o de una herramienta de negociación, pero también negativas y subjetivas como cuando el do ut des (“te doy para que des”) llega al extremo de manipular al otro o extorsionarlo. La cuestión aquí es que, si bien podemos observar los comportamientos de las partes en la transacción, no es posible tener plena certeza de las intenciones que los mueven.

Mi lectura

Supongo que cuando a la carpintería de José y Jesús llegaba un trabajo grande, ellos convocaban a otros colegas de la zona. Y supongo que llamarían tanto a los que los habían convocado antes a ellos y a otros que no. Lo que no estoy segura es de si José y Jesús hubiesen vuelto a llamar a aquellos carpinteros que no respondieron bien o que no fueron recíprocos. Quizás sí, si la falta de reciprocidad fue solo una vez; quizás no, si ocurrió varias veces. Lo que es seguro, que nunca tomaron venganza o hablaron mal de ellos o le reclamaron nada.

Por otra parte, todos tenemos un blind-spot que no nos permite ser recíprocos, o al menos ser agradecidos -que es también una forma de reciprocidad o de recompensa. ¿Acaso no tenemos todos un punto ciego fruto del ego que no nos deja ver la dosis de gratuidad o arbitrariedad que podría no habernos favorecido? Tendemos a considerar que lo recibido era lo que nos merecíamos, mi derecho o lo justo. 

¿Y qué si las condiciones de la reciprocidad cambian? Todo cambia, el contexto, las circunstancias, las personas. Pero ahí está la comunicación abierta y honesta, para suplir la reciprocidad y habilitar la comprensión mutua. 

Hasta aquí y con dudas, digo que ser o actuar de modo recíproco -en el bien- parece ser una virtud natural, humana y base de la confianza laboral. Que sea “pagana” no quiere decir que no sea una virtud, sino que, en tal caso, se nos invita a superarla, pero no a negarla. La Palabra no nos está habilitando a la dureza del “si lo recibí es porque me lo merezco” o a un burlador “¡Que Dios te lo pague!”. Quizás nos invita a no ser vengativos, a perdonar o como dice algún versículo del Antiguo Testamento -que ahora no pude encontrar- a “no echar en cara el bien realizado”.

Los leo o escucho.

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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