Mateo 14, 25-33
A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”. “Ven”, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”. En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”.
En nuestro lenguaje coloquial llamamos «hombre de poca fe» a quien carece de confianza en el resultado esperado de los eventos. Por ejemplo, si alguien muestra preocupación por la viabilidad de un plan, un buen amigo podría llamarlo «hombre de poca fe» para destacar su falta de confianza en sus planes o en la Providencia Divina. Honestamente, solía interpretar casi como pensamiento mágico las palabras de nuestro Señor dirigidas a Pedro: Si tienes fe todo saldrá bien para ti. Luego de meditar este pasaje del Evangelio he llegado a otra conclusión: la falta de fe es más bien la principal causa de todas nuestras ansiedades.
En primer lugar, analicemos brevemente lo sucedido a Pedro cuando él salió al encuentro de Jesús sobre el agua: Al ver al Señor caminar sobre las aguas, Pedro, siendo Pedro, decidió intentarlo también. Pidió al Señor que le mandara a su encuentro sobre el agua y, sorprendentemente, Pedro caminaba sobre el agua. Es un acto asombroso, tan extraordinario que podríamos pensar que todo lo demás careciera de importancia. Sin embargo, el miedo a la tormenta abrumó a Pedro, y este empezó a hundirse. Pedro desvió su atención del Señor y del milagro que ocurría frente a él, y se concentró en la tormenta. Él dejó de enfocarse en el Señor y su hundimiento fue inmediato. A lo largo de los siglos, este pasaje ha servido como una advertencia espiritual, recordándonos la importancia de mantener nuestra mirada en el Señor en lugar de dejarnos distraer por las tormentas de la vida.
Este pasaje también contiene un significado profundo oculto a nuestros ojos modernos, pero habría tenido un gran impacto en un judío del siglo primero. Para una exploración detallada de este tema, recomiendo la lectura del libro «The Case for Jesus» de Brant Pitre. Al inicio del pasaje cuando los apóstoles vieron a Jesús caminando sobre el agua, lo confundieron con un fantasma y se asustaron. Pero nuestro Señor les responde «Tomen coraje, soy Yo; no tengan miedo». Allí el afirmó su divinidad, resonando con la declaración divina «Yo soy el que soy» del Éxodo 3:14. Caminar sobre el agua y calmar la tormenta se convirtieron en manifestaciones tangibles de su naturaleza divina. Esto explica por qué aquellos en el barco se arrodillaron y reconocieron ante Jesús: «Verdaderamente eres el Hijo de Dios».
Entonces, ¿qué significa esto para nosotros como cristianos? ¿Qué significa esto para mi vida? Vivo aterrado del miedo la mayor parte del día la mayoría de los días: ¿están bien mis hijos?, ¿soy un buen esposo y padre?, ¿por qué dije o no dije esto, hice o no hice aquello?, ¿cometí un error en el último comité ejecutivo?, ¿por qué evité esa conversación incomoda?, ¿trabajo lo suficiente? ¿trabajo demasiado? ¿cómo será mi próxima evaluación y conseguiré el ascenso?, ¿cómo afrontaré los próximos 20 años hasta que mis hijos se gradúen de la universidad?, ¿y si este candidato gana las elecciones?, ¿y si el otro candidato gana? Nunca termina… Estoy tan lleno de miedo y dudas que me abruma y ahoga algunos días. En este pasaje Jesús me da, nos da, la solución a estos miedos y estas dudas diabólicas: enfócate en Él y solo en Él. Si miras al Señor, verdadero Dios, si Él es la única cosa en la que te enfocas no temerás a ninguna tormenta: estarás caminando sobre el agua junto a Él sin hundirte.
Hay otro aspecto que podemos desentrañar en este pasaje: nuestra confianza en nosotros mismos en lugar de confiar en el Señor. La sociedad actual nos insta de manera casi cómica a ser nuestros propios dioses y nos promete que, con suficiente voluntad, encontraremos la solución (Ese llamado a la voluntad anglosajón: If there is a will there is a way). Al observar mi vida y las dificultades que he enfrentado, así como las que enfrento en la actualidad, veo cómo este patrón se repite día tras día. Si me fue mal en la escuela, me culpo por no haber estudiado lo suficiente. Si no fui lo suficientemente amable con mis hijos, me pregunto cómo pude ser tan brusco. Si cometo un error en una hoja de cálculo, me pregunto cómo pude pasar por alto mi error. Me elevo a ser la causa y la solución de todos mis problemas. Vivo el infierno de la autosuficiencia. Sin embargo, siendo menos hombre que Pedro, el primero de los apóstoles ¿cómo puedo esperar no hundirme aún más rápido que él si dejo de fijar mi mirada en Jesús?
Meditar sobre este pasaje me brinda esperanza y fortaleza. No estoy seguro de cómo se desarrollarán las cosas para mí y mis seres queridos. No estoy seguro de cómo puedo superar estas ansiedades y miedos cotidianos, pero estoy seguro de que sólo podré superarlos si me centro en Jesús, si Él es el centro de mi vida. Rezo para que Él me haga un hombre de gran Fe – un hombre de una Fe firme.
Hola Pedro, profundo mensaje. Gracias por compartir tus reflexiones.
Estimado Pedro:
Muy bueno su articulo, me gusto mucho su enfoque. Cuando dejamos de fijarnos en Jesús, entramos en zozobra, perdemos el norte. Que implica fijarnos o poner la vista en Jesús? Para mi quiere decir tener una relación personal con Jesús, una relación donde pueda hablar con El con toda confianza. Eso no obstante es bastante difícil debido a nuestra fragilidad humana, al pecado que reside en nuestra carne. Pero Jesús nos conoce y no hay ningún ropaje que podamos vestir para pretender ser algo distinto ante Jesús.
Entiendo no obstante que para tener una relación con Jesús existe un paso previo, que es una gracia como resultado de una decisión personal. Y esa decisión personal es rendirnos a Jesús en forma incondicional, vale decir entregarle de corazón todo lo que somos y tenemos. Presentarnos ante El totalmente pobres y desvalidos. Y ahí podremos volver a nacer de lo alto, la respuesta de Jesús a Nicodemo, que es Su gracia. De ahí en mas podremos tener una relación con Jesús donde el miedo quedo afuera, donde no hará falta hacer méritos para obtener algo. Donde reconoceremos que todo es Gracia.
Un afectuoso saludo. Arnaldo
Excelente Pedro. Te felicito. De eso se trata la vida. De tener fé y Dios nos pone prueba.
Es tan fácil quedarse cómodo y agarrado de la orilla. Sin embargo, Dios quiere que vayamos madurando en nuestra fe también. Para ir al hondo del océano pero NO a flotar en el agua. sino a caminar con él sobre las aguas.