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Instituciones y generación de riqueza

Granos en el mundo
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“(…) Si logramos buscar puntos de coincidencia

 en medio de muchas disidencias, 

en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, 

de construir una paz que sea buena para todos, 

ese es el milagro de la cultura del encuentro (…)”

Papa Francisco (1)

La degradación social                                                                            

En un contexto económico que genera una multitud de excluidos, la institucionalidad argentina se resquebraja. ¿O el proceso ocurre a la inversa y la baja calidad de nuestras instituciones conduce a miles de argentinos a la miseria? 

Los datos resultan alarmantes. El último informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) indica que, durante el 2022, la pobreza en nuestro país alcanzó al 43,1 % de la población y se estima que este año, podría llegar al 45 % (2).

A su vez, el barómetro de la deuda social de la infancia del mismo observatorio de la UCA, indica que el 67,3 % de los niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años, no cuentan con libros en su hogar, y que —a pesar de la importancia de la lectura dentro del proceso de alfabetización y en el desarrollo del pensamiento abstracto— más de la mitad de ellos no tienen comportamiento lector de textos impresos (3).

Además, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), en el segundo semestre del 2022, el 54,2% de los menores de 14 años se encontraban en situación de pobreza (4)

Por otra parte, existen en el país, aproximadamente, 1.834 villas o asentamientos en los cuales viven alrededor de quinientas mil personas. 864 de esos asentamientos se encuentran en el Conurbano Bonaerense (5)

En este marco, resulta urgente que toda la plana dirigencial de nuestro país enfoque sus energías en proyectar el desarrollo de nuestra sociedad. 

Más aún, resulta acuciante diseñar, consensuar e implementar políticas públicas de largo alcance, previa evaluación de su impacto normativo (RIA por sus siglas en inglés, Regulatory Impact Assessment, una herramienta de análisis de regulación poco utilizada por los administradores y legisladores locales).

Entonces: ¿Qué entendemos por desarrollo?

Según explican Mota Prado y Trebilcock (6), existen distintas acepciones del término en cuestión. Ellas son: 

  • Desarrollo como crecimiento económico: En esta visión se asoció el desarrollo con la riqueza. Es decir, los países más ricos se consideraron más desarrollados que los pobres. Se mide, entonces, la riqueza a través del PIB (producto interno bruto). Esta definición del desarrollo puede ser deficiente, por lo que resulta más acertado medir el desarrollo de un país según su PIB per cápita. En este sentido, el crecimiento económico puede colaborar en el incremento del PIB per cápita, pero puede que el crecimiento no implique una reducción de la pobreza y la desigualdad.  
  • Desarrollo como ausencia de pobreza: Esta definición que hace especial hincapié en la pobreza, puede ser deficiente cuando se la entiende desde una óptica puramente economicista. Así, se ha definido a la pobreza como la situación de un individuo que tiene para su subsistencia menos de 1,25 dólares diarios (índice que ha tomado, por ejemplo, el Banco Mundial). Esta medición no advierte, por ejemplo, que un individuo puede estar radicado en un país que cuenta con un sólido sistema de asistencia social (buenos hospitales públicos a los que puede acceder, comedores, educación pública y gratuita) con lo cual su situación será muy distinta de aquel ciudadano de otro país que tenga menos de un dólar diario y que, además, no cuente con ese sistema de asistencia social.  
  • Desarrollo como libertad: Esta concepción está basada principalmente en el célebre libro de Amartya Sen Desarrollo y Libertad. Mota Prado y Trebilcock sostienen que “(…) la libertad en sus diversas dimensiones (libertades políticas, servicios económicos, oportunidades sociales, garantías de transparencia y seguridad protectora) constituye tanto el medio como el fin del desarrollo. Esas libertades son complementarias, se refuerzan mutuamente y promueven formas más fuertes de agencia individual, la vez que expanden las capacidades, oportunidades y el funcionamiento humano. En ese contexto, el crecimiento económico adquiere relevancia en función de lo que les permite lograr a los individuos, las comunidades y las sociedades de las que forman parte. No obstante, el crecimiento económico no es el único medio de promoción del desarrollo” (7).  
  • Desarrollo sostenible: Esta definición centra su interés por la sostenibilidad del medioambiente como resguardo de la biodiversidad para el disfrute de las generaciones futuras. Fue incluida entre los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio —planteados por 189 países miembros de las Naciones Unidas— y añadió a la visión integral clásica del desarrollo otros aspectos relevantes como son la promoción de la igualdad de género y la erradicación de la pobreza y el hambre.
  • Desarrollo como calidad de vida: Se basa en la creación del índice de Felicidad Bruta (FNB) centrado, a su vez, en función del bienestar. Este índice, según describen Mota Prado y Trebilcock, contempla nueve dominios: “bienestar psicológico, salud, educación, uso del tiempo, diversidad y resiliencia cultural, buen gobierno, vitalidad comunitaria, diversidad y resiliencia ecológica, y estándares de vida. Estos dominios se consideran condiciones de buena vida y se miden por medio de 33 indicadores. (8)”  Un punto crítico de esta definición de desarrollo resulta ser la imposibilidad de establecer criterios objetivos de medición de las variables y una metodología unificada e imparcial para evaluar el nivel de felicidad entre sociedades disímiles.  

Instituciones y prosperidad

Sin perjuicio del mayor o menor peso que asignemos a cada uno de los elementos que integran las definiciones precedentes, es incuestionable que para que exista desarrollo se requiere un marco institucional que fomente la generación de riqueza. 

En cuanto a nuestra Patria, Juan Bautista Alberdi, quien fue —junto a Benjamin Gorostiaga— uno de los principales pensadores de la organización nacional, escribió en su obra Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, que “La riqueza importa a la prosperidad de la Nación y a la existencia del poder” (9). Es decir que, para Alberdi, una de las principales tareas del gobierno era promover la creación de riqueza.

En consecuencia, la pregunta que surge naturalmente es: ¿Cómo fomentar la creación de riqueza, a la que aludimos, dentro de un país determinado? Lo que nos puede llevar, también, a la pregunta de por qué algunas naciones fracasan en el intento de alcanzar ese objetivo. 

Para dar respuesta a ello, los teóricos Daron Acemoglu y James Robinson, en su ya célebre obra Por qué fracasan los países, sostienen que las disparidades socioeconómicas entre los estados no tienen que ver con diferencias étnicas, culturales, ideológicas o geográficas existentes entre las naciones, sino que las desigualdades en el desarrollo están relacionadas, principalmente, con la calidad de las instituciones políticas y económicas de cada uno de los países (10).

Para explicar su teoría, los autores objetan tres falacias ampliamente aceptadas en el mundo de las ciencias sociales.

En primer lugar, la que ellos denominan la hipótesis geográfica que señala que algunos países son más prósperos que otros porque tienen determinado clima y/o geografía y poseen determinados recursos naturales a su disposición. 

Sin embargo, Acemoglu y Robinson replican esta afirmación, exponiendo casos como el de la región de Nogales. A dicha ciudad, no la separa ningún accidente geográfico (de hecho, las condiciones climáticas son prácticamente las mismas), sino que las separa la frontera entre los Estados Unidos —dentro del cual la renta media es de $30.000 dólares — y México —dentro del cual la renta media es cerca de la tercera parte de lo que es en el país vecino—. Al parecer, no es la existencia de condiciones geográficas, ya sean distintas o similares, las que determinan el desarrollo de un estado.

En segundo lugar, estos intelectuales refutan la denominada hipótesis de la cultura que, en resumidas cuentas, esgrime que algunos países fracasan porque carecen de determinada ética del trabajo, son un tanto derrochadores, o tienen una tendencia a la anomía. 

Ante estas afirmaciones, los profesores exponen el ejemplo de la historia común que unió durante años a las actuales Corea del Norte y Corea del Sur. Antes de la guerra de Corea, se trataba de una sociedad bastante homogénea en cuanto a su etnia, idioma y cultura. Sin embargo, luego de la división, la desigualdad entre ambos países se acrecentó notablemente y hoy día, por ejemplo, la esperanza de vida de un norcoreano es diez años menor que la de un surcoreano y el nivel de vida de un habitante de Corea del Sur es similar al nivel de vida de algunos países europeos. Para los ensayistas, esta diferencia radicó en la apuesta que realizó Corea del Sur por la inversión en educación, el comercio, la industrialización y las transferencias tecnológicas.   

Finalmente, Acemoglu y Robinson impugnan la llamada hipótesis de la ignorancia que, dicho brevemente, asegura que la razón del fracaso de algunos países se debe a que los gobernantes —la élite dirigencial— no saben cómo hacer para desarrollar un país o sacarlo de la pobreza. Ante estas aseveraciones, aclaran que a lo largo de la historia ha habido una serie de experiencias económicas aplicadas por expertos y que, sin embargo, fracasaron. Ello no se debió a la falta de información o de preparación, sino que, en dichas naciones, las políticas económicas se implementaron a través de instituciones extractivas que enriquecían a un grupúsculo a costa del resto de la sociedad (11).   

A lo largo de su obra, entonces, destacan la importancia de un buen diseño institucional, como fuente de prosperidad de un país. 

En esta inteligencia, Acemoglu y Robinson afirman que “(…) cada sociedad funciona con una serie de reglas políticas y económicas creadas e impuestas por el Estado y los ciudadanos colectivamente. (…). Es el proceso político lo que determina bajo qué instituciones económicas se vivirá y son las instituciones políticas las que determinan cómo funciona este proceso. (…) Como las instituciones influyen en el comportamiento y los incentivos en la vida real, forjan el éxito o el fracaso de los países” (12)

Así pues, los autores defienden la idea de que para comprender la desigualdad –y por contraposición, para entender el grado de desarrollo de algunos países- tenemos que analizar por qué algunas sociedades están organizadas de una manera ineficiente y socialmente indeseable (13).  

Hace 165 años, Alberdi ya advertía que las leyes y el diseño institucional eran determinantes para fomentar el desarrollo de un país y se preguntaba “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse?” (14).

Un interrogante que nos convoca a reflexionar en torno a los beneficios que produce la existencia de instituciones de calidad. 

En suma, la consolidación del estado constitucional de derecho, el respeto a la propiedad privada y la seguridad jurídica, la existencia de mercados competitivos, la alternancia de los gobernantes, el fortalecimiento de las democracias participativas, el rescate de quienes se encuentren en situaciones sociales desventajosas, la transparencia en los actos de gobierno y la independencia del poder judicial, son tan solo algunos de los objetivos que las instituciones virtuosas deben promover y alcanzar.  

 

  1.  Exhortación apostólica postsinodal CHRISTUS VIVIT del Santo Padre Francisco a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios. Enlace aquí
  2.  Puede acceder al informe desde el siguiente link: https://uca.edu.ar/es/noticias/informe-de-avance-deudas-sociales-en-la-argentina-urbana-2010-2022
  3.  Puede acceder al informe desde el siguiente link: /https://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20Deuda%20Social/Documentos/2023/Documento%20Estadistico_Infancia_Retorno_Privaciones.pdf
  4.  Puede acceder al informe desde el siguiente link: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/eph_pobreza_03_2302A7EBAFE4.pdf
  5.  Pagni, Carlos, El Nudo, por qué el Conurbano Bonaerense modela la política argentina, Editorial Planeta, Ciudad de Buenos Aires, página 51.
  6.  Trebilcock Michael J. y Mota Prado Mariana, Derecho y Desarrollo, Guía fundamental para entender por qué el desarrollo social y económico depende de instituciones de calidad, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2017, páginas 22/35.
  7.  Obra citada, Tribilcock y Mota Prado, página 26.
  8.  Obra citada, Trebilcock y Mota Prado, página 33
  9.  Alberdi, Juan Bautista, Organización de la Confederación Argentina, tomo II que contiene: 1.-Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, 2.-De la integridad nacional de la República Argentina, bajo todos sus gobiernos. /// Nueva Edición con un estudio preliminar sobre las ideas políticas de Alberdi, Casa Editora Pedro García y Cía., Buenos Aires, página 3., se puede acceder a la obra desde el siguiente link:  http://www.bibliotecadigital.gob.ar/items/show/1301
  10.  Acemoglu Daron y Robinson James, Por qué fracasan los países, Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, Editorial Ariel, 2014.
  11.  Obra citada, Acemoglu y Robinson, páginas 67/85
  12.   Obra citada, Acemoglu y Robinson, páginas 59 y 60.
  13.  Obra citada, Acemoglu y Robinson, página 89.
  14.  Obra citada de Alberdi, página 9.

Sobre el autor

Ricardo Gastón Astudillo

Relator en la Defensoría General Adjunta CAyT, Ministerio Público de la Defensa de CABA. Es doctorando en Derecho en la Universidad de Palermo y maestrando en Derecho y Economía en la Universidad Torcuato Di Tella.

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