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La maldición de los Ceteris Paribus

Imagen: PIXABAY
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“La maldición de los Ceteris Paribus” parece el título de una serie de zombies etruscos que transcurre en Imperio Romano, pero no, no lo es, al menos todavía.

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Cuando hice mi MBA tuve excelentes profesores de economía tales como Omar Chisari, Marcelo Lascano, Luisa Montuschi, Vicente Vázquez Presedo o Javier Villanueva. Era la época del primer mundo menemista y solo había tres de ese tipo de posgrados en la Argentina -súper extensos en carga horaria y estudiábamos muchísimo bajo la mística de la globalización. Como el que yo hacía estaba dirigido por un economista -y no existía la CONEAU- cursamos unas seis materias de economía. 

Recuerdo una conversación posterior a la clase con uno de aquellos profesores. Con un gesto que mezclaba ofensa y desconcierto, me preguntó literalmente si yo lo estaba cargando. Él había estado explicando unos gráficos donde L1 y L2 se referían al factor trabajo (Labor) y decía cosas tales como que los trabajadores esto y los trabajadores lo otro. Levanté la mano y le pregunté algo así como qué son -o quiénes eran- los trabajadores; yo tenía veintipico de años y como me pasó durante mucho tiempo, solía condensar –aún en menos palabras que ahora- muchas inquietudes confusas y todas a la vez. Mirando para atrás, preguntaba no solo con ignorancia sobre economía, sino como filósofa que pide una definición y un objeto denotado por ella. También, preguntaba como quien -por cuestiones de familia- siempre había escuchado un lenguaje sindical para referirse a los trabajadores.

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Aquella conversación con el profesor de economía, fue para mí un importante aprendizaje epistemológico-vital.

¿Existe algo así? Si no existe, lo inventamos ahora. Definiría este tipo de aprendizaje como el darte cuenta de que el enfoque de la realidad que aprendiste en los años de formación en tu Alma Mater no es -ni de lejos- el único posible. Aprendizaje que puede ser aún más difícil cuando la ciencia en la que fuiste formado en tu carrera de grado es de aquellas que “se cree mil” – la filosofía no es la única.

No sé si para el profesor fue también un aprendizaje, pero como hacía muy bien lo suyo en la clase siguiente me dijo “ya sé cuál es tu problema” y me prestó el libro de Mark Blaug publicado por Alianza Editorial, La Metodología de la Economía o Cómo Explican Los Economistas. Maravilloso.

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A veces, vemos que el otro “tiene un problemita”: no entiende o no podemos comunicarnos bien. Sin embargo, para entender al otro no siempre lo que se necesita es empatía, sino una suspensión del juicio -una epojé– para escuchar no solo lo que dice, sino la lógica con que lo dice. Y no me refiero a algo inconsciente. En el ámbito de la empresa, por ejemplo, es entender el razonar de una profesión -el ingeniero, el abogado, el contador o la lógica de un rol –el director de ventas o el de producción. Y esto, como dije, no es empatía porque no viene por el lado del pathos, del sentimiento, del sufrimiento o de la experiencia sino de la estructura mental, en este caso, adquirida en el ejercicio de la profesión o en la formación universitaria. 

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Otro aprendizaje en el MBA, ya no de tanta magnitud, fue el concepto de Ceteris Paribus. Este dúo dinámico de palabras latinas usadas por la economía significa “lo que resta, queda igual” o también “quedando el resto de las cosas, iguales”. 

¿Recuerdan los estudios de física del colegio secundario? Mi profesora era “la Giráldez”, venía a dar clases con sueño y explícitamente no daba un mango sobre mi futuro en la filosofía. A mí me gustaba la física y era de las carreras que consideraba seguir. Pero no me entusiasmaba cuando ella decía algo así como vamos a medir la velocidad de la subida del globo aerostático, pero sin considerar el viento. ¿Qué?

Aunque es muy probable que recuerde mal lo que nos explicó la Giráldez, sí recuerdo muy bien que implicaba la necesidad de abstraerse de la realidad real, de aquella que te arruina el brushing o te vuela el peluquín, o te llena la boca de pelos en la ruta en verano y en invierno no podés creer cómo te bambolea el auto. Ese tipo de abstracción la volví a encontrar pocos años después en aquellos cursos de economía bajo la simpática etiqueta de los Ceteris Paribus: hagamos de cuenta que esto no existe, o que queda igual, o que no nos afecta o modifica.

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Ahora bien, a esta altura del texto, Ud. se preguntará ¿por qué la de los Ceteris Paribus es una maldición? Y es que a veces vamos por la vida con nuestra explicación del mundo en la mano e intelectualmente muertos. Como zombies que encontraron un arjé, un principio explicativo único y abarcativo de todo el universo; como zombies que se mueven siempre para adelante, en hordas, tiesos y a los tumbos. Como zombies que se toman muy en serio a sí mismos y no tienen sentido del humor, porque éste alteraría la lógica unidimensional a la que se aferran. Como zombies que oyen sin escuchar, persiguiendo, mordiendo o deglutiendo al otro en sus propios términos. 

Slurp!

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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