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La técnica “judoca” de Jesús

Escrito por Carlos Barrio
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Siempre envidié a quien sabía “judo”, a quien manejaba esta técnica japonesa de defensa personal.

En el judo, la no resistencia constituye un principio técnico primordial. Un judoca debe sumarse a la fuerza de su oponente si es empujado o se tira de él, ya que, al obrar así, no solo se anula el esfuerzo contrario y se optimiza el gasto de la propia energía, sino que también facilita más la conservación del equilibrio que si ofreciera resistencia. Y por otra parte debilita el equilibrio del oponente. En una palabra, es la manera de aceptar las cosas según se presentan, pero con el objetivo de no confrontarlas, sino de desarmar la lógica confrontativa que el otro está planteando.

Y me quedo sorprendido al leer que Jesús nos dice “… no hagan frente al que les hace mal” (Mt. 5, 39), oponiéndose a la ley del talión del ojo por ojo. 

Pareciera que Jesús nos propone que seamos judocas, que no hagamos frente al que quiere hacernos mal, que neutralicemos su fuerza yendo hacia donde el otro nos quiere llevar sin confrontarnos y así sacarlo de su lógica, al reaccionar de una manera diferente a la que supone que haremos.

El método de Jesús implica no enfrentarnos con la fuerza de choque que me presenta el oponente, es libertad de decisión interior, no quedarnos “pegados” a lo que el otro nos presenta como confrontación. Implica salirnos de su lógica combativa y no aceptar el planteo de enfrentamiento. No responder a su acción con la reacción que espera que tengamos y así evitar una posible escalada destructiva.

Y Jesús va más allá, al proponernos que devolvamos al atacante con el bien, en lugar de hacerlo con un mal equivalente al recibido; es decir que reforcemos nuestra postura positiva, que creamos en el otro, en su bondad básica, a pesar de su actitud destructiva. Que si me quiere quitar la túnica (mi prenda de vestir) le entregue también el manto (mi abrigo); que si quiere que lo acompañe un kilómetro camine dos con él; que le dé lo que me pida y no le presente la espalda a quien quiera pedirme algo prestado. 

Repaso cuántas veces actué de forma confrontativa, y cómo mis emociones me dominaron y estresaron y me llevaron a quedarme pegado al enfrentamiento y cómo esta postura me desvió de mi propio camino.   

Descubro que el resultado del enfrentamiento siempre me dejó herido y con un sabor amargo, de haber caído en la irracionalidad de la violencia y en los agujeros negros de la muerte y la nada.

Me pregunto si ¿podría haber evitado muchos conflictos, aplicando el programa de Jesús frente a quien quiso hacerme un supuesto mal? 

Veo que la actitud de Jesús probablemente lleve a mi oponente al sin sentido de su acción, por no encontrar un adversario que dé respuesta a su lógica destructiva, y quizás, ante esa situación no confrontativa, llegue a replantearse su postura, al no encontrar un contrincante a vencer y termine sintiendo cómo sus acciones se desdibujan en un vacío sin oposición.

¿Qué pasaría entre los líderes políticos en este tiempo preelectoral si aplicaran la actitud anti confrontativa de Jesús?

¿Cómo se sentiría la gente si los políticos, en lugar de hablar mal de su oponente y confrontar, plantearan positivamente su propio programa de gobierno?

¿Qué ocurriría en mi trabajo si yo comenzara a aplicar la actitud judoca de Jesús y en vez de responder con enojo y violencia al mal que me plantea el otro, buscara conectarme con mi aspecto positivo y personal y expresara más hondamente el bien que tengo para ofrecer?

Esta actitud positiva frente al mal, ¿no quiere significar acaso que estoy evitando ser confrontativo y me enfoco más en aquello bueno que quiero llevar al mundo?

¿Acaso no está detrás de esta actitud de hacer el bien, un contactarse más hondamente con la propia misión?

La postura de Jesús me lleva a profundizar mi autoconocimiento y dominio personal, para evitar una actitud reactiva de enfrentamiento; y de esta forma llevar adelante lo que el psicólogo norteamericano Daniel Goleman llama “Inteligencia Emocional”, para lo cual tengo que conocer y dominar mis emociones, reconocer las emociones de los demás y a partir de este conocimiento desarrollar buenas relaciones con quienes me rodean.

Para poder llevar adelante la postura “judoca” de Jesús necesitamos conocer nuestros puntos débiles reactivos y estar al mismo tiempo fuertemente arraigados en nuestra verdad. Tenemos que vivir interiormente nuestros valores, encarnarlos y no sólo enunciarlos, para responder al ataque recibido con una actitud amorosa.

José Kentenich enfatiza las dificultades que existen en nuestra época para encarnar los valores: “… en el hombre moderno los actos no tienen un contacto “subterráneo” entre sí, no crecen desde una raíz, de un núcleo de personalidad.” Esta falta de contacto interior de nuestros actos con nuestra raíz, hace que ante la primera confrontación perdamos el foco y terminemos devolviendo la agresión con otra agresión, alimentando un espiral de violencia y en última instancia, colaborando con el camino que lleva a la guerra y la muerte.

Y me quedo pensando ¿qué relación tendrá este pasaje del Evangelio en el que Jesús nos recomienda que “… no hagamos frente al que nos hace mal” (Mt. 5, 39), con su deseo de que la paz esté con nosotros?

Sobre el autor

Carlos Barrio

Abogado (UBA) con una extensa carrera en el sector legal de multinacionales. Coach Profesional (Certificación internacional en el Instituto de Estudios Integrales). Posee posgrados en Harvard y UBA.

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