Valores

La voz y el arca

Escrito por Luigino Bruni
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“Con la historia de Noé tenemos la primera gramática de toda vocación auténtica: hay una persona que recibe una llamada, después hay una respuesta, a continuación, un arca y por último un no-héroe. Esta llamada va dirigida a un tu, a un nombre. Ese tú es un justo y por eso responde.

Cuando llega la llamada, sobre todo la llamada decisiva de la vida, el justo responde, y responde en cualquier contexto y a cualquier edad: a los veinte, a los cincuenta, a los ochenta e incluso a los «seiscientos años» de Noé (7, 6).

Noé no responde con palabras; él no habla con Dios, sino que «camina» con Él (6, 9). Muchas veces los justos simplemente caminan. No hablan, sino que actúan, aman y dan la vida, y su palabra es su obra, hablan construyendo un arca de salvación. La vocación no es un asunto psicológico, no es un sentimiento, sino un ser, una construcción de salvación.

Así pues, la primera señal de la justicia de Noé es que responde a la vocación. Pero la segunda, la verdaderamente decisiva, es que construye un arca, la cual da contenido y verdad a esa llamada personal. Cuando en una vocación uno no siente, entre otras cosas, la llamada a construir un arca, siempre debe preguntarse por la autenticidad de la llamada. Sin una tarea de construcción, la vocación se reduce a una mera experiencia de consumo que no salva a nadie, ni siquiera al llamado. Detrás de las «llamadas en las que no hay un arca de salvación» siempre se esconden autoengaños y a veces hasta neurosis. Las comunidades humanas, las empresas y el mundo se salvan cada día de situaciones degradadas, depravadas, de crisis radicales, porque hay personas que sienten una llamada de salvación y responden. Porque hay al menos una. Una sola persona puede ser suficiente para una historia de salvación. La salvación llega porque alguien siente una llamada a salvarse y a salvar, y sobre todo porque construye un arca. Crea una obra de arte, da vida a una cooperativa, a una empresa, un sindicato, una asociación, un movimiento político. Forma y se preocupa de una familia, un hijo, un oficio. Consigue llevar largo tiempo una cruz fecunda.

En todas las historias de salvación individuales y colectivas hay un justo y un arca. Uno de los espectáculos espirituales, morales y estéticos más asombrosos de la tierra es la presencia de personas que han recibido una vocación y la visión de las obras que nacen de esta vocación, a veces aparentemente mudas. La tierra está llena de personas que construyen arcas para salvar a su generación. Estas obras, estas arcas se distinguen claramente de las demás obras, grandes y pequeñas, que también pueblan la tierra y la economía.

El final del relato de Noé nos desvela un signo distintivo de estas arcas de salvación: al terminar su tarea, Noé vuelve a ser un hombre corriente, a diferencia de lo que ocurre con Gilgamesh y con los protagonistas de tantos relatos sumerios y acadios del diluvio, Noé no es un héroe ni un semidios. Es simplemente un hombre, un hombre corriente, pero un hombre justo. Cumplida su obra, el Génesis nos muestra a Noé como un campesino que planta la primera viña de la tierra, se emborracha con su vino (la ambivalencia del vino y de la vida), se desnuda en la tienda (9, 20-21) y es objeto de las burlas de Cam, uno de sus hijos (9, 22). Noé es también el paradigma de todos los portadores de un carisma auténtico, de los que construyen un arca sin sentirse un héroe sino un simple «lápiz» (Madre Teresa) y saben entender cuándo ha acabado su tarea.

Antes o después, a lo largo de la vida, muchos justos oyen la llamada a construir un arca de salvación para ellos mismos y para otros. Esta llamada puede llegar de distintas formas, pero si la vida crece y madura en la justicia, un día llega la cita crucial, cuando el justo se da cuenta de que si no construye un arca no puede salvar a su gente ni salvarse a sÍ mismo. En Otros casos no menos relevantes, uno se convierte en justo precisamente porque en un momento decisivo de su vida reconoce en una voz la llamada y responde construyendo un arca. Y esa construcción se convierte en la salvación de su constructor (y de muchos más).

Es el arca la que construye a Noé. Hay otros casos en los que uno busca un arca para salvarse y salvar a otros, pero sin oír (o sin reconocer) ninguna voz ni ninguna llamada.

Empieza a construir algo, casi siempre interpelado por el dolor del mundo, pero sin saber claramente el sentido de esa obra. Pero trabaja y espera una voz. A veces esa voz-sentido llega durante la construcción, pero otras veces se pasa trabajando toda la vida esperando esa voz. Aquí el arca se convierte en la voz y la llamada, y este Noé sin voz no es menos justo. Puede haber -y hay- arcas sin llamada, pero no debe haber llamadas sin arca.

La historia de Noé se cierra dentro de un horizonte cósmico, en una tierra en fiesta: «Yo pongo mi arca en las nubes como señal de mi alianza con la tierra». Cada vez que un justo construye un arca se renueva la primera alianza. Nos seguimos salvando y con nosotros se salva el mundo. Noé el justo sigue viviendo entre nosotros, toda la tierra esta de fiesta, se nos da un nuevo arco iris.

Sobre el autor

Luigino Bruni

Economista, con estudios especializados en el pensamiento económico, Economía civil, social y de comunión, con conocimientos en filosofía.
Catedrático de Economía Política y Coordinador del Doctorado en Economía Civil de la Universidad Lumsa de Roma. Consultor del Dicasterio para los Laicos.

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