Valores

Reparar lo roto

Escrito por Carlos Barrio
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Las cicatrices de las empresas

La forma de vida que llevamos hoy en día nos impulsa a consumir y descartar en forma permanente e ininterrumpida los productos viejos como aquellos nuevos que los van sustituyendo. El sistema económico está estructurado de forma tal que, si no consumimos o lo hacemos de una manera más lenta, se afecta la cadena de producción y su efectividad. 

Esto nos va generando una mentalidad de usar y descartar y no establecer un vínculo duradero con las cosas y los productos. Así nuestra relación siempre es efímera y en general superficial.

Me pregunto si ¿no hemos extendido esta actitud a nuestras relaciones humanas, de forma tal que, cuando alguien envejece, ya no nos sirve y lo descartamos? 

Hemos desarrollado un culto a la juventud y ocultamos nuestra vejez y las arrugas. ¡Queremos ser siempre jóvenes!

El Papa Francisco nos advierte lo deshumanizante que es vivir en una cultura del descarte y cómo esta mentalidad nos lleva a establecer relaciones sin hondura y a vivir desvinculados, minusvalorando a aquellos que no son productivos a los ojos del sistema económico, como los ancianos, los niños, los discapacitados, los pobres y otras personas que no rinden al máximo desde el punto de vista productivo.

Frente a esta realidad descubro el valor de desarrollar una actitud más artesanal y personal, de valorar lo que tenemos y producimos, reparar lo que se ha roto o deteriorado, y que el descarte no sea la primera opción, buscando desarrollar una relación afectiva y duradera.

Qué valiosa me resulta la tradición japonesa llamada “kintsugi”, que consiste en reparar las fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Así, al poner de manifiesto su transformación, las cicatrices embellecen el objeto. Simbólicamente al espolvorearlas con oro, las valoramos y enaltecemos.

En esta línea, el poeta persa Rumi decía que “la herida es el lugar por donde entra la luz”. De igual manera nos dice Byung-Chul Han que “… la herida … es el momento de verdad que encierra el ser. Sin herida no hay verdad, es más ni siquiera verdadera percepción … sin herida no hay poesía ni arte.”

En esta filosofía “kintsugi” hay algo casi como diametralmente opuesto a la manera occidental de entender la fractura, tanto anímica como material. En lugar de que un objeto roto deje de servirnos y lo descartemos, puede transformarse en una oportunidad, al dejar de ser algo desechable para pasar a ser una motivación para su transformación. Metafóricamente, la herida puede transformarse de debilidad en fortaleza, de oscuridad en claridad. 

Yvon Chouinard, fundador de la empresa Patagonia, Inc., (que se dedica al diseño, fabricación y venta de ropa deportiva para actividades al aire libre), destaca qué filosofía tiene su empresa: “Si nos hemos propuesto responsabilizarnos de nuestros productos desde su creación hasta su re-creación, y si animamos a nuestros clientes a enviarnos sus pantalones para repararlos, y si al final su vida útil prometemos reciclarlos en otros productos valiosos, entonces lo más inteligente que podemos hacer es procurar que esos pantalones duren el máximo tiempo posible, porque la verdad es que no deseamos que vuelvan a nosotros demasiado pronto.”

“Hacer productos de alta calidad es un modo de demostrar respeto y responsabilidad hacia el cliente y hacia el usuario del producto … más durabilidad significa que tomamos menos (menor consumo de materias primas y energía), que necesitamos producir menos (lo que nos deja más tiempo libre para hacer otras cosas que nos parecen importantes o agradables) y que destruimos menos (generamos menos residuos).”

En línea con lo dicho cabe destacar la garantía que la empresa Patagonia Inc. otorga por sus productos a sus clientes: “Si no está satisfecho con alguno de nuestros productos en el momento de recibirlo, o si uno de nuestros productos no cumple sus expectativas, devuélvalo a la tienda en que lo compró o a Patagonia para su arreglo, sustitución o el reembolso de su importe. Los daños derivados del uso del artículo serán reparados a un coste razonable.”

Me pregunto ¿cuántas empresas han desarrollado esta filosofía y ofrecen reparar sus productos? ¿Cuántas empresas valoran esta forma de ver sus actividades?

La filosofía de Patagonia Inc. es convergente con la de “kintsugi”, al enseñarnos que vivir en la permanente novedad de lo que se produce u ofrece puede ser valioso como parte del progreso, pero no como un fin en sí mismo, y menos si perdemos el sentido que tiene el valor de cada producto o servicio que se ha ofrecido, su perdurabilidad y posibilidad de reparación.

Tengamos presente que todos podemos reparar lo roto, reconstruirnos y las heridas de la vida y la propia vejez, nos pueden estar embelleciendo y haciendo más sabios; no son desechables, ni debemos ocultarlas, si no queremos falsear la verdad de la vida.

Una vida basada en el mutuo respeto, apertura al perdón y reconciliación, va en esta misma dirección.

¿Qué podríamos decir en este sentido de las cicatrices que tienen las empresas? 

¿La cultura e historia de cada empresa, no debería ser guardada como un tesoro, al igual que las crisis que las atravesaron?

¿No deberían rescatar y resignificar cómo las heridas las fortalecieron y les dejaron nuevos aprendizajes? 

¿Acaso esas heridas no las fortalecieron, consolidaron y afirmaron en su propio carácter y originalidad que, de lo contrario, las haría “standard” e iguales a otras, con las mismas características estereotipadas?  

¿Deberíamos preguntarnos si las heridas sufridas en las empresas pudieron cicatrizarse sanamente y resignificarse espolvoreándolas con oro, para darles un mayor valor y un verdadero y auténtico significado?

Me quedo meditando en el pasaje del Evangelio en el que Jesús le muestra a Tomás sus heridas de la cruz y le dice:” Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado.” (Jn 20, 27)

Descubro que las heridas de Jesús tienen después de su resurrección un nuevo significado. No desaparecieron, sino que se transformaron. 

Me pregunto ¿cuántas veces en muchas situaciones creo que está todo muerto y nada se puede hacer y sin embargo existen hilos de esperanza, que transforman nuestras heridas en vida nueva?

Sobre el autor

Carlos Barrio

Abogado (UBA) con una extensa carrera en el sector legal de multinacionales. Coach Profesional (Certificación internacional en el Instituto de Estudios Integrales). Posee posgrados en Harvard y UBA.

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1 comentario

  • Qué bueno sería aplicar esto en la sociedad argentina, sobre todo en la política, para construir «amistad social». Hoy, tan necesaria!!