Valores

Seremos juzgados por el amor

Photo by Irene Lasus from Pexels
Escrito por Carlos Barrio
Escuchar artículo

“El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz,

pero no sabes de dónde viene ni adónde va.

Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu.”

(Jn, 3, 7-8) 

 

Resulta muchas veces un misterio comprender dónde y cómo sopla el Espíritu de Dios.

Una reciente noticia me sorprendió y me hizo pensar que Dios está presente en los lugares que menos esperamos.

Me refiero a Luca Trapanese, 41 años, padre homosexual y soltero, que decidió adoptar en el año 2017 a Alba, una beba con síndrome Down abandonada al nacer, y que fue rechazada anteriormente por 20 familias adoptivas. 

Según narran los medios periodísticos, en el año 2018 Luca publicó un libro llamado «Nacida para ti», en el que cuenta cómo Alba fue abandonada por su madre al nacer en el hospital y cómo, más de 20 familias adoptivas rechazaron adoptarla por padecer el síndrome Down. 

El abandono de Alba comienza antes del rechazo de esas 20 familias adoptivas, al ser rechazada en el hospital por su madre y su padre bilógicos. Desde ese primer momento Alba fue abandonada. 

Pero Dios escribe nuestra historia de una manera que muchas veces no percibimos y no esperamos. Él se encargó de que no fuera abortada, porque tenía en sus planes que fuera adoptada por Luca. Y Luca escuchó la voz de Dios.

Él, con quien era en ese entonces su pareja, estaban de acuerdo en adoptar un hijo que padeciera algún tipo de discapacidad. Un acto de una enorme grandeza y amor (“… el viento sopla dónde quiere.”).

Antes de la adopción, Luca había concluido su relación con su pareja y se fue a vivir sólo. Y se encontró con el hecho de que en Italia los padres solteros no podían legalmente adoptar, hasta que cambió la legislación en el año 2017.

El camino hacia la adopción no fue fácil, ya que a Luca le dijeron, «… que sólo le darían niños con enfermedades, discapacidades severas o problemas de comportamiento, un niño que hubiera sido rechazado por todas las familias tradicionales. Yo estuve completamente de acuerdo. Gracias a mi experiencia personal, sabía que tenía los recursos necesarios para lidiar con los problemas que tuviera.” 

En julio de 2017 me llamaron y me dijeron que tenían una niña para mí, su nombre era Alba y tenía 13 días. Tenía síndrome de Down. La madre la había abandonado al nacer y había sido rechazada por más de 20 familias. Cuando la tuve en mis brazos, sentí que era mi hija inmediatamente. Supe que estaba listo para ser su padre».

Luca cuenta cómo le está resultando su nueva experiencia como padre: «No me gusta esconder cosas. Soy homosexual. Alba tiene síndrome de Down. A los ojos de muchos, somos ‘los diferentes’. Sobre la homosexualidad las cosas tal vez están cambiando, pero puedo decir con cierta confianza que la discapacidad sigue siendo aterradora. No es así para mí».

Resulta sorprendente que las autoridades italianas le dijeran a Luca que sólo le darían para adopción niños con enfermedades, discapacidades severas o problemas de comportamiento, un niño que hubiera sido rechazado por todas las familias tradicionales. Asumo que esta declaración habrá sido de hecho y no de derecho.

La historia de Luca y Alba me lleva a concluir que no podemos encorsetar a Dios a nuestros rígidos esquemas y miradas.

Me pregunto ¿quién escuchó la voz de Dios, las familias adoptivas o Luca? (“… tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va”).

¿Dónde se manifestó el Espíritu de Dios, en las familias adoptivas que rechazaron la adopción de Alba, porque padecía el síndrome Down, o en Luca, que tomó la valiente decisión de adoptarla? 

¿Acaso la decisión de Luca no nos manifiesta el amor de Dios Padre, que “…  eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada para aniquilar a lo que vale.”? 

Alba dejó de estar abandonada, dejó de ser ignorada por el mundo. Luca la miró y la acogió con todo su cariño. Luca se hizo prójimo próximo de Alba y fundó un hogar, convirtiéndose en padre, dándole cariño y cobijamiento. 

Nos recuerda el Papa Francisco que “el criterio del juicio como lo indicó Jesús se efectuará sobre la base del amor concreto dado o negado a los más pequeños, los más necesitados, porque él mismo, el juez, está presente en cada uno de ellos. Jesús dice: «En verdad os digo que cuanto hicisteis (o no hicisteis) a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis (o no lo hicisteis)». (vv. 40.45). Seremos juzgados por el amor. No por el sentimiento, no: por las obras, por la compasión que se hace cercanía y ayuda solícita.”

Luca con la adopción se hizo cercano de Alba y le brindó una ayuda solícita. 

¿La actitud de Luca, no es acaso un fiel testimonio de lo que nos dice el Evangelio de San Mateo? “… porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba de paso y me alojaron, desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a ver.” 

En este mundo que muchas veces lo percibimos desarraigado, frío y materialista, en el que las vinculaciones son líquidas y pasajeras, en el que nos relacionamos en gran medida por la conveniencia y los intereses económicos, Luca y Alba constituyen un gesto de amor y esperanza, en el que sentimos que Dios puso su hogar en el mundo como en el portal de Belén. 

Que la niña se llame Alba es una señal de que no todo está perdido, que cada mañana surge la luz de la oscuridad y que el “alba” nos trae la buena noticia de que el sepulcro de Cristo está vacío.

Sobre el autor

Carlos Barrio

Abogado (UBA) con una extensa carrera en el sector legal de multinacionales. Coach Profesional (Certificación internacional en el Instituto de Estudios Integrales). Posee posgrados en Harvard y UBA.

Deje su opinión