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¿Tiene futuro la ética social cristiana en un mundo digital?

Escrito por Ulrich Helem
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El cambio tremendamente rápido de todas las condiciones de vida en el curso de la transformación digital nos enfrenta a la cuestión de la viabilidad futura de la enseñanza social cristiana. Efectivamente, la pérdida de relevancia y plausibilidad de las ofertas cristianas de sentido, por lo menos en Europa, no sólo afecta a las convicciones religiosas y a la cada vez menor participación en las ofertas litúrgicas, sino también a la competencia percibida de la Iglesia y la teología en cuestiones de buena convivencia en la sociedad.

Plausabilidad y resonancia de la enseñanza social cristiana en la actualidad

Durante décadas, la ética social cristiana fue el lugar de reflexión sobre los asuntos éticos de la Sociedad [1]. Sin embargo, en una época de grandes convulsiones digitales, sus palabras apenas resuenan ya. Cabe preguntarse: ¿qué cosas nuevas habría que decir? Es un hecho que hasta las cuestiones de ética medioambiental también lo han advertido otros, a pesar de la benévola acogida de “Laudato Si’” y “Fratelli Tutti” por parte del actual Papa Francisco[2].

Además, no es una sorpresa el hecho que las cuestiones de orden internacional son controvertidas es una pregunta a la que aún no se ha dado respuesta. Sin embargo, no es seguro que las declaraciones de la Iglesia en este ámbito aporten un valor añadido en términos de conocimiento y perspicacia. La crítica de algunos excesos de las finanzas internacionales expresada específicamente por el Papa Francisco, por ejemplo, puede estar justificada en algunos puntos, pero no se caracteriza sistemáticamente por una pericia suficiente, de modo que su ímpetu parece más bien desvanecerse en los círculos relevantes para la toma de decisiones [3].

Visto así, la viabilidad futura de la enseñanza social cristiana parece ir por mal camino. Si a veces se queda corta profesionalmente, no da nuevos impulsos y, en el mejor de los casos, reafirma las posiciones de consenso existentes, entonces ha perdido su antiguo papel.

Además, habría que preguntarse de qué se trata exactamente: de la enseñanza social cristiana o católica, de las sociedades nacionales o de la sociedad civil mundial. En este punto, abogo por el concepto de enseñanza social cristiana de orientación global.

Joseph Höffner, en su calidad de cardenal de Colonia, se ha convertido recientemente en objeto de controversia. Sin embargo, su obra sobre la doctrina social cristiana de 1962 sigue siendo un hito en el planteamiento intelectual de la construcción y la cohesión de las sociedades modernas, también porque Höffner tenía experiencia gracias a una doble formación como economista y teólogo, algo poco frecuente y costoso de presentar [4].

No sólo por razones ecuménicas, sino también fácticas, considero que el término “ética social cristiana” elegido por Joseph Höffner es mejor que el de “doctrina social católica”. Esto se debe a que no está concebida confesionalmente, sino de forma global. La palabra “católica” expresa esto en su sentido literal, pero en muchos casos el contexto se percibe de otra manera. El término “doctrina social cristiana” también me parece que tiene sentido en un sentido ecuménico. No pretende expresar ningún tipo de apropiación, sino señalar el hecho de que los cristianos de todas las confesiones tienen un gran interés en la configuración humana de su sociedad. En otras palabras, no se aprecian diferencias confesionales entre la doctrina social protestante, ortodoxa y católica romana. Al contrario, la doctrina social en particular puede convertirse en precursora de una práctica ecuménica buena y común a partir de este pensamiento.

La connotación más bien “católica romana” de la doctrina social cristiana está relacionada con el papel especial de los papas en su configuración durante los últimos 130 años aproximadamente. Los impulsos de los papas en la tradición de las encíclicas sociales desde 1891 (“Rerum Novarum”, León XIII) emanaron de las situaciones de problemas sociales resultantes de la revolución industrial del siglo XIX. La exigencia formulada en 1891 de un salario familiar sigue siendo pertinente hoy en día y -especialmente en lo que respecta a las cuestiones de la economía de plataformas digitales- no se ha aplicado de forma generalizada.

El destinatario de las consideraciones ético-sociales de los papas fue desde el principio básicamente la sociedad civil global. Ésta no puede existir sin características nacionales. Sin embargo, en el contexto de las encíclicas papales, el punto de referencia de la sociedad civil global no es en último término la expresión de una pretensión universal de validez para una idea concebida de forma integral del buen orden social. Su puesta en práctica tiene lugar después a nivel nacional, en función de las circunstancias particulares de cada país. Sin embargo, la ética social cristiana siempre está asociada a la cuestión de la “escalabilidad” de una solución, es decir, al principio de transferibilidad de un país a otro y a la orientación hacia principios básicos definidos y conocidos como la persona, la subsidiariedad y la solidaridad.

La transformación digital como nuevo reto para la doctrina social cristiana

La actual transformación digital vuelve a poner en tela de juicio el alcance y la validez de la doctrina social cristiana. El desplazamiento de grandes partes de la vida social a los espacios digitales conduce, en apariencia, a una pérdida de relevancia de los contextos y mensajes no digitales. El anterior silencio generalizado de la doctrina social cristiana sobre cuestiones de la vida digital refuerza este tipo de pérdida de relevancia. Podría argumentarse que quien no se pronuncia, obviamente no tiene nada que decir.

Sin embargo, un espejo de la mencionada pérdida de relevancia es también la menguante resonancia de la sociedad en su conjunto a las declaraciones de la esfera cristiana.

Una mirada más atenta revela que hay intensos intentos de adquirir una capacidad ética y específicamente cristiana para hablar frente a los desarrollos digitales. En este contexto, cabe mencionar el memorándum de la iglesia evangélica de Alemania (EKD) de nombre „Libertad digital “(“Freiheit digital” [5]), así como declaraciones de posición más amplias de Peter Kirchschläger[6] y Ulrich Hemel[7]. Por otra parte, en la medida en que se retoman las declaraciones de dichos autores, éstas ya no son fácilmente acogidas como contribuciones específicas en el contexto de la ética social cristiana.

La cuestión de la viabilidad futura de la enseñanza social cristiana en un mundo digital tiene, pues, algo más que un carácter retórico. Como se ha explicado, puede plantearse tanto desde el lado de la producción como desde el de la percepción. Del mismo modo que la política cristiana en sentido estricto se considera cada vez más un fenómeno de época, la ética social cristiana también podría limitarse al período comprendido entre las encíclicas “Rerum Novarum” (1891) y “Centesimus Annus” (1991): Como fenómeno de época sobre la respuesta de motivación cristiana a la era industrial.

Las encíclicas del Papa Francisco sobre la integridad de la creación con la aprobación explícita de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (2016) tendrían entonces el carácter de una canción de después, tal vez incluso de despedida. Podría argumentarse que tanto las palabras del Papa como las aportaciones de la disciplina de la ética social cristiana ya no se escucharían como una voz propia y distintiva, sino que posiblemente solo darían lugar a una afirmación selectiva de las demandas actuales en el contexto de la crisis climática, la justicia global y la transformación digital. Entonces no habría ni una consideración lingüística y fáctica propia ni una recepción de las posiciones ético-sociales cristianas que vaya más allá del especialismo [8].

Según el punto de vista, este análisis podría interpretarse como una historia de éxito o de declive de la doctrina social cristiana. Se escribiría una historia de éxito si las exigencias cristianas fueran asumidas de forma generalizada por la sociedad, de modo que ya no fueran reconocibles en su differentia specifica. Se escribiría una historia de declive si se llegara a la conclusión de que ya no existe un posicionamiento cristiano independiente sobre las cuestiones contemporáneas. La falta de resonancia social sería entonces la consecuencia directa de la pérdida de capacidad para adoptar una postura.

En contraste con tales perspectivas, aquí argumentaremos que sí existe un contenido cristiano independiente sobre cuestiones actuales que merece resonancia, que está conectado con la tradición de la enseñanza social cristiana, pero que también arroja nueva luz sobre el mundo del siglo XXI. Esta tarea se llevará a cabo a partir de la cuestión de una forma humana de transformación digital. El objetivo es mostrar que la doctrina social cristiana está preparada para el futuro cuando reflexiona sobre sus raíces y, al mismo tiempo, responde a los desafíos actuales.

 

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Ulrich Helem

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