Conozcamos a Adriano Olivetti, el visionario que logró transformar la histórica fábrica familiar de máquinas de escribir en una empresa modelo, abriendo una oficina en Cupertino en 1972, cuando Steve Jobs aún era un hippie.
Nacido en Ivrea – Piemonte – en 1901, transformó’ la compañía Olivetti en un fenómeno global, centro de experimentos ambiciosos acerca de la construcción de lo que él denominaba una ciudad industrial ‘humana’. Un Silicon Valley italiano.
Visionario. “Creemos en la virtud revolucionaria de la cultura que da al hombre su verdadero poder”. Con su fuerte espíritu de empresario piamontés, dirigió la empresa familiar desde los años treinta hasta su muerte en 1960. Para muchos fue un industrial pragmático e innovador, para otros un soñador incurable, un utópico. Gracias a su perspicacia, hizo mundialmente famosa una fábrica de máquinas de escribir y calculadoras (y más tarde de computer, impresoras y faxes).
Patrimonio. El sueño de Olivetti hundía sus raíces en la historia de la empresa familiar. Cuando se hizo cargo de la dirección de la fábrica en 1932, Adriano heredó de su padre no sólo una empresa industrial, sino también una determinada visión del trabajo. Su padre, Samuel David Camillo Olivetti (1868-1943), nació en el seno de una familia judía de clase media (más tarde se convirtió, al igual que su hijo, al cristianismo).
En un viaje por América, el padre Camilo se había dado cuenta de que un nuevo aparato mecánico, todavía poco común, iba a sustituir al bolígrafo en las oficinas: la máquina de escribir. Y se lanzó a este nuevo campo. De vuelta a Italia, puso manos a la obra y fundó Camillo Olivetti, la primera fábrica de máquinas de escribir de Italia.
El aprendizaje de Adriano. Mientras Camillo Olivetti se afianzaba en el mercado, la familia crecía. Camillo y su esposa Luisa Revel (hija del pastor valdense de Ivrea) tuvieron seis hijos. El primer hijo, Adriano, tomaría las riendas de la empresa y estaba preparado para ello desde muy joven. «En 1914, yo tenía entonces 13 años, mi padre me envió a trabajar a la fábrica», recuerda Adriano.
«Pronto aprendí a conocer y a odiar el trabajo en serie: una tortura para el espíritu que quedaba prisionero durante horas que nunca terminaban, en la negrura y la oscuridad de un viejo taller». Fue en ese momento cuando se desencadenó en Adriano la conciencia de lo que se ha definido como su utopía: la idea de un empresario que también tiene deberes sociales precisos para con la comunidad.
Olivetti y California. En Cupertino, Olivetti fue la primera en fabricar tecnología en Silicon Valley, antes de que se llamara así. En 1973, Olivetti abrió su primera oficina en Mountain View (donde hoy está Google) mientras Steve Jobs aún estudiaba y trabajaba en los videojuegos de Atari. En 1979, Apple dio sus primeros pasos mientras Olivetti abría su Centro de Tecnología Avanzada, Advanced Technology Center.
Ética de trabajo. Adriano comprendió la necesidad de un cambio radical de mentalidad, frente al mito del progreso y el beneficio. La fábrica se veía como un instrumento para el crecimiento del territorio, para mejorar las condiciones de vida, con bienestar, servicios, educación y cultura a medida de todos.
Bienestar y entorno laboral. Olivetti quería que sus empleados tuvieran garantizada una posible fuente de sustento “en caso de quedarse sin trabajo». En otras palabras, se preocupaba por el bienestar de quienes trabajaban para él. Entre 1934 y 1938, Adriano creó un auténtico lugar de bienestar, con una guardería y un servicio sanitario para los empleados y una biblioteca para el tiempo libre.
La fábrica original se amplió con un proyecto que aligeraba su estructura con grandes ventanales, una novedad en la época, que permitían iluminar los talleres con luz natural para que los obreros no se vieran obligados a trabajar a oscuras, como ocurría en otras fábricas, un inconveniente que Adriano había experimentado en “carne propia.»
“Me gustaría hacer de esta fábrica un mejor medio de vida y una mejor comunidad social», dijo a sus empleados en junio de 1945, ni bien regreso’ del exilio en Suiza, donde se había refugiado debido a sus actividades antifascistas.
Las nuevas fábricas de Olivetti fueron rediseñadas con espacio incorporado para cafeterías, patios de juegos, salones para debates y salas de cine, y bibliotecas con decenas de miles de libros y revistas. Afuera, se construyó una extensa red de servicios sociales que incluían guarderías, el primer hospital de Ivrea y recreos en la montaña para los hijos de los trabajadores.
Cultura. Terminada la Segunda Guerra Mundial, Adriano pudo dedicarse más intensamente a sus proyectos políticos y sociales. Se añadieron importantes iniciativas culturales para los empleados. Entre 1950 y 1964 se organizaron conferencias, conciertos de música de cámara, exposiciones de arte y otros actos culturales y sociales. Adriano también fundó una editorial: Edizioni di Comunità. El escritor Paolo Volponi se incorporó a Olivetti en 1956, como director de recursos humanos. Y sus actividades gerenciales estuvieron en el centro de su actividad como escritor.
Política. En 1953 Olivetti participa en las elecciones políticas con el Movimento Comunità, obteniendo muchos apoyos, pero no son suficientes para entrar en el Parlamento.
Mitos. El tiempo tiende a convertir los eventos de la vida en mitos: Olivetti fue una gran experiencia tanto industrial como cultural y social. Olivetti tenía una visión: el beneficio no es el principal valor de una empresa, sino también los valores intangibles representados por la cultura y la capacidad innovadora, la prioridad de los jóvenes (los más adaptables a la innovación), la selección del talento, el diseño innovador entendido como intrínseco al producto, una estructura empresarial informal en la que cualquiera, independientemente de su función, podía ser llamado a contribuir con la «empresa».