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Enrique Shaw: vínculos y valores en la familia, en la empresa y la sociedad

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Introducción

Una vez, charlando con un sacerdote sobre espiritualidad, me dijo: “si alguna vez te querés inspirar cristianamente, conocé y meditá la vida de los santos”. Si bien Enrique aun no fue canonizado, sí es alguien en quien una persona pueda inspirarse. Ese es mi objetivo de esta pequeña charla: que puedan inspirarse un poco en su vida a partir de lo poco que pueda contarles en este breve tiempo. Y si bien es cierto que en reiteradas ocasiones se habla de Enrique , eso es porque la riqueza espiritual de su testimonio es inagotable.

Desarrollo

Para Enrique, la fe fue significativa en su vida, y, desde una convicción religiosa interior, extendió su creencia a su ámbito familiar. Así lo testimonian las cartas que le escribía a su esposa Cecilia mientras él cumplía su rol como integrante de la marina. En dichas cartas, le cuenta a su amada el deseo de dejarle a sus hijos el hábito del rezo del rosario. También le comenta que rezaba seguido a la Virgen por ella.(2).

En su homilía de inicio de su pontificado (1978), San Juan Pablo II dice que hay que abrir de par en par las puertas a Cristo: a los estados, los sistemas económicos, los políticos, la cultura, la civilización, el desarrollo(3). La fe de Enrique era tan fuerte que incluso varios años antes de esta homilía ya había dispuesto su corazón para obrar conforme a esta solicitud que diera el Sumo Pontífice años después del fallecimiento del empresario. Si observamos cómo vivió el ámbito empresarial, se destaca que les haya escrito a sus empleados: “el trabajo del hombre es una realidad querida por dios y santificada por Cristo. La desocupación es, por tanto, un mal moral y no un simple hecho económico, como lo pretenden ciertas teorías que no dudarían en proponerla como una solución útil y aún bienhechora para facilitar una recuperación económica. Dios quiere que el hombre trabaje. En una sociedad justa y bien organizada no debe haber lugar para la desocupación”.

Fue evidente que Enrique reconocía la importancia de que una empresa fuera rentable económicamente, pero también fue evidente que consideraba que el trabajo (dentro o fuera de una empresa) era un medio de desarrollo humano, un medio de santificación. Porque, como dice nuestro señor, “¿de qué le vale al hombre ganar el mundo, si pierde su alma?” (Marcos 8:36).

Leyendo sobre su vida(5), hubo algo que me conmovió, y que me hizo pensar cuán querido fue este hombre. Enrique falleció muy joven (a sus 41 años, en 1962) a consecuencia de un cáncer. Hubo un tiempo previo a este acontecimiento en el cual necesitó donaciones de sangre. Su testimonio cristiano hasta entonces llevó a que un total de 260 personas se acercaran como donantes. La mayoría de ellos pertenecían a la cristalería Rigolleau, en la cual Enrique ocupaba un cargo jerárquico importante.

La cantidad inusual de donantes impresionó con creces al médico hematólogo que hacía las transfusiones, así que decidió visitar a Cecilia, esposa de Enrique , con el deseo de conocerlo. Allí le comenta a ella a qué se debía su sorpresa. Recuerda esta anécdota a cuando un enfermo que estaba al cuidado de Santa Teresa de Calcuta le dijo: “tu dios debe ser muy bueno… Porque tú has sido muy buena conmigo”.

Con respecto a la minoría de donantes dentro de los 260, hubo incluso integrantes del sindicato de trabajadores del vidrio. Un grupo de estos últimos quiso saludar a Enrique en su propia casa, diciendo que deseaban su pronta mejoría. Uno de ellos le dice a Cecilia que mucho quieren a su esposo, y que tiene el mérito de haber derrumbado el muro que los separaba de los empresarios.

Cuando Enrique se da cuenta de la presencia de ellos en su casa, los hace pasar al dormitorio. Ya con una voz apagada por su estado de salud, les dice que está muy agradecido por sus donaciones de sangre, y aprovecha la ocasión para reflexionar en voz alta que ahora corría sangre obrera en sus venas. “a ustedes siempre he querido”, agrega. Los obreros salen del dormitorio conmovidos, con la esperanza de no perder un dirigente de empresa tan querido.

Le pregunto al lector: ¿conoce algún acontecimiento en nuestra historia reciente en el cual un conjunto de personas de un grupo social tenga un acto caritativo –como el que estas personas tuvieron con Enrique – con una persona integrante de un grupo social históricamente antagónico? Quizás la dificultad de recordar un hecho como este nos dé un indicio de cuán “fuera de serie” fue Enrique para su entonces.

En otra oportunidad, el sacerdote Jorge Mejía lo visita, y allí Enrique le dice que hay que poner calefacción en el seminario de villa devoto porque sabía que los seminaristas de allí tenían frío. Cuando el sacerdote se retira de su casa, piensa que Enrique no está tan grave, dada la lucidez mental de para preocuparse aun en su estado por las cosas de este mundo. Shaw no perdía la ocasión –ni siquiera cerca de su partida– para obrar cristianamente.

Cierre

Hace unas semanas, me encontré con un amigo. Charlando sobre nuestras vidas, le comenté sobre mi participación e interés en ACDE. Cuando me pregunta qué era eso, le mencioné a Enrique Shaw. Sin ser él religioso, me interrumpe y me dice que lo conocía. Clara pequeña muestra de cómo su vida ha trascendido su época y también el ámbito religioso. Y lo bueno es que esto suceda.

Para finalizar, hay una cita de Enrique que quiero leer textualmente: “debo hacer que cristo reine en mí: en nuestro matrimonio, en nuestra familia […], en las empresas donde trabajo, en la patria, en la iglesia”(6). Muestra de ello son las palabras del papa francisco, quien, en una entrevista de 2015, se refirió a Enrique como una persona rica pero santa, “haciendo crecer a aquellos que necesitaban de su ayuda”.(7)

Ojalá, por medio de la profundización en su vida, nos inspiremos en la vida de este hombre, para imitarlo como él imitó a Cristo. De tal forma que, algún día, nos llegue el encuentro con el redentor, y sea él quien nos diga cara a cara: “hace tiempo que tengo guardado junto a mí un espacio con tu nombre. Porque tuve hambre y me diste de comer”.

 

Referencias

  1. Exposición dada en la 33ª Jornada Anual de ACDE Joven, realizada el 9 de octubre de 2024.
  2. Cf.: M. Pardo Iosa, 2024, “Sara Critto de Eiras, Enrique y Cecilia. Cartas de amor”, Filópolis En Cristo, (2), 85–91. Recuperado a partir de revistas.unsta.edu.ar/index.php/FEC/article/view/1012.
  3. Cf.: Juan Pablo II, 22 de octubre de 1978, “Homilía del Papa Juan Pablo II en el comienzo de su pontificado”. Recuperado a partir de https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1978/documents/hf_jp-ii_hom_19781022_inizio-pontificato.html.
  4. Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (7 de agosto de 2024). “ACDE en el día de San Cayetano”. Recuperado a partir de https://acde.org.ar/acde-en-el-dia-de-san-cayetano/. Cursivas añadidas.
  5. Cf.: Ambrosio Romero Carranza, 2005, Enrique Shaw y sus circunstancias, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ACDE, pp. 214-215.
  6.  Shaw, E. (2013). Notas y apuntes personales. Buenos Aires: ACDE-Claretiana. Página 112.
  7. (13 de marzo de 2015). “La entrevista completa del Papa Francisco a la cadena Televisa”. Infobae. Recuperado a partir de https://www.infobae.com/2015/03/13/1715672-la-entrevista-completa-del-papa-francisco-la-cadena-televisa/.

Sobre el autor

Ignacio García Suárez

Estudiante de la Licenciatura y del Profesorado en Psicología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Diplomado en Bioética y Familia (UCALP). Diplomado Universitario en Psicología Cristiana (UFASTA). Diplomado en Filosofía (UNSTA). Socio de ACDE.

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