En mi último libro, La empresa, una comunidad de personas, utilicé ampliamente la teoría de la acción humana inspirada en Juan Antonio Pérez López para explicar qué es la empresa, cómo actúa, cómo se dirige, cuál es el papel de la ética en ella y otros temas. Pero era también consciente de que la acción humana en la empresa es compleja, porque supone que esa comunidad de personas coopera en una acción colectiva que implica a todos en un propósito común. Por eso, le dediqué un capítulo a esa acción colectiva.
El otro día cayó en mis manos un working paper de J.W. Stoelhorst, profesor de la Universidad de Amsterdam, que daba una interpretación nueva a la teoría de la empresa, a partir de esa misma idea: las empresas, dice, existen para superar los problemas de las personas que deben cooperar en acciones colectivas comunes y repetitivas, lo que exige una estructura y unas reglas de funcionamiento propias. Por eso hubo que «inventar» la empresa, seguramente en las primeras sociedades de cazadores o pescadores, hace unos cuantos milenios. Lo que luego hemos añadido han sido estructuras legales y normas sociales que regulan eso que llamamos empresas. Bueno, el paper dice muchas más cosas, claro, pero ahora quería fijarme en algo concreto.
Ese algo es el papel de lo que el autor llama «sentimientos morales», que son necesarios para conseguir el funcionamiento eficiente de esa comunidad de personas que llamamos empresa. Para Stoelhorst, esos «sentimientos» son la manera humana de luchar contra el individualismo y el egoísmo que echan a perder la cooperación que tiene lugar en la empresa. Son algo que hemos «descubierto» al intentar cooperar entre nosotros, lo hemos convertido en reglas morales y lo hemos incorporado a nuestras culturas. Por eso dice el autor que esta «comprensión empírica del papel de la ética en las organizaciones humanas… no requiere una ética normativa como tal» (aunque, añade en nota al pie, que es compatible con ciertos tipos de ética normativa).
Me parece un «descubrimiento» interesante, aunque no son propiamente hablando sentimientos. Stoelhorst afirma también que «las empresas existen porque los humanos hemos evolucionado nuestras disposiciones genéticas y hemos transmitido culturalmente e institucionalizado legalmente normas que nos permiten superar nuestros instintos de interés propio y mantener una colaboración a gran escala frente a los problemas de la acción colectiva». Entiendo lo de la institucionalización y transmisión de normas culturales, pero no lo de evolución de disposiciones genéticas. Parece que considera que nuestros genes han cambiado para dar entrada a instintos altruistas y de colaboración social… Volveré sobre esto otro día.
*Publicado originariamente en Economía, Ética y RSE Blog Network de IESE Business School, Universidad de Navarra.