La pandemia, el home-office y todo lo que ya sabemos desafió los vínculos tradicionales empresa -empleado o colaborador o asociado. Esos vínculos están ahora, entonces, en un proceso de redefinición debido, en parte, a algo tan material como es la corporalidad. Subrayar que somos cuerpo en la era digital, se puede calificar con esa horrible frase en boga: “no es menor”.
Obvio, la presencia de las personas no es solo cuerpo, si así lo fuera el humano no hubiese sido capaz de crear la Matrix o sus alter-ego como Gemini o Copilot. Somos cuerpo, mente y espíritu, pero el mundo digital nos ha dividido- o nos ha dado el don de bilocación- la posibilidad de “estar” en diferentes lugares al mismo tiempo, como estar en la oficina y a la vez en casa.
Leer a Byung Chul Han, casi nunca te trae soluciones y menos para la empresa, que, por su mantra anticapitalista, solo se refiere a ellas de forma negativa. Sin embargo, B. C. Han pone en pocas palabras -y bien- algunas realidades observables y te da soporte a algo que vos también pudiste observar -servicio prestado por un filósofo que, valga la redundancia, no es menor.
En su texto Infocracia (2022, 43-55) hay un pequeño ensayo titulado “El fin de la acción comunicativa” donde nos trae aquel concepto tan alemán del mundo de la vida. Leben es vida y Welt es mundo, parecido al inglés, life y world. La palabra exacta es Lebenswelt y B. C. Han la toma de J. Habermas, aunque ya viene de E. Husserl.
El mundo de la vida, Lebenswelt, es parte de la cultura, es un conjunto de presupuestos y prácticas pre-reflexivas que van a condicionar nuestra acción comunicativa. Es decir, nos comunicamos en el marco de un mundo vital en común, donde están sobreentendidas muchas cosas.
Agrego un ejemplo a lo que está explicando B.C. Han. La experiencia compartida nos dice si alguien está actuando de modo simpático o antipático. Si vamos a otro país y la gente se saluda de otro modo, menos afectivo o más seco o cortante, por ejemplo, nos cuesta decodificar si está enojado o qué significa ese comportamiento en ese otro contexto.
El mundo vital, el Lebenswelt, según Han, crea un contexto y nos ofrece recursos para comunicarnos y entendernos. Pero no solo eso, también nos da identidad, nos ancla en un mundo compartido. Por el Lebenswelt es que podemos decir: “Argentina, no lo entenderías”.
Organisationlebenswelt
Si aplicamos este concepto a la empresa (Preziosa, 2016) cada empresa es un mundo, con una historia y experiencia compartida, con una mentalidad, donde se transmiten muchos supuestos y creencias que se originan en sus fundadores, pero que también fueron cambiando a lo largo del tiempo, adaptándose y consolidándose como cultura organizacional.
La mentalidad compartida en los lugares de trabajo hace que nos entendamos con guiño, ya sabemos que de qué se trata. Inventando una palabra, como hacen los filósofos alemanes, ésta sería un Organisationlebenswelt, un mundo de la vida organizacional.
Antes, se solía decir -y parece que hoy ya no- que había un mundo típico de tal empresa y otro típico de otra. Llegabas a ser una IBM person o una Monsanto person. La empresa te ofrecía identidad, te socializabas, te adaptabas, crecías ahí.
Pero, aquí está la cuestión, según B.C. Han, a nivel social, este mundo de la vida ya no permanece intacto, ya no es homogéneo, ni se transmite como antes. Dice textualmente: “Las ofertas convencionales de identidad con una validez prerreflexiva ya no existen hoy”, (2022, 51). Debido a la digitalización y las redes ese trasfondo ya no es el contexto o marco común para la comunicación y se complica. Porque también, dice Han, aunque, con otras palabras, el mundo de la vida ya no depende tanto de los “factos” como dicen los chicos ahora.
Teniendo en cuenta que a B.C. Han no le preocupa la empresa, sino la democracia (al menos en este texto), el desafío que plantea es ¿cómo recuperar las experiencias de identidad y comunidad? ¿es posible establecer un mundo de la vida digital?
Según Han, hasta hoy, la respuesta fáctica es la tribalización. El mundo digital solo facilita tribus constituidas alrededor de teorías conspirativas donde la información es un recurso para la identidad. Las tribus se encierran en sí mismas con opiniones sagradas, irrenunciables y absolutas sin correlato con hechos reales, sin racionalidad; fuera de la tribu, solo hay enemigos. El antídoto que propone Han es la escucha. No hay democracia sin escuchar al otro.
Ahora bien, la bilocación en la empresa es un hecho y ha de ser bendición y no lo contrario. Y, siguiendo y no siguiendo a Han pongo en breves y precarias palabras el desafío de esta época para la empresa:
- Conservar o crear o recrear un mundo de la vida organizacional ¿con o sin tribus intra-organizacionales?
- Conservar o crear o recrear un contexto, un marco, códigos sobreentendidos, un lenguaje implícito además de los explícitos, un imaginario, un sustrato simbólico, un aspiracional, un propósito compartido.
Recordemos los antídotos: los “factos”, los hechos y la escucha: nada integra más cuerpo, mente y espíritu que la palabra.