Estamos viviendo un cambio de paradigma en cómo entendemos la paternidad y la vida laboral. Según estudios, los millennials, estamos rompiendo con ciertos modelos tradicionales porque sentimos la necesidad de hacer las cosas de una manera diferente.
Para nosotros, el equilibrio entre la vida laboral y personal ya no es un lujo, sino una necesidad. Según un relevamiento de IDEA ARG y Fundación INECO, el 79,8% de las personas valora este balance más que nunca. No sorprende que el modelo híbrido sea nuestra opción preferida: el 74% de los encuestados lo elige porque ofrece algo que antes parecía inalcanzable: más flexibilidad, más autonomía, más tiempo para lo que realmente nos importa.
Para quienes somos padres, esta transformación no es solo una estadística; es una realidad que vivimos día a día. La paternidad nos cambió las prioridades por completo. Queremos estar presentes, ser afectivos, construir vínculos sólidos con nuestros hijos. Queremos estar ahí para sus primeras palabras y sus primeros pasos. Para charlarles mientras les cambiamos el pañal y que se duerman una siesta a upa, por más incómodo que sea después escribir en la computadora con una sola mano. Pero también queremos cumplir con nuestras responsabilidades laborales, porque el trabajo sigue siendo parte vital de nuestras vidas.
Pero sabemos que no es fácil. El 53% de los trabajadores, según un informe de Bumeran, siente que no logra un «work-life balance» adecuado. Todos hemos sentido esa lucha interna entre ir al control con el pediatra y sentir que nos estábamos borrando del trabajo.
Aunque hemos avanzado hacia esquemas laborales más flexibles, todavía queda mucho por repensar.
Entonces, surge una pregunta clave: ¿Deberían cambiar los espacios de trabajo para adaptarse a nuestras necesidades? ¿Qué rol pueden jugar en la conciliación entre la vida profesional y la familiar? Hoy existen iniciativas innovadoras que combinan entornos laborales con espacios diseñados para el cuidado infantil, ofreciendo una solución que demuestra algo fundamental: el trabajo y la crianza no tienen por qué ser incompatibles.
Nos toca reflexionar: ¿Estamos creando las condiciones necesarias para alcanzar ese equilibrio que tanto valoramos? ¿Qué más podemos hacer como sociedad, desde las empresas hasta las políticas públicas, para apoyar esta transformación?
Como generación, estamos marcando el camino hacia una nueva forma de vivir: menos dictada por relojes de oficina y más guiada por el deseo de estar presentes, de construir una vida con sentido tanto en lo laboral como en lo familiar. Este es nuestro desafío y nuestra oportunidad: convertir el balance entre vida y trabajo en algo real y compartido.