Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
¡Haz justica de la injusticia que me rodea y carcome como lepra!
¡Sana el dolor, el abandono y la tristeza que encuentro en los hospitales, las cárceles, los subtes, las guerras de Ucrania -en la que matan los drones dirigidos como videojuegos- y Medio Oriente -en donde la inocencia se confunde con la crueldad-!
¡Defiende mi causa en las oficinas frías, sin sonrisas ni abrazos, en donde sólo existe el cálculo del lucro … los templos de Wall Street … Hong Kong … Beijing … calles duras y secas … plazas Roja y de Tiananmen … vacías de encuentros y agasajos …!
¡Cuánta indiferencia y “sálvese quien pueda” me enferma … mientras sigo en piloto automático, adentrándome en espirales de sombras!
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
¡Protégeme Dios mío, que me refugio en ti! Mientras siento tu silencio … como si pasaras de largo sin darte cuenta de la aflicción … huelo azufre y gas pimienta … y se acerca la plaga nocturna y oscura …
¿Dónde podré encontrarte? ¿En qué esquina, plaza o parque estarás esperándome …?
Hay música callada, en medio del bullicio … fiestas paganas, sórdidas, metálicas, de luces de neón … saltando como insectos … revoloteando sin sentido en órbitas de muerte, huérfanas de salida y sentido …
Envía tu luz y tu verdad;
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
¡Lléname de años luz … para que todo se ilumine de vida y sonrisas!
¡Llévame hasta tu hogar, tu santuario … en donde revive mi corazón y se llena de alegría … en donde pueda reposar y sentirme acogido, amado, acompañado, recibido … donde todo esté bien y el Señor construya su reino sin darme cuenta!
Que yo me acerque hasta el altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.
Que pueda descansar en tu presencia, sin escudos ni chalecos antibalas … compartiendo el pan de la vida nueva y eterna … en donde la piedra olvidada por los arquitectos, ingeniero y premios Nóbeles, reconstruya la ciudad de los pobres, ancianos, afligidos y olvidados …
¡Que se reúnan los grandes músicos –Mozart, Beethoven, Pink Floyd, los Beatles, Coldplay– para alabarte y cantar tu grandeza!
¡Que aplaudan y griten los ríos, los mares y océanos … que el Everest y el Aconcagua bailen de alegría, al son de la cítara y una Gibson Les Paul … que las montañas, macizos y cordilleras se llenen de flores y ofrendas, agradeciendo tu presencia y salvación!
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
“Salud de mi rostro, Dios mío”.
¡Alégrate alma mía, el Señor está con nosotros y nos sana, llamándonos a la vida!
¡Él está escondido pero presente … en medio nuestro y exultando de gozo, renovándonos con su amor y bailando en medio nuestro con gritos de júbilos, cantando Hey Jude y Let it Be de Lennon & Mc Cartney, el Aleluia de Haendel, el concierto de Aranjuez de Rodrigo, y el Himno a la Alegría de Beethoven!
¡Cristo resucita y hace nuevas todas las cosas!