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En una entrada anterior comentamos el papel del principio de subsidiaridad en la ética social. Hoy vamos a tratarlo en la ética empresarial o corporativa. Porque también es relevante en ella.
Dijimos que subsidiaridad significa que el superior no debe reemplazar al inferior en sus deberes, a no ser que el inferior no pueda cumplirlos. En la empresa significa que lo que puede hacer el empleado no debe hacerlo el directivo, y que lo que puede hacer una sucursal de la empresa no debe hacerlo la central.
Pero, me dirá el lector, a menudo el directivo está más preparado que el empleado, o la central en mejores condiciones que la sucursal. Puede ser verdad, pero entonces lo que tiene que hacer el superior es ayudar al inferior a hacerlo que debe hacer.
Subsidiaridad en este caso implica co-responsabilidad: el empleado debe sentirse responsable de las acciones que lleva a cabo, sin descargar esa responsabilidad en el directivo, y este debe dejar que sea aquel el que lleve a cabo la acción correcta -y si no lo sabe hacer, debe ayudarle a hacerlo. Es la mejor manera de generar sentido de responsabilidad en todos. Es, pues, una forma de especialización y división del trabajo, que lleva a decisiones mejores con la participación y la cooperación de todos.
Artículo publicado originariamente en el blog del IESE Business School de la Universidad de Navarra.