Valores

¿Cómo habitamos la vida y la empresa?

Escrito por Carlos Barrio
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Mi habitación es tu santuario,

donde actúas para gloria del Padre.”

Los seres humanos habitamos en distintos ámbitos, y la forma cómo lo hacemos, expresa nuestro ser y nuestros valores.  

Habitar nos envuelve interior y exteriormente. Vivimos y moramos, implicando una relación profunda de intercambio y pertenencia (o ausencia) entre nosotros y el mundo que nos rodea, dentro y fuera de nosotros mismos. 

Muchas veces estamos presentes físicamente en algún lugar, pero no lo habitamos, no vivimos ni moramos conscientemente en él. Otras veces no respetamos adecuadamente los lugares que habitamos: estamos “enajenados”, fuera de nosotros mismos, ajenos a la realidad o sin una plena consciencia. 

La forma de vida contemporánea nos empuja permanentemente de una actividad a otra, (como “hombres films”, al decir de José Kentenich), sin detenernos a reflexionar ni vivenciar profundamente y/o gustar lo que vivimos, lo que nos dificulta arraigarnos en nuestros valores y vínculos y, en consecuencia, habitar lo que vivimos.

Probablemente muchos de los efectos negativos que surgen de esta deshabitación se manifiestan en la dificultad para vivir en armonía y paz conmigo mismo y los demás.

Jesús nos habla de la importancia de nuestra habitación al decirnos que “… en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, ¿les habría dicho a ustedes que voy a prepararles un lugar? Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?» Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». (Jn 14, 1-6)

Este párrafo del Evangelio se ha interpretado habitualmente en clave de vida eterna. Pero creo que podemos verlo también de manera muy provechosa con relación a nuestra vida cotidiana. 

Dios me ha preparado muchas habitaciones en las que quiere habitar conmigo. Quizás la clave sea que en todas mis habitaciones debería hacerle un lugar a su Espíritu para descubrir (i) que Él es el camino para construir puentes entre mis habitaciones y las de mi prójimo; (ii) que en un mundo plagado de fake news y pseudo verdades, busque, habite y me comprometa con la verdad; y (iii) que este camino verdadero, me conduzca a la vida y así pueda multiplicar las habitaciones en donde convivir. 

La propuesta de Jesús me invita a preguntarme: ¿Cómo habito mi mundo? ¿Quién habita hoy en las habitaciones de mi casa y mi trabajo? 

¿Cómo habito mis relaciones sociales, en mi familia, en la empresa en la que trabajo? ¿Habito en forma sana, constructiva o de manera negativa, destructiva o nihilista?

¿Qué puedo hacer para que mi escucha y mi habla sean un camino que me lleve a una cultura del encuentro y la esperanza? 

¿Qué otras habitaciones podrían habitar que he descuidado y no las tengo presentes? ¿Cuáles debería dejar de habitar?

¿Cuántas de mis habitaciones tienen la puerta abierta? ¿Qué puertas entrecierro evitando una buena comunicación? ¿A quiénes y de qué forma dejo pasar y a quiénes excluyo?

Mis habitaciones ¿tienen puertas y caminos para comunicarse entre sí, o están aisladas sin conexión ni relación alguna? 

Siento que Dios vive en mis habitaciones cuando en ellas descubro que hay luz y alegría, cuando en ellas me siento cobijado por su presencia. Y para ello debo

limpiar de prejuicios, pensamientos, deseos y pulsiones negativos mis habitaciones para que surja la luz y la alegría. 

Todos somos distintos, tenemos nuestra propia originalidad y Dios desea que seamos fieles a nosotros mismos y que habitemos de acuerdo con nuestra propia forma de ser. En ellas está nuestra casa.  

Las habitaciones que Dios quiere que habite también tienen una dimensión social y comunitaria. Las ciudades y lugares de trabajo nos hablan de cómo habitamos en ellas.

El Papa Francisco señalaba que existe un “…, crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también por el caos urbano, los problemas de transporte y la contaminación visual y acústica.” (Laudato si, 44). 

La dificultad que existe en nuestro país y en tantos otros para que las personas accedan a una vivienda digna, nos habla asimismo de nuestra pobreza interior para generar habitaciones.

“Argentina enfrenta una crisis habitacional que afecta a 3.240.000 millones de hogares, según estimaciones de la Cámara Argentina de la Construcción. Este déficit refleja un problema estructural que combina la falta de viviendas con la baja calidad de las ya existentes. El alarmante déficit se divide en dos categorías principales: cuantitativo, que representa el 35,45% y refiere a hogares sin acceso a una vivienda adecuada, y cualitativo, que abarca el 64,55% y comprende viviendas con infraestructura precaria o carencias en servicios básicos esenciales”. (Nota en Infobae, Juan Luis Cieri, 3/12/2024)

Cuántas dificultades habitan dentro nuestro que impiden que generemos y compartamos nuevas habitaciones y que en ellas transformemos las tinieblas en luz, alegría y calor de hogar.

Tenemos que vaciar nuestra casa interior y limpiarla, para que podamos dejar lugar a otras realidades y para que el mismo Dios pueda habitarla

El desafío que se nos presenta es superar la deshabitación que hemos construido de un mundo fragmentado, frío, repleto de muros, vallas y cerrojos, en el que buscamos protegernos, generando distancias y dificultando una cultura del encuentro. 

Abramos las puertas e invitemos a otros, a que pasen a nuestra habitación.

Con total seguridad, si le hacemos lugar a Dios en nuestras habitaciones, encontraremos el camino, la verdad y la vida.

Sobre el autor

Carlos Barrio

Abogado (UBA) con una extensa carrera en el sector legal de multinacionales. Coach Profesional (Certificación internacional en el Instituto de Estudios Integrales). Posee posgrados en Harvard y UBA.

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1 comentario

  • Excelente, gracias a ayudarnos a pensar y vivir lo cotidiano familiar, social y laboral con sentido de trascendencia