Valores

Conversaciones con Marga

Escrito por Lucas Ricoy
Escuchar este artículo

Marga llegó hasta a mí gracias a la recomendación de un viejo amigo, con el que había colaborado en diversos proyectos profesionales. Su historia es la de tantas otras personas en tránsito hacia otra nueva vida, la que empieza a escribir los últimos capítulos de nuestra existencia.

Durante 34 años, Marga ejerció como profesora de Lengua y Literatura en un colegio público de uno de los ayuntamientos que conforman el área metropolitana de Santiago. Ese ejercicio pasó por diversas fases, que no sé si son asimilables al modelo de Hershey y Blanchard, pero, con respecto al cual, cuando menos podemos encontrar reflejos en su devenir profesional. Como, por ejemplo, que saber mucho no te exime de la necesidad de un afecto sensible por parte de quienes te rodean (como veremos en la crónica -sintetizada- de nuestras conversaciones).

En la primera sesión que mantuvimos, dedicamos un buen rato a hacer lo que en nuestro modelo de la Escuela de Mentoring denominamos indagación apreciativa. Me interesó sondear los puntos de inflexión experimentados durante su trayectoria docente:

-Si te pregunto por experiencias cumbre en tu vida profesional, ¿cuáles te vienen a la mente?

¿Qué se entiende por experiencia cumbre? Me devolvió Marga.

-No pienses en fuegos pirotécnicos y grandes momentos para la historia, simplemente en situaciones en las que te sentiste enormemente a gusto y todo cobraba pleno sentido para ti.

Marga dudó durante unos momentos, pero su mirada comenzó a proyectar esa inquieta búsqueda que te sumerge en el túnel de la memoria. Algunas instantáneas que dan lugar a la recuperación de lo vivido emergieron y Marga empezó a ponerles palabras.

Recuerdo en una clase en la que hicimos comentario de texto de algunos pasajes de La Regenta. Lo más inspirador fue comprobar cómo aquellos chavales descubrieron hasta qué punto Clarín no hablaba solo a sus coetáneos, sino que también les hablaba a ellos. Ciertos temas generan una implicación absoluta.

– ¿Qué originaba esa implicación? Le pregunté.

Les habla de sus propias vidas, de lo que viven en sus relaciones. A partir de ahí, las personas activan su atención, se sienten concernidas, como formando parte de lo que acontece. Cada minuto se vive de manera gozosa. Se experimenta algo parecido a un compartir profundo, como de comunión.

Lo que oí me pareció muy significativo, apunté la palabra “gozosa” y -como suele decirse- recogí y devolví.

– Hablas de gozo. ¿Qué significado le estabas dando?

Es una sensación de plenitud, de celebración de la vida, de percibir que estás en un momento que te sustrae de lo insignificante, de lo rutinario, del sinsentido. Es un momento tan relevante que ya no te olvidas de él; aunque no recuerdes qué se dijo exactamente, el recuerdo de la emoción sí se mantiene.

Me acordé de un librito de Mihály Csíkszentmihályi, “Flow” (fluir); un término no suficientemente expresivo de lo que nos cuenta. Pero ahí va un apunte: la sensación de realización plena tiene mucho que ver con experimentar el tiempo de otra manera, como si éste “se suspendiera”. El mundo se para y nos hace sitio. Se celebra hasta lo más aparentemente banal; prima el sentido, el significado, que pasa a serlo todo.

En la segunda sesión, repasé mis notas, y después de unos minutos iniciales de reconexión y descomprensión procedí a retomar lo hablado en la sesión anterior.

– ¿Qué te gustaría mantener de todo aquello? Y, sobre todo ¿cómo podrías “revivirlo”?

Me es indiferente la fórmula, me interesa preservar aquellas sensaciones, lo que “se coció” durante aquellos momentos, eso es a lo que aspiro.

-Bien, pero sería muy interesante poder imaginarse escenarios. ¿Cuáles se te ocurren? Uno evidente sería reproducir aquella situación, en la medida en que sea posible.

– ¿Y cómo sería posible ahora?

¿Algo parecido a un club de lectura?

-Magnífica idea, respondí.

A lo largo de la sesión seguimos sondeando varias posibilidades, todas alrededor de la idea de “personas que se reúnen y celebran la literatura, y de paso, se congratulan de estar reunidas experimentando conexión”.

En la siguiente sesión Marga, vino con algunas ideas maduradas. Hicimos un repaso con vistas a que estableciera una línea de acción mínimamente coherente. De aquel proceso salieron algunas conclusiones, que expresó de la siguiente manera:

He hecho una revisión de entidades públicas o de interés público que incluyen actividades que se pueden incluir bajo el denominador común de “club de lectura”. También he buscado en redes sociales a algunas de las compañeras que tuve en aquel tiempo, e incluso exalumnos de los que tuve una especial impresión, y he conseguido retomar algunos contactos. Me voy a ofrecer de voluntaria en esas entidades y a ver que resulta. No descarto tampoco llevar a cabo encuentros más informales con los contactos recuperados.

La última sesión que tuvimos tuvo algo de rememoración y algo de celebración, indistinguibles ambas. Noté en Marga algo parecido a “tengo una misión por delante”. Su relato confirmó esa apreciación:

He recibido ya una oferta de un centro cultural dependiente de la diputación. Tendría que tomar el tren, pero no me importa. Son sesiones que se celebran el viernes por la tarde. No es exactamente terapia ocupacional, pero están integradas en programas orientados a la tercera edad, como actividad de mantenimiento.

-Harás una gran labor Marga.

Antes de finalizar la sesión, Marga se mantuvo unos segundos en silencio; parecieron realmente minutos porque al hablar cada palabra parecía dicha desde la plena consciencia del que ve en cada un destello de lo transcendente.

-Sabes Lucas, me he acordado de lo que me compartiste en una de las primeras sesiones: “No pienses en fuegos pirotécnicos y grandes momentos para la historia”. Creo que hay que buscar el pleno sentido en lo que se comparte y en lo que se hace para que otros puedan seguir teniendo vida. Me quedo con eso, para siempre.

Mientras repasaba las notas de las sesiones para poner orden y dar coherencia a lo apuntado, pensé en las vidas a las que asistimos, tanto en un sentido real como “contemplativo”. Las conversaciones y acciones de amigos, parientes y compañeros se entremezclaron, y concluí en la presencia de un denominador común: la persistencia de una especie de somnolencia abotagada -un estado orgánico cercano a lo vegetativo-, o su equivalente: la acción compulsiva y frenética. Vidas que no han sabido “recuperarse” del fin de su carrera profesional o de la inminencia de ésta, y que deambulan sin más; viviendo cada día con la eterna pregunta “pero qué hago yo aquí”. Entonces me imaginé en qué podrían convertirse de hacerse las preguntas que Marga decidió hacerse. En tiempo y a tiempo.

Sobre el autor

Lucas Ricoy

Licenciado en Psicología (Universidad Autónoma de Madrid), máster en Dirección de Organización y Recursos Humanos (IDE-CESEM) y un postgrado en Administración y Dirección de Empresas (Universidad de Barcelona). Es Mentor Acreditado Experto (EM4) por la Escuela de Mentoring. Facilitador, docente, mentor y psicólogo empresarial.

Deje su opinión

1 comentario