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Generar competencias humanas para un futuro con propósito

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Un llamado a la acción

En un mundo en constante cambio, donde los desafíos sociales y ambientales nos interpelan profundamente, resulta fundamental reflexionar sobre cómo las competencias y cualidades humanas pueden ser catalizadoras de un futuro más justo y sostenible. Desde una perspectiva de fe, entendemos que cada ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, dotado de talentos y capacidades únicas. Entonces, surge una pregunta clave para el mundo organizacional: ¿cómo podemos cultivar estas competencias en nuestros equipos de trabajo para que se conviertan en herramientas poderosas para el bien común? ¿Cómo construir organizaciones que reflejen el amor al prójimo, la justicia y la dignidad inherente a cada persona?

La experiencia compartida por los panelistas en la 3° Jornada de Sustentabilidad ACDE, bajo el título “Generando nuevas competencias humanas para mejorar los equipos”, refuerza que la diversidad y la inclusión son esenciales para formar equipos más sólidos y creativos. 

Como subrayó María Migliore, Directora de Fundar: “En el mercado de trabajo tenemos hoy una máquina descalibrada… el rol del empresariado es ayudar a reordenar esta situación”. Esto nos recuerda que las competencias organizativas deben ir más allá del desempeño técnico: necesitan atender las brechas sociales y fomentar el empleo digno como una responsabilidad compartida. La generación de oportunidades de empleo y la inclusión de personas de recursos escasos es un eje fundamental para salir de la pobreza estructural.

Por su parte, María Inés Podestá, Directora de ALPI, enfatizó el poder de los equipos multidisciplinarios y el liderazgo inclusivo con foco en la accesibilidad de personas con movilidad reducida: “Es fundamental trabajar con todo tipo de habilidades, innovación y creatividad”. Estos dos últimos aspectos son vitales en las organizaciones para generar propuestas originales para la inclusión. 

Incorporar personas con diferentes capacidades no sólo enriquece el ambiente laboral, sino que refuerza la capacidad de las organizaciones para adaptarse a entornos cambiantes.

De modo muy concreto, José Ramón, empresario de repuestos para el automotor, aportó un testimonio que desafía paradigmas: “Trabajar con personas con síndrome de Down nos cambió la cabeza… la experiencia es maravillosa”. Su ejemplo evidencia que cuando las organizaciones integran genuinamente la dignidad humana en sus procesos de selección y gestión, emergen cualidades como la empatía, el compromiso y la innovación colaborativa.

Toda organización tiene la oportunidad y la responsabilidad de ser un motor de bien común. Si educamos, contratamos y premiamos con criterios que reflejen la justicia, el amor al prójimo y la dignidad de cada persona, estaremos sembrando semillas de cambio real. Desde la perspectiva de fe, cada talento es un don. Es nuestra responsabilidad —y también nuestro privilegio— poner esos dones al servicio del otro y de la creación. Solo así podremos transformar desafíos en oportunidades y convertir nuestras organizaciones en herramientas vivas para construir un futuro más justo, fraterno y sostenible.

¿Y cómo se cultivan estas competencias?

  • Capacitación con enfoque en valores
  • Estilos de liderazgo más empáticos y colaborativos 
  • Políticas de selección y evaluación que integren criterios sociales y humanos
  • Generación de espacios de diálogo y participación transversal

Sobre el autor

María Eugenia Bellazzi

Socia en Sustenia Argentina. Especialista en el desarrollo de estrategias de sostenibilidad, definición y gestión de indicadores ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), reportes de triple resultado y finanzas sostenibles.

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