El desafío de integrar el legado de Enrique Shaw en el Año del Jubileo 2025
En la actualidad, la información contable ha evolucionado, trascendiendo los estados financieros o estados contables para incorporar los reportes no financieros, conocidos también como reportes de sostenibilidad (RS). Estos informes van más allá de los números, reflejando el impacto social y ambiental de las organizaciones, y se alinean con los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). En Argentina, esta tendencia se ve impulsada por un creciente interés en la sustentabilidad y la responsabilidad social empresaria, además de la influencia de normativas internacionales, como los Estándares GRI (Global Reporting Initiative) y las directrices de la IFRS (International Financial Reporting Standards) sobre sostenibilidad, que promueven la transparencia y la inclusión de estos criterios en los informes corporativos.
El 2025, declarado como el Año del Jubileo por la Iglesia Católica, brinda una oportunidad significativa para reflexionar sobre el papel de las empresas en la sociedad y la necesidad de un enfoque más humano en el análisis de la información corporativa. Este contexto resalta la importancia de adoptar una visión integral del desempeño empresarial, que no solo se limite a los aspectos financieros, sino que también aborde los impactos sociales y ambientales. En este marco, la figura de Enrique Shaw, empresario argentino cuyo legado humanista sigue siendo fuente de inspiración, cobra una relevancia especial. Su enfoque, centrado en la dignidad del trabajador y la promoción del bien común, invita a repensar cómo las organizaciones comunican su rendimiento más allá de los indicadores patrimoniales, económicos y financieros; poniendo a las personas en el centro de las decisiones empresariales.
En línea con esta perspectiva, el Papa Francisco impulsó en 2019 la iniciativa global La Economía de Francisco, un llamado a jóvenes emprendedores y economistas a construir un modelo económico más justo, inclusivo y sostenible. En su mensaje, el Papa destacó principios como la equidad, la fraternidad y el respeto por la casa común, promoviendo no solo un sistema económico que genere empleo digno e inclusión social, sino también prácticas responsables con el medioambiente. Su exhortación para transformar la economía actual se basa en valores que busquen humanizar, incluir y cuidar el planeta, en lugar de depredarlo. Esta perspectiva se convierte en un marco esencial para redefinir las prácticas corporativas, orientándolas hacia un desarrollo integral y sostenible.
El inicio del año 2025 encuentra al mundo con transformaciones aceleradas impulsadas por la inteligencia artificial, los conflictos bélicos, las crisis climáticas y una creciente desigualdad socioeconómica. Con un 2024 marcado como el año más cálido registrado, los desastres naturales se han intensificado, afectando principalmente a las poblaciones más vulnerables. Además, la pobreza sigue siendo un problema global crítico y la concentración de la riqueza se profundiza. Este escenario de incertidumbre y crisis exige una toma de decisiones más responsable. En este sentido, los reportes no financieros adquieren una relevancia aún mayor. Estos informes, que evalúan los aspectos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), son fundamentales para proporcionar una visión clara de cómo las acciones de las empresas impactan en la sociedad y el planeta. La transparencia y la calidad de estos documentos deben fortalecer la toma de decisiones estratégicas y garantizar que las empresas no solo busquen la rentabilidad, sino también el bienestar social y ambiental.
A nivel global, las regulaciones y estándares relacionados con los reportes no financieros están cobrando fuerza. En la Unión Europea, la Directiva de Información sobre Sostenibilidad Corporativa (CSRD) exige que las empresas divulguen información detallada sobre sus prácticas ESG. En los Estados Unidos, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) aprobó en marzo de 2024 un estándar para las empresas cotizadas y el International Sustainability Standards Board (ISSB) ha sido adoptado por más de veinte países, representando más de la mitad del Producto Bruto global. Además, el Global Reporting Initiative (GRI), utilizado por casi las dos terceras partes de las grandes empresas del mundo, sigue siendo el estándar más aceptado para la divulgación de información sobre sostenibilidad.
Sin embargo, pese a estos avances normativos, muchos RS aún se limitan a cumplir con los requisitos regulatorios, sin reflejar una verdadera transformación en la cultura empresarial. Para que estos informes sean más que un ejercicio de cumplimiento, deben integrarse completamente en la estrategia corporativa, respondiendo a un interés genuino por el impacto social y ambiental. La verdadera clave está en que estos reportes reflejen una auténtica preocupación por los efectos de las actividades empresariales, contribuyendo a un modelo económico más justo y equitativo.
En Argentina, la Comisión Nacional de Valores (CNV) y la Federación Argentina de Consejos Profesionales de Ciencias Económicas (FACPCE) promueven las buenas prácticas en los RS, aunque la divulgación sigue siendo voluntaria y no existe una regulación obligatoria. Sin embargo, en América Latina, el uso de los reportes no financieros ha ido en aumento, especialmente en países como Brasil, Chile, Colombia y México, aunque aún en Argentina la práctica no ha alcanzado una obligatoriedad.
Para que los RS reflejen el impacto social de las organizaciones, es fundamental contextualizarlos según las particularidades de cada empresa, su entorno y las expectativas de sus partes interesadas. Estos informes requieren de un enfoque interdisciplinario que considere los aspectos ambientales, como la gestión de recursos, la huella de carbono, el cambio climático, los residuos y las energías renovables; los aspectos sociales, como las condiciones laborales, la diversidad, la seguridad, las relaciones con la comunidad y la ética en la cadena de suministro; y los de gobernanza, que incluyen la transparencia, el cumplimiento normativo, el gobierno corporativo y la lucha contra la corrupción. Entonces, para abordar estos temas, es necesario un análisis profundo desde diferentes perspectivas, que abarque diferentes disciplinas como la sociología, la filosofía, el derecho y la ecología, entre otras.
Por otro lado, la enseñanza social de la Iglesia, reflejada en encíclicas como Laudato si (2015), Laudate deum (2023) y Caritas in veritate (2009), subraya la necesidad de una economía que esté al servicio del ser humano y del cuidado del planeta. En estos documentos, se hace hincapié en que la actividad económica debe ser sostenible y solidaria, promoviendo la justicia social y el respeto por la casa común. Asimismo, Enrique Shaw fomentó una visión humanista de la empresa y subrayó la centralidad de la persona en la economía. En consecuencia, el desarrollo de reportes no financieros que reflejen auténticamente el impacto social y ambiental de las organizaciones puede ser un paso crucial para avanzar hacia un modelo de gestión más inclusivo, transparente y responsable. A modo de conclusión, el llamado del Papa Francisco y el legado de Enrique Shaw nos recuerdan que detrás de los números siempre hay personas, y que la empresa como comunidad de vida debe estar al servicio de un futuro más justo.
Me parece un excelente artículo, que expone con claridad las ideas