Valores

Inteligencia Artificial y Derecho: anticipación y prescripción

Escrito por Leonardo Pucheta
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A pesar de la abrumadora producción literaria, reflexión ética en el centro, por momentos aparece la sensación de que nos falta tiempo para madurar una posición concreta respecto del modo en que las tecnologías emergentes deben afrontarse para asegurar que todas sus virtudes sean acompañadas de herramientas que garanticen el efectivo respecto de los derechos humanos y su consistencia con los principios éticos correspondientes.

Para superar esa sensación, que aumenta la ansiedad, se corre el riesgo de sobre simplificar el fenómeno, oscilando entre pesimismos catastróficos, propuestas éticas “light” que no aportan demasiado en términos prácticos y optimismos lacónicos que subestiman los riesgos asociados al desarrollo tecnológico contemporáneo.

Ciertamente nos enfrentamos a un rasgo característico de nuestra era: El conocimiento de los fenómenos estudiados es más lento que su evolución y su inserción en dinámicas ordinarias de la vida de las personas. Un poco más lenta es aún la síntesis ético-jurídica asociada. La tecnología progresa más rápido que nuestra comprensión de sus alcances y efectos. Ello nos interpela como operadores jurídicos, generando dudas en torno al modo en que hemos de plantarnos frente a ello desde la ética aplicada y desde el Derecho.

Existen muchos matices, pero en orden a hacer foco diremos sintéticamente que existen tendencias que no parecen acercarnos al objetivo deseado, vale decir, al descubrimiento de las normas que definan el cauce por el que debe transitar el desarrollo científico y tecnológico conforme criterios de justicia y bien común.

Por un lado, la legitimación nihil obstat del avance tecno-científico, pues cede sin objeción ante utilidades que presentan riesgos ciertos para la persona humana o para la sociedad. En el extremo contrario, actitudes que denominaremos “paralizantes”, tampoco permiten balancear adecuadamente ventajas y desventajas, presentándose como un obstáculo para el progreso tecnológico.

Ni la Bioética ni el Derecho deben asociarse necesariamente a la prohibición de conductas. Como disciplinas prescriptivas poseen un objeto práctico que podría sintetizarse en el descubrimiento de un cauce para la conducta humana a partir del establecimiento de fronteras claras (normas) entre lo lícito y lo ilícito en relación con la naturaleza de la persona en todas sus dimensiones. Ambas disciplinas aspiran a acortar la distancia entre el ser y el deber ser.

En ese sentido, frente al tsunami de la IA nos interpela la búsqueda de las reglas que permitirán sacar el máximo provecho a la herramienta de un modo consistente con el Bien Común. Se trata de sopesar y equilibrar riesgos, amenazas y oportunidades, priorizando el bien humano individual y colectivo por encima de los criterios operativos o económicos asociados.

En este marco, compartimos con Ciucci que un abordaje de la IA desde la perspectiva ética debe evitar los escenarios apocalípticos que “corren el riesgo de imponer una urgencia ética de corta duración y responsabilidad limitada”.

Tal como enseña Paolo Benanti “un eticista sabe que, si hay algo que la ética no es, es el reflejo del miedo. No hacemos ciertas cosas porque tenemos miedo, debemos hacerlas porque buscamos y deseamos el bien. Si pensamos que ser éticos, o incluso tener fe, significa dejarnos guiar por el miedo, estamos equivocándonos en ambas cosas. Es normal saber que podemos tener miedo al cambio, y las tecnologías traen cambios, pero el cambio no significa necesariamente algo mejor ni peor. No es momento de evitar el cambio, sino de ser actores en este cambio, para que tome la forma que deseamos. Es el momento de ser activos, para que esos valores que animan nuestra comprensión del mundo puedan, en alguna medida, ser efectivos en la contemporaneidad. Si hay algo que no debemos hacer, es dejarnos guiar por el miedo” 

Se trata de acompasar el desarrollo tecnológico con la profundidad y rigurosidad prescriptiva que amerita. El bien supremo es el bien de la humanidad. No en abstracto, sino de personas humanas concretas, tanto en su faceta individual como social. Considerando que tal es la prioridad, cobra mayor claridad el carácter instrumental de la IA, como el de cualquier herramienta producto de la inteligencia humana.

Como hemos dicho, se trata de un análisis de medios, de oportunidad y de idoneidad. Y, como tal, propio de las sociedades prudentes.

 

*Publicado originalmente por el Centro de Bioética y Familia

Sobre el autor

Leonardo Pucheta

Abogado especializado en temas de ética biomédica.

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