La relevancia de la innovación en distintos campos está muy extendida en la actualidad, aunque no siempre se comprende bien la relación que existe entre innovación y valores. La palaba “innovación” en el ámbito económico-empresarial ha sido impulsada por la obra del economista austríaco Joseph A. Schumpeter (1893-1950) que dio clases en su país, en la Universidad de Bonn, Alemania, y en la Universidad de Harvard. La definió como la capacidad de una empresa de generar “nuevas combinaciones” para ofrecer bienes y servicios en un mercado. Estas novedades podían darse en diferentes áreas: un nuevo bien o servicio, una nueva forma de producción, la apertura de un nuevo mercado, el descubrimiento de una nueva fuente de materias primas, o, finalmente, una nueva forma organizativa en una industria (o empresa individual).
Esta capacidad de la empresa de generar nuevos productos o formas organizativas, Schumpeter la centró en sus primeros escritos en el empresario individual, pero luego “democratizó” esta tarea a los demás integrantes de la empresa a través de su concepto de “función empresarial”. En ambos casos la innovación apunta a responder a necesidades actuales, o potenciales de las personas en el mercado (en cuanto a las segundas se refería a veces, forzando la idea, a la “creación” de necesidades), constituyendo, para el autor, la esencia la generación de valor de la empresa.
Es evidente, sin embargo, que los nuevos bienes, servicios o procesos, traen aparejados beneficios, pero también ciertos riesgos, o efectos indeseados, por lo que implican un discernimiento respecto a su introducción. Mencionemos tres ejemplos presentes: las redes sociales han sido adoptadas ampliamente por su capacidad de vincularnos y de mantenernos informados, además de otros múltiples usos, por otra parte, está cada vez más comprobado que en niños de edad escolar su uso asiduo dificulta el aprendizaje de ciertas habilidades como la lectura comprensiva, la escritura, o la concentración. Un determinado agente químico mejora la productividad, pero puede tener, en un determinado porcentaje, efectos nocivos para la salud de los consumidores. Podemos mencionar también una tecnología más reciente, que está en proceso de ser aplicada, y evaluada en sus consecuencias, como es la inteligencia artificial, que genera tanto optimismo, pero también reparos, en cuanto a sus consecuencias esperadas.
El riesgo en una innovación es inevitable (si quisiéramos eliminarlo por completo, muy probablemente no habría innovaciones), pero ¿qué nivel de impacto en los seres humanos y en el medio ambiente es aceptable, y hasta qué punto debería ser controlable? ¿Se pueden evaluar los peligros y riesgos (al menos los principales) “antes” de decidir introducir una nueva tecnología en la sociedad? ¿Cómo deberían distribuirse los riesgos, costos y beneficios entre los grupos sociales y generaciones? ¿Deberían los ciudadanos comunes, los actores sociales, o los funcionarios públicos influir en el desarrollo tecnológico? ¿O sólo los productores y expertos tienen conocimiento específico y capacidades para tomar decisiones críticas?
Como es evidente este tipo de preguntas involucra e implica a los valores que tenemos y la escala que les damos, así como los distintos roles o tareas que desempeñamos en la sociedad. Dado que perseguimos muchos valores diferentes al mismo tiempo, nos resulta difícil elegir entre ellos o llegar a un acuerdo. Valoramos por ejemplo la eficiencia, la libertad, la privacidad, pero también la salud, la sostenibilidad, la equidad, la seguridad, la responsabilidad y muchos más. Como no podemos abordarlos a todos simultáneamente, nos enfrentamos en nuestra acción con decisiones, hasta cierto punto excluyentes, o que, al menos, requieren una priorización, lo que a menudo puede constituirse en un problema.
Sin embargo, visto desde otra perspectiva, tener en cuenta los valores que involucra, o que perseguimos con una innovación, puede desencadenar la creatividad y el compromiso de tratar de dar cabida a valores en conflicto mediante un diseño inteligente. Podemos ver que los valores que una empresa afirma, incorpora proyecta –y que, junto con su visión y misión, constituyen su identidad– no sólo pueden verse como obstáculos o retrasos a una determinada innovación, sino que pueden ser la “fuente” desde donde pueden surgir innovaciones. Cuando esto sucede la empresa imprime a su acción y propuesta esos rasgos “diferenciadores de producto”, que la llevan a aportar valor y destacarse de sus competidores.
Un ejemplo de esta visión es el caso de Assurant Inc., un proveedor global de productos y servicios de gestión de riesgos innovadores con presencia global. Recientemente ha sido distinguida como una de las “Empresas más éticas del mundo” por Ethisphere. La empresa, que pone el foco en la conectividad y está encargada de proveer soluciones innovadoras que ayuden a las empresas y los consumidores a avanzar en la era digital, obtuvo una alta calificación en 2025 sobre un análisis de variables tales como gobernanza, cultura de la ética, impacto ambiental y social e iniciativas que respaldan una cadena de valor sólida.
Este tipo de ejemplos también pueden apreciarse a nivel local. El caso de la empresa Asteroid Technologies resulta ilustrativo al respecto, dado que adopta como misión desarrollar tecnología para un mundo más inclusivo. En este sentido, su innovación más destacada es la aplicación gratuita “Háblalo,” que sirve como herramienta de comunicación para más de 500 mil personas en todo el mundo. Actualmente “Háblalo” se incorporó en franquicias de farmacias y otros puntos de venta como una herramienta de asistencia que mejora la accesibilidad y experiencia de personas con discapacidad, en base a nociones de autonomía y equidad. Estos ejemplos sugieren que innovar con responsabilidad es posible.
Por tanto, el ejercicio de identificar con el mayor detalle posible la visión, misión y valores de la compañía, más allá de ser un requisito de presentación en la página web, es una cuestión que atañe a la vida misma de la empresa, a su capacidad de innovar desde una determinada identidad, y a su sustentabilidad a mediano y largo plazo. Es este un trabajo basado en una perspectiva ética que pone en el centro, no solamente la utilidad y la ganancia de corto plazo, sino también otros aspectos como la dignidad humana, la preocupación por el medioambiente, los vínculos locales y la viabilidad del negocio en el mediano y largo plazo. En este sentido, permiten desarrollar una visión holística, con foco en las personas y el entorno, sin perder de vista la importancia de generar valor.
Como vimos, se corren riesgos cuando se trabaja para innovar, y no es posible detectar a priori los todos los puntos de conflicto actuales o potenciales. Pero sabemos que no es válido cualquier camino por el que la innovación se concibe e implementa. Aún, asumiendo que las ideas éticas y los marcos legales también conllevan una cuota de cierto dinamismo, conviene tener presente que existen preguntas básicas que permiten orientarnos. Por ejemplo, se puede plantear intentar responder a tres preguntas relevantes: 1. ¿La decisión tomada en relación con la innovación, puede ser comunicada con transparencia a los clientes, usuarios o potenciales afectados? 2. ¿Nuestra decisión en materia de innovación está en línea con los criterios y valores aceptados, de todo el equipo, y de la comunidad empresarial? 3. ¿Las personas con las que tengo una relación de confianza personal aprueban la decisión?
Al hacernos estas preguntas, y reflexionar sobre sus posibles respuestas, no se obtiene una matriz exhaustiva de acción, pero permiten identificar potenciales efectos relevantes de la acción innovadora. Hay un cierto consenso en cuanto a que es importante alinear la cultura de la empresa con prácticas que resulten sustentables en el tiempo y permitan mejorar la confianza y la reputación. En los casos en que se comprueba una interacción entre empresa y sociedad basada en valores compartidos, se logra un círculo virtuoso y se consolida un camino a seguir. El comportamiento ético se convierte así en una norma social apreciada, y la empresa realiza su vocación de servicio a la sociedad en la que se desenvuelve y crece.
Las empresas que buscan pasar de la mera adaptación al desafiante camino de la innovación pueden tener presentes estas reflexiones para orientar sus decisiones con un mejor análisis de los riesgos y beneficios al lanzar bienes y servicios innovadores al mercado.