«Intuitivamente riqueza es cuando sobra, pobreza es cuando falta. Sobra por encima de qué y falta hasta llegar a dónde. Lo que sobra más allá de lo necesario, de lo indispensable, es riqueza. Lo que falta para llegar a lo indispensable, tendría que ser lo que llamamos pobreza. Y habría que pensarlo más, qué es necesario, qué es indispensable …». Ese fue el punto de partida del P. Daniel (1) en el marco del cierre del ciclo anual del Grupo G40 de ACDE, donde bajo el título Riqueza-Pobreza: un desafío espiritual, compartió algunas de sus reflexiones. Este tema fue elegido respondiendo a las inquietudes de los miembros de esta comunidad y anticipando, en un año especial para la Iglesia, el «Jubileo de los Pobres 2025». Y en ese mismo tono algunas de esas ideas y preguntas:
Hablar de riqueza y pobreza puede resultar abstracto. Eso cambia cuando a los números le ponemos nombres.
«Hablamos de pobreza y lo relacionamos con un 49% de pobreza en nuestra sociedad, un número abstracto. Pero es mucho más fuerte cuando a esos números les ponemos nombres, Don Marcelo, Andrés, María … y cada uno con su historia. Eso de irlo bajando, tiene que ver con ponerle un marco que nos va a permitir que abordar el tema sea cristiano, no deshumanizarlo.»
Pero ese es solo un aspecto. ¿Estamos dispuestos a dejarnos interpelar?
«Porque esas riquezas y pobrezas tienen que ver con la apertura hacia Dios. Porque al rico le será más difícil abrirse al que viene para darse o para darnos cosas. En cambio, si somos pobres estaremos más abiertos y sensibles a aquel que nos puede dar. Todo este tema no vale la pena ni tocarlo si no estamos dispuestos a dejarnos interpelar. Porque si uno lo piensa, esto a nosotros mismos nos pone en un lugar … estamos entre los ricos.”
Ser pobres de espíritu para tener riqueza espiritual. Dios es rico y se hace pobre. ¿Para qué?
«La pobreza de Dios tiene un motivo que es nuestra riqueza. El apóstol Pablo en una de sus cartas dice: No es para que pasen apuros, para que otros tengan abundancia y ustedes no, sino que la pobreza de unos sea riqueza de otros, para que reine la igualdad, la verdadera riqueza. Al presente, la abundancia de ustedes remedia su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar la necesidad de ustedes, y reine la igualdad. Como dice la escritura: El que mucho recogió no tuvo de más, y el que poco no tuvo de menos. En esta igualdad que Pablo les propone a los Corintios para su generosidad, son ricos de los dos lados y son pobres de los dos lados. En ese encuentro entre los dos surge la verdadera riqueza. Como dijo Enrique Shaw «si la riqueza estuviera en manos de pobres de espíritu, la riqueza multiplicaría la riqueza”. Cuando la riqueza propia es puesta al servicio de los demás, la riqueza se multiplica en todos.»
De la duda a la acción
En el cierre el P. Daniel llamó a la acción: “La pobreza es un escándalo. Personas que no tienen lo indispensable, ese es el punto de partida. Hay que ver cómo esa situación nos involucra, qué hace uno con eso, qué puedo hacer en concreto. La caridad tiene que ser efectiva y de algún modo desde donde Dios me va guiando y llevando. Porque hay pobrezas múltiples, carencias materiales, pero también de vínculos y contención. Porque si alguien pierde el trabajo, pero tiene familia o un grupo de contención, puede salir adelante. El desafío es generar esas redes de contención.”
Riqueza y pobreza. La desigualdad
Las estadísticas muestran que la pobreza en el mundo disminuyó en las últimas décadas y las proyecciones van en la misma dirección. Pero lo que está aumentando de una manera inevitable es la desigualdad, la brecha entre la riqueza y la pobreza. La desigualdad es la que expone de manera más descarnada la pobreza, y pareciera no ser un tema de méritos y talentos individuales, sino de accesibilidad y oportunidades, como sociedad. ¿Y en nuestro metro cuadrado?
Dejarnos interpelar
Como el P. Daniel lo resaltara, es distinto cuando a la pobreza le ponemos nombres, porque eso es lo que nos humaniza, lo que nos interpela. ¿Somos ricos o somos pobres, o en qué somos ricos y en qué somos pobres? ¿Cómo nos percibimos considerando los talentos, oportunidades y legados que recibimos, y cómo los aplicamos? ¿Quiénes son nuestros pobres?
Bien Ser, Bien Hacer y Bien Estar (2). Si el Bien Ser es: ser buenas personas, ser pobres de espíritu; el Bien Hacer es: dar, trabajar, generar trabajo y ser agentes de cambio, en coherencia con el Bien Ser; y el Bien Estar es: la felicidad, la riqueza espiritual. ¿El desafío está en el Bien Ser o en el Bien Hacer? ¿Qué entendería por Bien Tener?
- Padre Daniel Díaz. Asesor doctrinal de ACDE.
- Adaptación de “Bien Ser, Bien Hacer, Bien Estar y Bien Tener”, Carlos Kasuga.
Muchas gracias Gabriel por ayudarnos a ser interpelados!!!
Excelente reflexion, muchas gracias por compartirla.