De la serie “De colectivos y peatones”
Hace algunos años visitábamos un joven matrimonio de educadores argentinos que se mudaron a Estados Unidos en la crisis del 2001. El director de la escuela bautista donde ellos trabajaban se interesó por nuestro trabajo en las misiones rurales del Noroeste argentino y nuestra Ciudad: Tandil. Pocos días después se había declarado la crisis en Ucrania, dónde esperaban misionar, y nos proponían misionar juntos en algún lugar de Argentina. Le ofrecimos el proyecto a nuestro Obispo, a un Pastor evangélico local y al pastor Luterano Danés –su templo es el más antiguo de nuestra Ciudad-. Así nació una experiencia en la cual la escuela bautista de Carolina del Norte descubrió en su misión a Argentina que traía alumnos de siete denominaciones, incluidos dos católicos y dos ortodoxos.[2]
La experiencia de Dios
El encuentro de los grupos comenzó abriendo las manos para mirarlas un minuto; apreciar sus pliegues, la belleza de la forma, todos los matices del color… allí pasó Dios, por todo nuestro cuerpo pasó Dios cuando dijo: Quiero que existas!(Gn 1,26) Y afirmó: Qué maravilloso que seas![3].
Luego miramos el rostro de quien estaba a nuestro lado durante un minuto; nos parecemos, pero somos distintos. ¡Cuánta vida se le reconoce, es amable, su mirada me produce alegría y.… hasta risa… allí pasó Dios, por todos los que me rodean pasó Dios cuando dijo No es bueno que estés solo! (Gn 2,18) Y afirmó: ¡Qué maravilla que sean distintos!
El sueño de Dios estaba en nuestras Sierras, en nuestros campos, en cada árbol que hemos plantado. En su DON y en la TAREA del hombre. El sueño de Dios estaba en la libertad que nos permitía reunirnos, pero no determina nuestra libertad, de modo que en ese instante podíamos realizar el sueño de Dios o seguir nuestro desvarío de siglos. Es la experiencia de la ruptura, que siempre acompaña la tara del hombre. Lo que tan bien relata San Pablo cuando dice: ¿Porqué no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero? (Rm 7, 19). ¿Por qué? Simplemente porque somos libres porque nuestro deseo de felicidad solo puede satisfacerse en libertad[4]. Solo seremos plenos como Iglesia si asumimos el riesgo de buscar el camino colectivo y descubrir que, en lo más alto, lo más largo y lo más ancho, el más íntimo de nuestros deseos individuales, es el sueño de Dios: Nuestra felicitad, plena, para siempre.
La preparación del grupo norteamericano era impecable, coreografías sin palabras expresaban que para dar plenitud a la creación, para hacerla completa, para enseñar al Hombre a ser hijo de Dios, Dios se hizo Hijo, se abajó hasta asumir nuestra condición humana, en todo[5], menos en nuestro desvarío. Dios se hizo luz y la luz ilumino las tinieblas pero los suyos no la recibieron[6]. Dios mandó a su hijo a los empleados que cultivaban su viña, pero estos en lugar de cambiar su actitud dijeron: Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia[7].
A pesar de ese rechazo del Dios hecho hombre, Jesucristo permaneció en la historia del hombre, y a tiempo y a destiempo, proclamó que el Reino de Dios está en el medio[8] de nosotros. El Reino de Dios es el proyecto de Jesús vivo y resucitado, una presencia que inserta la historia en el corazón de la eternidad, que viviendo en el tiempo nos permite construir fuera del tiempo lo que ni la polilla, ni el moho corroen[9], llevando la Creación al destino primero, por el cual Dios nos constituyó en administradores: co-creadores.
Con su arte ellos realizaban la predicación de Benedicto XVI, de que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva[10]”
En el mundo actual
Nuestros chicos prepararon una enseñanza sobre el proyecto de Dios para el hombre, la cima a la cual está llamada toda generación, y el abismo por el que transita.
Partieron de la idea que: «La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría[11]”
«Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. Hemos creado nuevos ídolos… el fetichismo del dinero (…) reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo[12].”
“Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada (…) cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes[13].”
“En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia[14].” Están apareciendo nuevas formas de conducta, que son resultado de una excesiva exposición a los medios de comunicación social, particularmente entre los más jóvenes.
Juntos representaron entonces la idolatría del dios-dinero, y el culto-consumismo, en el contexto de la cotidiana-corrupción; el debilitamiento de la voluntad que va ensanchando un agujero negro en nuestro interior, donde el negocio de todos los excesos, muy particularmente el del alcohol y la visión pornográfica de ese don de Dios que es nuestro cuerpo, arroja nuestras vidas a la nada. En el momento del suicidio se encendía una iluminación interior, y una mano amiga que animaba a ensayar otro camino… en comunidad.
El gozo de la unidad
Esos días resplandeció el Dios de la vida, jóvenes en dos idiomas, de siete denominaciones distintas repitieron la pregunta de Moisés: ¿Qué he de decir cuando me pregunten quien me envía a liberar a mis hermanos? Y escucharon la respuesta: Diles YO SOY me envía[15]. No se trataba de llevar un libro de dogmas, ni de llevar una institución, por muy valiosos que los unos y los otros sean, se trataba de que la torpeza del local y el extranjero, la espontaneidad y la alegría de ambos recordaran que “Dios está vivo y es el Dios de la Vida”
Cuando la vida de nuestros jóvenes y adultos comienza a girar en el inodoro de la nada (perdón la brutal expresión) solo YO SOY, YAVE, el DIOS DE LA VIDA rescata al hombre. Lo hace de muchos modos desconocidos, desbordantes, pero muy particularmente por sus Iglesias (al decir de Pablo), por la Iglesia que “no crece por proselitismo sino «por atracción»[16]
Había vivido mi Fe desde el catolicismo argentino que se concibió como “resistencia” a una cultura adversa; de repente aparecía ante mí un arco: Creación –Encarnación – Reino. El plan de Dios en la historia concreta real, inmediata, realizado de forma siempre imperfecta y precaria, obras que, si bien se realizaban en el tiempo, se construían en la Eternidad, experiencia de Dios sembrada en los pliegues de la historia de los hombres… experiencias de Reino.
La educación reaccionaria, de un cristianismo contracorriente, se me representaba como haber pensado que el movimiento creador fue puesto “entre paréntesis” por nuestra época. Pero el impulso del amor creador inicial sigue vigente, al igual que el llamado final a participar del Reino. La corriente del rio de la Gracia es desde Dios hasta Dios, el mismo Dios para un hombre nuevo[17], transformado en su plenitud posible.
Esos días nos supimos en la corriente, con un destino cierto a través de un camino incierto, nos permitió ver como otros nos interpelan a los católicos. Dice Santa Catalina de Siena: “pudiendo habernos hecho Dios iguales, nos hizo distintos, para que necesitemos los unos de los otros”. ¿Porqué lo que es válido para nuestras manos y nuestro rostro, no ha de ser válido para nuestra experiencia de Dios?
Yo soy católico, fiel feliz de la Iglesia de la Eucaristía y del Perdón, a quien mis hermanos luteranos interpelan desde la Iglesia de la Palabra y de la Libertad, y nuestros hermanos evangélicos interpelan desde la experiencia del bautismo y la comunidad.
Uno de los signos reveladores de nuestro tiempo, tras las ambigüedades de la globalización, es el deseo humano de la unidad. Dios que es unidad verdadera, de personas distintas, se manifiesta en la unidad.
He de renunciar a mi tradición e identidad, he de fundirme en un “tutifruti” donde todo da igual; ¿en un New Age cósmico, que me promete que puedo ser lo que quiera? Cuando mis manos y mi rostro me recuerdan a YO SOY EL QUE SOY, diciéndome: tú eres el que eres… y yo te he querido bueno.
Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz[18].» Porque donde hay amor allí está Dios[19].
Un final a toda orquesta
Para Giorgio La Pira –alcalde de Florencia, constituyente y activista para superar la guerra fría- la Ciudad es un signo de los tiempos. Florencia era para él una hermana de Jerusalén, prefiguración e icono de la ciudad celestial. La Pira tenía siempre presente aquel pasaje del Apocalipsis donde el ángel toma las medidas de la Ciudad santa en sus tres dimensiones: alto, largo y ancho. Para él eran símbolos que invitaban a la reflexión sobre la jerarquía de: los valores que debía gobernar una comunidad (lo alto), el tiempo de la historia y las raíces de la identidad actual y del futuro (lo largo), la invitación a mirar más allá de las murallas para alcanzar el mundo entero y construir una sociedad más justa y pacífica (lo ancho)[20].
Para el cierre de finalización de la misión y despedida, le había propuesto al director norteamericano realizar un gesto revelador, el “sacramento” olvidado, del lavado de los pies.
Al comenzar su visita compartimos todos los planes y le expliqué que formaríamos una rueda, con un recipiente de agua y una toalla en el centro, e iríamos lavando los pies a todos, cerrando con el testimonio de una experiencia, lo mejor de esa persona a la cual le laváramos los pies.
Hubiéramos deseado que la experiencia continuara, pero llegó la despedida. Estábamos en círculo. Le recordé a mi amigo bautista las consignas, aclarando que como ninguno de nosotros éramos Jesucristo -y todos lo éramos-, la palangana, el jarro y la toalla irían girando, de nosotros a nuestro compañero de al lado y así sucesivamente.
Mi amigo, evangélico bautista, oficial retirado, veterano de varias campañas en Afganistán, que había preparado y memorizado 32 speches para sus 32 alumnos, con la cara colorada sonrió, lavó los pies del primero a su lado y se sentó esperando que la ronda siguiera, como tal vez yo había alcanzado a explicarle bien; y en algún lugar, un ángel dejó su trompeta a un lado y sonrió.
[1] Presentado para su publicación por la Revista CRITERIO, en su número 2470, 2020, Buenos Aires.
[2] I Misión ecuménica católico, luterano, bautista, argentino, norteamericana, en Tandil, Provincia de Buenos Aires del 10 al 17 de abril de 2014. Bajo el lema: «Que todos sean uno … para que el mundo crea» “so that they may all be one, that the world may believe that you sent me”. (San Juan 17, 20-21).
[3] Génesis 1,31. Josef Pieper, CREATURIDAD Observaciones sobre los elementos de un concepto fundamental, Revista Philosofica, Nro. 2-3, Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1982
[4] Josef Pieper, idem. anterior
[5] Filipenses 2,7
[6] Juan 1, 10 y 11
[7] Mateo 21, 38
[8] Lucas 17, 21
[9] Mateo 6, 20
[10] Benedicto XVI, Deus caritas est, 2005.
[11] Pablo VI, Gaudete in Domino, 1975.
[12] Francisco, Evangelii Gaudium, 55, 2013.
[13] Francisco, Evangelii Gaudium, 60, 2013.
[14] Francisco, Evangelii Gaudium, 62, 2013.
[15] Éxodo 3, 14
[16] Benedicto XVI, Deus caritas est, 2005.
[17] Efesios 4, 24
[18] Francisco, Mensaje Urbi et Orbi, Pascua de Resurrección, 31/03/2013
[19] León Tolstoi, Cuentos Populares, Donde hay amor allí está Dios.
[20] Giorgio La Pira, Lettere alle Claustrali, lettera XXXIII (1960), Milano 1978.