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Empujando la oscuridad

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La imagen de Sísifo empujando hacia arriba en una pendiente muy empinada una pesada piedra ha sido muchas veces utilizada como símbolo del trabajo. Una imagen análoga es el monumento que está sobre la Av. Paseo Colón, en la Ciudad de Buenos Aires, llamado Canto al Trabajo del argentino Rogelio de Yrurtia según me dice Google. Aunque, cabe aclarar, en este grupo escultórico, los trabajadores tiran todos juntos de la piedra, no la empujan solitariamente.

La imagen de Sísifo empujando hacia arriba se completa con la imagen de la caída de la piedra por la pendiente empinada, al final de cada día. Esta se ha constituido también el símbolo del sinsentido, de la frustración, del no experimentar la satisfacción de logro, y, cada día tener que volver a empezar con el rutinario esfuerzo propio de nuestra condición de mortales desterrados del paraíso.

Pero claro, podemos decir: ¡pero no todos los trabajos son físicos! Es que quizás sí. Somos seres integrados cuerpo, alma, espíritu y el trabajo intelectual tiene efectos físicos. Entonces, a veces, uno sale de una reunión y sale cansado y te preguntas por qué. 

Hay algunos trabajos cuya esencia es la comunicación, la conversación. Un ir y venir no solo de ideas sino también de expectativas y de palabras no dichas. Un intercambio no solo de alternativas, de presupuestos u objetivos, sino de intenciones y de síndromes: el del impostor, el del conquistador o imperialista, el del jubilado, el de la memoria organizacional, el del novato, el del eficiente, el del obediente, el del desobediente, el de la innovación o de la invención de la rueda. 

Y si, y después otros te dicen ¿por qué estás cansado? Si solo estuviste en una oficina, sentado, hablando o monologando. Y pensás que la pregunta es válida, que quizás no deberías estar tan cansado como un cirujano o una enfermera o el policía o la maestra jardinera.

Pero luego recordás que escuchaste cosas dichas a medias que trataste de entender y no pudiste repreguntar más de una vez, a riesgo de quedar como que no entendés nada, o como el que se las sabe todas. Recordás que te explicaron lo que ya sabias y lo que necesitabas saber no te lo dijeron. Que había algo en el chat para leer y algo más en el mail, pero a la corteza prefrontal ya se le acabó la batería. Y luego te acordás de que a veces, lo que decis, no se entiende o se entiende de otro modo y hay que volver a comenzar. O no, te decís estoy cansado y te parece que no tiene sentido empujar ese magma, esa piedra fundida hirviente y viscosa, o empujar la oscuridad. 

¿Y si hacemos como que conversamos? ¡Listo!

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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