Es interesante observar, cuando se viaja por las islas británicas, que el billete de 5 Libras tiene en su reverso la figura de W. Churchill seguido de su conocida frase: “solo puedo prometerles sangre, sudor y lágrimas”. Parecería que el pueblo que hoy utiliza ese billete no presta atención al significado que tuvieron esas palabras en boca de un político. Quizás hoy carecen de sentido allí, pero, por otro lado, cuando se pronunciaron y hoy mismo, muestran una actitud frente a los problemas sociales.
Si miramos la situación actual del país y escuchamos a los candidatos que se enfrentarán en las próximas elecciones cabe preguntarse que pasaría si alguno de ellos dijera algo similar a lo expresado por el famoso estadista inglés. Ciertamente la palabra sangre, estaría demás, fue pronunciada dentro del contexto de una terrible guerra que no es nuestro caso; pero el “sudor y las lágrimas”, especialmente el primero, sí son realidades que, atento la situación de la Argentina, tienen un contenido realista que todos debemos asumir. Sudor, porque solo con el trabajo disciplinado y el sacrificio podremos salir. Lágrimas porque los actuales índices de pobreza, cuya causa esta mucho más lejos que los últimos cuatro años, llaman a la tristeza, pero también a encauzar nuestros sacrificios para erradicarla, asumidos principalmente por los que más tenemos con el objeto de que sufran menos aquellos que más necesitan.
Contrariamente, escuchamos a nuestros candidatos, decir que, si son elegidos, nos espera el mejor de los mundos en forma inmediata sin explicar cuál es la “varita mágica” que poseen para lograr tal resultado.
Algunos prometen la adopción de modelos que llevaron a países como Uruguay, Portugal o Israel a la bonanza económica; obviamente ocultando que esos resultados fueron precedidos de sacrificios enormes en aras de la disciplina fiscal que les permitió finalmente estabilizar su economía. Otros ponen el ejemplo de sus propias gestiones pasadas, cuando todos sabemos que, si bien pudieron haber producido un alivio momentáneo, terminaron minando la confianza de los inversores en nuestro país pues a muchos de ellos -grandes y chicos- hace pocos años se les impusieron quitas de más del 70% de sus créditos frente a un default declarado públicamente y aplaudido por todos los sectores.
¿Son los políticos los únicos responsables de esta actitud? Ciertamente tienen una cuota importante, pero a mi me parece que ellos responden a las demandas de nuestra sociedad, al temperamento y las conductas de todos nosotros. Desde esa realidad, debemos hacer nuestro examen de conciencia que, en mi caso, me lleva a concluir que los argentinos no estamos dispuestos a escuchar que nos vienen tiempos difíciles, que nuestras cosas no valen lo que creemos y que debemos tener conductas apropiadas para reestablecer la confianza perdida hacia nosotros. Y, sobre todo, seguimos echándonos mutuamente las culpas de lo que ocurre en un perpetuo juego del “gran bonete” donde siempre la situación actual es culpa del otro. La realidad es que hace ya muchas décadas que seguimos la cultura del atajo y el corto plazo, evadiendo sistemáticamente la realidad que nos impone austeridad y sacrificio. Es la hora de perdonarnos mutuamente, como dice Ignacio González García en una reciente colaboración con el Portal (“Perdón recíproco entre los argentinos”), y mirar para adelante mediante una verdadera conciliación que nos permita coincidencias en pocas pero importantes políticas de Estado como también en la forma civilizada de canalizar nuestras disidencias mediante el respeto a la ley y a las instituciones.
Creo que restituir esta actitud es lo que se juega en las próximas elecciones. Cada uno de nosotros libremente debería optar por el candidato que, por sus antecedentes y actitudes, a pesar de las vanas promesas electorales, estará dispuesto a reestablecer la cultura del diálogo, del respeto mutuo y del fortalecimiento de nuestras instituciones. Pero lo más importante es que, votemos a quien votemos, nos comprometamos a que el día después, exigiremos, ya sea apoyando al oficialismo o a la oposición, un programa de gobierno que busque la concordia entre los argentinos y, sobre esa base, afrontar las falencias que hoy tenemos mediante un esfuerzo común consensuado por todos los sectores.
Totalmente de acuerdo con el excelente artículo de Del Carril.