Parte I
Sólo una moneda estable y de libre uso permitirá impedir el colapso post-pandemia
Superar la amenaza de la post-pandemia
Hace pocos días, el exministro Domingo F. Cavallo analizó la crisis económica que atraviesa el país en medio de la pandemia y planteó la necesidad de ir hacía «un sistema bimonetario donde la moneda pueda ser el dólar o el euro». El economista, autor del único plan que consiguió liquidar la inflación secular por diez años, advirtió sobre las dificultades que genera la inflación en una economía devastada como la Argentina, destacando que no se puede superar el colapso que nos espera si no se tiene “moneda sana y crédito público”.
Dijo Cavallo: «son ingredientes imprescindibles para salir de la estanflación; la idea central de la solución que propongo es crear un sistema monetario que asegure a los argentinos una moneda sana. Por supuesto eso sólo se logra si al mismo tiempo se es capaz de inspirar confianza para recrear el crédito en esa moneda». Según Cavallo, después de la pandemia nos esperan agazapados terribles problemas económicos: 1° una emisión desestabilizante, 2° un default caótico. 3° una galopante hiperinflación y 4° la pobreza generalizada con desocupación y sin empresas. Por eso, señaló que la única forma de tener moneda sana y reconstruir el crédito para el sector público y privado, es permitir que se utilice el dólar o cualquier otra moneda extranjera como moneda de curso legal y además se permita el uso de la moneda nacional “haciendo que el peso sea totalmente convertible», con mercados de cambios libres.
Para diferenciarse del sistema que rigió por una década -entre 1991 y 2001- Cavallo siguió diciendo: «no pienso que deba haber una paridad fija con el dólar, como en nuestra convertibilidad, sino que no haya restricciones para que la gente pueda pasarse sin restricciones, del Peso ($) al Dólar (US$), al Euro (€) o cualquier moneda«. Para Cavallo, «ésa es la forma esencial que se requiere para que la gente se convenza de que el gobierno está empeñado en crear una moneda sana permitiendo utilizar cualquier moneda alternativa, con libre elección. Esto implica que el gobierno se impone así mismo una disciplina, abandonando los ensayos improvisados y la sanata para generar confianza
Al mismo tiempo, advirtió que la idea «puede fracasar de entrada porque un cambio semejante tiene que ser parte de un programa de reformas estructurales integrales en las reglas de juego de la economía. Como ser la reforma del Estado, el gasto público, la enseñanza, el régimen laboral, el Sistema Impositivo, el Sistema Jubilatorio y las Manías Regulatorias o Protocolares, como ahora se las denomina.
Caos social por destrucción de la moneda
Argentina es uno de los países con peor desempeño monetario del mundo. Desde el año 1970, nuestros gobiernos han destruido y reinventado 7 monedas distintas: Peso moneda nacional (1899/69), Peso Ley 18.188 (1970/82), Peso Argentino (1983/85), ₳ustral y ₳ resellado (1985/91), ₳ustral convertible (1991/92), Peso convertible (1992/02) y Peso inconvertible (2002/20).
En 1899, la ley 3871 de Carlos Pellegrini estableció el “m$n”, la primera moneda seria de Argentina que se mantuvo estable hasta 1946, cuando se modificó la Carta orgánica del Banco Central. A partir de allí se instaló la inflación estructural. Luego, se eliminaron 13 ceros para tapar la descomunal estafa que significó que 10 billones de pesos de la moneda histórica, hayan llegado a ser hoy tan sólo la moneda de 1 peso.
Nuestra decadencia económica -desde 1946 a la fecha- está íntimamente relacionada con la inexistencia de una moneda estable y confiable, excepto en el período de los 10 años de la convertibilidad.
«Sin moneda sana es imposible el cálculo económico. Sin moneda sana, los balances son ficticios. Sin moneda sana la inflación es incontenible. Sin moneda sana los humildes se empobrecen. Sin moneda sana es irrealizable el ascenso social. Sin moneda sana no existe equidad en los intercambios. Sin moneda sana el Estado arrebata recursos como en la salidera bancaria. Sin moneda sana el ahorro para la vejez es una utopía. Sin moneda sana es imposible la justicia conmutativa. Sin moneda sana el país se convierte en un vasto latrocinio».
Pero este insólito y contumaz atropello, no sólo se ha producido mediante dantescos cambios de moneda, sino que ha sido acompañado por una serie de tropelías contra los la propiedad privada y los ahorros de las personas en favor de un Estado ultrajante y expoliador. La lista de estos desaguisados financieros parece sacada del libro de Borges: «Historia universal de la infamia», dado que no existe un solo país civilizado donde haya sucedido algo similar.
Por ello, cualquier persona normal, en su sano juicio, no dudaría un solo instante en rechazar el uso de la moneda argentina para cualquier operación importante como ser: contratos a largo plazo, compromisos con el exterior, operaciones inmobiliarias, fondos de renta para la vejez, inversiones industriales o ahorros para legar a los hijos.