Cháchara para un pueblo cansado
La inmensa mayoría de las personas inteligentes habrán percibido que nuestros políticos gobernantes, ministros de Hacienda y algunos consultores, aplauden como claque ilustrada la expresión “buscamos la consistencia de la macro”.
Aparte de que estas palabrejas, nada explican, ni enseñan y sólo comunican.
Ellos dicen que la “política fiscal” tiende a un “estado de equilibrio” entre la “oferta y demanda agregadas”, con adecuado nivel de “abastecimiento monetario”, basado en la “solidaridad social” para “priorizar a los más necesitados”. Pero como lo confesó el propio Martín Guzmán, esto es sarasa o engaño.
Los términos de los discursos son rimbombantes: equilibrio, macro, nivel, agregados, política fiscal, monetaria, solidaridad social, opción por los pobres. Con picardía arrabalera utilizan estas palabrejas, para crearse la imagen de tecnicismo y modernidad. pero es mera fachada.
Cuando un periodista inteligente les pregunta ¿cuál es su plan económico? balbucean y no saben responder. Conocen, por malos apuntes, la teoría de Keynes, pero ignoran los principios y las buenas prácticas de las demás escuelas de pensamiento en política económica.
Recurren a sonsonetes como Mauricio y ahora Alberto y también Guzmán: “éste es el camino correcto, no hay otro y es por acá” sin aclarar por dónde nos van a llevar, cuán equivocado es el camino y cuándo tardaremos en caer al precipicio.
Del mismo modo, el propio presidente en conferencia magistral en el Sienes-Po París (Instituto de estudios políticos de París) y en el marco de una gira oficial por Europa. respondió: “No es verdad que no tengamos Plan…, no lo contamos porque estamos en plena negociación; y contarlo sería mostrar las cartas. Estamos jugando al póker y no con chicos”. Para rematarlo añadió claramente: “Con Axel coincidimos en pagar dentro de cuatro años cuando venga otro; no estamos en condiciones de hacerlo ahora”.
Estos pensamientos anticiparon la declaración del ayudante de trabajos prácticos de la Universidad de Columbia, Martín Guzmán, en el Congreso Nacional cuando dijo que “la negociación de la deuda ha sido exitosa” y luego añadió la pusilánime confesión de que estaba “zaraceando”. Estamos gobernados por políticos emocionales, que otorgan importancia a las frases demagógicas y que desconocen el razonamiento lógico ordenado el único recurso que tiene el ser humano para buscar las causas, tener ideas claras, obrar adecuadamente y encontrar soluciones a los problemas.
INVARIABLE KEYNESIANISMO TRUCHO
Desde que en 1946 apareció la “Teoría General del empleo, el interés y el dinero” del aristócrata británico John Maynard Keynes, nuestras universidades oficiales y algunas privadas, adoptaron esas ideas de la “Nueva Economía”. De la cual Henry Hazlitt dijera: “todo lo que allí es bueno, ha sido robado; todo lo malo es lo propio”.
Al mismo tiempo que sacraliza la doctrina keynesiana, nuestra universidad excluye cuidadosamente otros enfoques académicos que pudiesen cuestionar los dogmas macroeconómicos keynesianos, repitiendo las actitudes de la inquisición que ellos condenan.
Así se ponen una venda en los ojos e ignoran ampliamente las visiones técnicas de la “Escuela monetaria de Chicago”, de la “Escuela del Publica Chorice”, de la “Escuela Austríaca” y de la “Escuela Ordo de Friburgo”. Todas ellas con exitosas aplicaciones prácticas en países súper desarrollados y otros en vías de desarrollo.
Desde hace 74 años, nuestros presidentes, inclusive militares de facto, han recurrido ostensiblemente a ministros, secretarios y asesores obsesionados con el keynesianismo. Porque les aportan un viso cientificista que justifica cualquier barrabasada política y económica para despilfarrar dinero del pueblo.
Esta cohabitación, entre políticos y economistas keynesianos, contiene una dosis explosiva. Por un lado, es una pinza trituradora que no logra los impactos inmediatos deseados. Porque no consideran que en economía son más importantes y definitivos los efectos inducidos o derivados a largo plazo. Además, carecen de la capacidad mental para comprender ¿cómo hacen las familias y empresas privadas para lograr el equilibrio económico? ejecutando todos los días planes económicos para asegurar el abastecimiento propio y de sus clientes.
Los keynesianos no ven estas cuestiones fundamentales. Menos comprenden la interdependencia de los distintos órdenes de la vida. Se enfrascan en entelequias formadas con valores estadísticos agregados y enfatizan la retórica a favor del gasto público. Por eso, Martín Guzmán ha dicho que “no vamos a reducir el gasto público”. Son rentistas de alma, que buscan su propio financiamiento expoliando a los que trabajan mediante los impuestos, la emisión de dinero y el costo de la deuda pública. Dicen que van redistribuir la renta de la clase media trabajadora, en especial la del campo. Obran con un larvado complejo de agresividad que los inhabilita para reconocer el mérito de los demás a quienes echan la culpa de sus fracasos.
Sin embargo y curiosamente, salvan de su furia redistributiva a contratistas del Estado y empresaurios cortesanos del capitalismo de amigos, quizás porque estos colectivos de género son la fuente de cohechos y sobreprecios compartidos.
Así es como muestran imágenes del marketing político: a) por un lado, el acercamiento a supuestos problemas relacionados con las empresas concentradas, los superbeneficios, la especulación, el reparto de estanterías en góndolas, la suba del tipo de interés y el subsidio del IFE (ingreso familiar de emergencia); b) por el otro lado, formulan filminas con números macro referidos a la demanda agregada, la balanza comercial, la oferta global, la renta nacional, la recaudación impositiva y el valor teórico del dólar, todo lo cual oculta lo que está sucediendo en la realidad diaria de la gente de pueblo, harta y desesperada por tanto caos e incertidumbre.
[…] Este artículo viene de la Parte 1 […]