(Parte I)
Un gran número de expertos, algunos prestigiosos y otros no tanto, nos presentan pronósticos y presagios sobre lo que nos deparará el futuro. Muchos son análisis muy interesantes pero inconducentes; otros son apocalípticos pero irreales; la mayoría ingeniosos pero intrascendentes.
Porque al futuro no lo conoce nadie, salvo Dios, puesto que su eternidad hace que todos los tiempos le sean simultáneamente actuales.
Para nosotros, los humanos, el futuro no es un meteorito que viene del cielo para colisionarnos; tampoco es el maná caído durante el éxodo del pueblo judío. El futuro se va formando según nuestras decisiones diarias. Será mejor si ellas son prudentes y razonables, pero inexorablemente será funesto si son insensatas e imprudentes.
Si pretendemos vivir en un país mejor, es necesario imaginar y diseñar con inteligencia un futuro deseable; luego, convertirlo en futuro probable y al final construir el futuro posible.
De este modo, los humanos unimos la inteligencia racional con la innovación creadora y la fuerza de la voluntad. De allí que las elucubraciones de nuestros dirigentes políticos, líderes sociales o intelectuales serán esenciales para nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Terminarán predisponiendo un país mejor y más humano o nos sumirán en un triste y miserable destino de desorden, violencia y caos.
La opción se genera ahora, en la intra-pandemia, y puede traducirse en dos ejemplos muy claros: el Socialismo bolivariano de Nicolás Maduro o el capitalismo bávaro de Ángela Merkel. En un caso nuestros gobernantes intentarán imponernos una economía estatal totalitaria, que nos embarrará en un descalabro humano total. En el otro caso, las autoridades nos brindarán la posibilidad de renacer a un país más justo y libre con iniciativa privada y mercados abiertos, que nos convertirán en la locomotora de Sudamérica. Por eso, es clave prestar suma atención a cuáles son sus propósitos según lo que piensen o murmuren.
Estas cosas se incuban ahora mismo, en tiempos de intra-pandemia, porque cuando ella termine y surja la post-pandemia ya será demasiado tarde. Las cosas estarán cocinadas y la imposición de un pensamiento único, el control de nuestras vidas y cualquier intento de cohibir las libertades individuales serán los síntomas previos de la dictadura.
La mente del Presidente
La evidencia diaria nos muestra que la pandemia está causando estragos en la salud física de la población. Pero el encierro universal y obligatorio también provoca desolación en el espíritu y perturbación en nuestras mentes. A las mentes de los gobernantes, en cambio, les amenaza “el riesgo del desvarío mental”, esa enfermedad que don Miguel de Cervantes Saavedra dijo sucederle al Quijote de la Mancha: “la pérdida pasajera de la razón como consecuencia de abrumadoras presiones y de lecturas que le sorbieron el cerebro”.
Los gobernantes debieran quitarse de encima las presiones y dominarse a sí mismos, porque de no hacerlo, pronto comenzarán a decir disparates, anunciar despropósitos y cometer barbaridades, como el ingenioso hidalgo del manco de Lepanto.
Presiones descartables
Ahora, en los vericuetos del intelecto presidencial, aparecen dos posiciones contradictorias. Una, delirante y resentida, deseosa de implantar ya mismo una economía expoliadora donde el único capitalista y dueño de las empresas, sea el Estado. La otra posición está en las antípodas y toma ejemplo de mentes brillantes como la de Ángela Merkel que ha sabido controlar presiones descabelladas frente a problemas europeos más graves que la cuarentena.
Necesitamos interpretar qué es lo que quieren decirnos aquellos referentes sociales que gozan del calor del Estado o que tienen un liderazgo formal. En esta intra-pandemia venimos escuchando disparates y desvaríos para la post-pandemia, contenidos en estas amenazantes manifestaciones que “no son moco de pavo” como para dejarlas pasar por alto:
1°. El propio Presidente nos anuncia que “estamos pensando en el día después; porque vamos a hacer un nuevo contrato social”. ¿Piensa empoderar al Estado como el gran hermano para vigilar nuestros actos privados e imponernos la igualdad social descartando los méritos individuales?
2° Una encumbrada legisladora señaló que “el dinero prestado para pagar salarios de trabajadores de empresas impedidas de funcionar, se cobrará mediante la entrega de sus acciones al Estado” ¿El gobierno se quedará con las empresas exitosas para acomodar militantes y planeros en la nómina del personal?
3° Voceros afines a la Vicepresidente advierten sus intenciones de “multiplicar, con abogados militantes, el número de jueces de la Corte Suprema para neutralizar los intereses bastardos de sus actuales integrantes” ¿Pretenden imponer una justicia complaciente para convertir el país en un vasto latrocinio?
4° El jefe del bloque oficialista de diputados, asesorado por un dirigente del cooperativismo de crédito está empecinado en “sancionar un oneroso impuesto a la riqueza para ciertos individuos multimillonarios” ¿Piensan reeditar la “solución final” para liquidar la oligarquía nativa, como otrora sucedió con el régimen que desencadenó la II guerra mundial?
5° Ciertos miembros del episcopado se han manifestado en favor de “incrementar impuestos para que una reforma impositiva alcance el objetivo misericordioso de la equidad social y la opción preferencial por los pobres” ¿No se les ha ocurrido rescatarlos de su actual postración económica provocada precisamente por la feroz presión impositiva de los actuales 163 impuestos que le arrebatan el 73 % de sus ingresos?
6° Otros portavoces oficiosos proponen que “el Gobierno disponga a su arbitrio de los dólares depositados por ahorristas para financiar al Tesoro Nacional canjeándolos por títulos públicos y que las empresas sólo utilicen dólares que estén fuera del país cuando necesiten importar insumos”. ¿Van a imponernos el señoreaje del peso para bancar la hiperinflación que se desatará en la post-pandemia?
7° Un conocido comediante ha pedido al presidente “que, si ésa es la decisión, debemos convertirnos ya mismo en Venezuela sin pérdida de tiempo”. ¿Tienen intenciones de constituir la 5° Internacional De La Pobreza» con Caracas, ¿la Habana, Managua, Buenos Aires y Puerto Príncipe?
El país de la pre-pandemia
La situación de bancarrota del Estado y sus instituciones sociales como PAMI, ANSES, Tesorería General y Cajas jubilatorias son circunstancias que nada tienen que ver con la pandemia del coronavirus ni con la cuarentena o la caída de las recaudaciones impositivas.
Fue el resultado de una larga serie de errores, imprevisiones y desaciertos cometidos por los que nos gobernaron durante los últimos 74 años con sólo dos excepciones favorables: una, en el período de Carlos Menem [1991-2000] gracias al régimen de la convertibilidad y otra en el período de Néstor Kirchner [2003-2007] favorecido por los vientos de cola de los altos precios de commodities agropecuarias y la quita de la deuda defaulteada en 2002 y reestructurada en 2004.
Pensemos cómo es el escenario donde se desarrolla la vida económica y social de los argentinos, fruto de una catarata de miles de leyes demagógicas e incoherentes surgidas desde 1946 a la fecha, con regulaciones contradictorias y objetivos intervencionistas para alterar el funcionamiento natural de la actividad económica. Obtuvimos el siguiente listado fruto de la desconexión y anarquía entre los distintos órdenes por donde transcurre la vida normal de los seres humanos.
Campos de actividad o ámbitos económico-sociales (2020)
- Orden económico: Mercados regulados, con miles de trabas legales y administrativas.
- Orden impositivo: Presión fiscal confiscatoria mediante 163 múltiples impuestos.
- Orden financiero: Inestable intervención para privilegiar el financiamiento del Estado.
- Orden monetario: Abusivo señoreaje y emisión que destruyen el valor de la moneda.
- Orden administrativo: Manía burocrática de regular y controlar cualquier actividad.
- Orden presupuestario: Despilfarro en las cuentas públicas, sin austeridad ni control.
- Orden laboral: Leyes corporativas sesgadas en favor del gremialismo político-sindical.
- Orden legal: Plagado de leyes incoherentes que invalidan toda precedencia jurídica.
- Orden procesal: Basado en artimañas judiciales para entorpecer y alargar los pleitos.
- Orden educativo: Monopolio cultural que degrada y adoctrina sin enseñar a pensar.
- Orden ético: Abandono del esfuerzo por imponer las prácticas de ética pública.
- Orden social: Actitud ideológica de prejuicios contrarios a la iniciativa privada.
- Orden militar: Permanente humillación de las FF.AA. para debilitar su influencia moral.
- Orden policial: Complicidad política para recaudar fondos de delitos y narcotráfico.
- Orden internacional: Rencor hacia naciones avanzadas y adhesión a regímenes populistas.
- Orden público: Preferencia manifiesta por el delincuente y abandono legal de la víctima.
El verdadero milagro argentino consiste en que hemos sobrevivido en medio de esta jungla de “autonomías jurídicas” donde cada ámbito tiene normas, regulaciones y principios
contradictorios, que operan como vallas a la acción humana. Por eso, entre nosotros impera la anomia, que no es otra cosa más que la falta de respeto a las leyes como consecuencia de su incoherencia y degradación. El cumplimiento minucioso de las leyes, hubiese hecho imposible la vida normal porque estaríamos inmovilizados.
(continuará)