Enrique Shaw Los 100 gestos de Enrique Shaw

VII entrega: Presencia de Dios en 100 gestos de Enrique Shaw

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Seguimos compartiendo fragmentos de la «Presencia de Dios en 100 gestos de Enrique Shaw»,. En la entrega de esta semana, Sara Critto y Virna Bergoglio inauguran la sección de gestos vinculados con «su piedad». Para leer la entrada anterior, hacé clic acá.

 

Su piedad:

57) En su búsqueda de la santidad.

“De los “propósitos para 1945”. Es necesario hacerse Santo: empezar ya[1].

 58) En la oración constante.

“Era un hombre de oración, además de ir diariamente a Misa, hacía Meditación; una hora diaria, con un libro en mano. Generalmente a la mañana, siguiendo algún libro y el Evangelio constantemente. Esto era completamente independiente de sus otras lecturas religiosas… Se levantaba muy temprano e iba a Misa, volvía a tomar el desayuno y pasaba todo el día en la fábrica… No concebía el día sin comenzar con la Misa, aun cuando tenía un trabajo excesivo y un día larguísimo, por su acción apostólica”[2].

59) En su lectura de la Palabra de Dios

Leía diariamente las Sagradas Escrituras y llevaba siempre consigo un evangelio en el bolsillo[3].

60) En su pureza

“Hubo interrogatorios para todos los cadetes de primer año, con los que, los de 4° año, intentaron averiguar vida y milagros de cada uno de nosotros. Fue importante el tema de la experiencia sexual y entonces algunos inexpertos, con aire varonil, faltamos a la verdad; en cambio, Shaw fue claro y categórico; él era virgen y lo seguiría siendo, llegaría virgen al matrimonio.Esta afirmación pareció absurda a todos, tanto a los de 4o como a los de 1º” (testimonio de Recaredo Vázquez)[4].

“Tenía una cantidad de virtudes que nadie las lleva todas juntas. Llamaba la atención su forma de hablar, los proyectos que tenía, la cantidad de cosas que había hecho en sus licencias. La mayoría, la dedicaba a fiestas y mujeres. Él iba a fiestas, pero las interpretaba de otra manera (testimonio Fermín López)”[5].

«Y como miraremos al mundo que nos rodea y a nuestros hijos con ojos puros y bondadosos, la Tierra será́ bella para nosotros. A través del cristal de la bondad y la pureza podremos ver y valorar lo bueno y puro que existe en la Creación. El Señor no nos pide que nuestra vida conyugal sea una serie de grandes triunfos, sino una sola gran victoria: la de nuestro amor tierno y constante»[6].

61) En su resiliencia

Cuando salíamos nosotros, jóvenes de 18, 19 años, éramos amigos de las diversiones. Enrique no nos acompañaba porque era un muchacho muy puro en todo sentido y puro llegó al matrimonio. Algunos jóvenes, a veces enojados, dijeron cosas duras, subidas de tono, bromas o agresiones sutiles, por la conducta de Enrique o poniendo énfasis en su religiosidad. También recibió ofensas, tuvo discrepancias fuertes.Pero ¡nunca respondió con agresividad ni mala cara! ¡Nunca contestó ni se enojó! Él absorbía todo de una manera natural, no tenía que esforzarse para hacerlo.Un compañero de muy bajo nivel cultural y espiritual le hizo una gran ofensa y una especie de ataque constante a Enrique. Esta continua agresión nos llamó la atención y nos ofendió a todos. Él siempre tuvo benevolencia y generosidad interior con quienes lo molestaban.Inicialmente pensaba bien antes que mal de los otros. Y si la falla del otro se demostraba, no la hacía sentir (testimonio Jorge Duyos)[7].

62) En su autodominio

Nada realza tanto la autoridad como el silencio el no encolerizarse. He conseguido ser respetado siendo respetable. He aprendido a decir no”[8]. Creía que el autocontrol era un requisito del dirigente de empresas[9].

63) En sufrir con paciencia los defectos del prójimo.

Siendo el más joven…para eludir la agresividad de los otros, soportaba su carga con dignidad sin apelar nunca a la contraofensiva” … ¡Nunca respondió con agresividad ni mala cara! ¡Nunca contestó ni se enojó!” [10]

64) En sus propósitos de mostrar el amor de Dios

Algunos de sus propósitos fueron:

No ser taciturno, sino tratar a los demás “con acogedora dulzura”[11].

“Quiero ser amistoso, teniendo el exterior que los demás y la causa de Dios necesitan que yo tenga”[12].

“Tengo que ser amistoso, bondadoso y suave. Mantener una “atención sonriente” que haga aflorar las buenas cualidades de la gente.

Debo ser amable, en el sentido de facilitar a otros que me amen y en el sentido corriente de la palabra: manso, humilde, amable.

… No lastimar, aunque sea sin querer.

El que rezonga continuamente no puede ser un dirigente.

Caridad implica también hacernos amables.

Ser siempre amable, pacífico.

…, facilitarle que me ame. Ser una Navidad para él.

Debemos buscar puntos de contacto: ser mensajeros del amor de Dios, traer palabras de paz, un poco de amor a Cristo.

Respecto al prójimo: ir a él con las intenciones y los medios de Jesús, ser accesible, un ministro de la reconciliación.

Que cada uno que se acerque a mí perciba algo de la mansedumbre y del amor que Jesús le tiene.

Debo tener un contacto cálido con los demás. El otro es por quien Dios invita, Dios enriquece, Dios mide nuestro amor”[13].

 

65) En su apostolado

Deseaba mostrar que la religión no produce tristeza sino alegría y gozo y se propuso llevar a Dios a las almas. Se rompía por hacer apostolado como por ejemplo enseñó con entusiasmo el catecismo a los marineros en reuniones y los preparó para la primera comunión, a los que no la habían hecho. Cada vez que alguno de ellos bajaba a tierra para ir a misa, también le escribía lleno de alegría a su novia[14].

Hacer apostolado significa trabajar con la mente y con todas nuestras fuerzas por el prójimo; sacrificarse renunciando a todo, humillarse; en fin, rezar, “romperse”, afligirse y llorar por las almas para llevarlas a Cristo. Hacer apostolado quiere decir, sobre todo, vivir con Cristo, padecer, agonizar y morir en el mundo con Él y por Él[15].

Ponía empeño en que la gente se acercara a Dios: muchas veces me pedía que rezara para que el Espíritu Santo lo iluminara, ya que tenía que “hablar con un marxista” y quería tener las palabras adecuadas sobre Dios y la fe. Recuerdo que no connotaba desprecio, sino pena porque esa persona estaba en el error. Estas conversaciones personales debieron de ocurrir frecuentemente, con distintas personas. Recuerdo detalles de caridad con el prójimo: nunca despreciaba a nadie. Sus convicciones políticas -en parte con una raíz religiosa, a mi parecer- no llevaban a despreciar; más bien me parece que era una actitud de comprensión. Recuerdo que cuando murió mi abuelo materno, nos hizo notar que su cara tenía una expresión de paz y serenidad, y que esto se debía a que había fallecido con los Sacramentos[16].

Referencias

[1] Carta de Enrique Shaw a su Cecilia Bunge 1945.

[2] Recuerdos de Cecilia Bunge de Shaw, págs. 53/54.

[3] Cartas de Enrique Shaw a Cecilia Bunge de marzo de 1944 y 1957

[4] Shaw de Critto, Viviendo con alegría, págs. 19 y 20.

[5] Shaw de Critto, Viviendo con alegría, pág. 22.

[6] Notas y apuntes personales recopilados por Critto A.

[7] Shaw de Critto, Viviendo con alegría, págs. 21 y 22.

[8] Viviendo con Alegría, Sara Shaw de Critto, Ed. Claretiana, pág. 19.

[9] Shaw, Y dominad la tierra, cap. 3 conferencia la Misión de los Dirigentes de empresa.

[10] Viviendo con Alegría, Sara Shaw de Critto, Ed. Claretiana, pág. 20, pág. 21

[11] Notas y apuntes personales recopilados por Critto A., págs. 15/16.

[12] Notas y apuntes personales recopilados por Critto A., pág. 15.

[13] Notas y apuntes personales recopilados por Critto A., págs. 15/16.

[14] Cartas de Enrique Shaw a Cecilia Bunge, 1942 a 1944.

[15] Shaw de Critto, Viviendo con alegría, 157.

[16] Shaw de Critto, Viviendo con alegría, testimonio de su hijo Juan Miguel Shaw, págs. 159 y 160.

Sobre el autor

Sara Critto y Virna Bergoglio

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