Management

El autoconocimiento: una tarea indelegable

Photo by Alena Darmel: https://www.pexels.com/photo/woman-in-black-blazer-writing-on-white-paper-8134085/
Escrito por Eleonora Pérez
Escuchar artículo

Indudablemente todo líder en una organización debe saber que el primer vínculo a trabajar es consigo mismo. El punto de partida es el autoliderazgo para desde ahí asumir la responsabilidad de liderar a otras personas. Es necesario que conozca sus propias fortalezas, sus limitaciones y que logre gestionar sus emociones para encontrarse con su propia vulnerabilidad. Acercarse a sí mismo es el único camino que lo acerca a los demás. Abrazar su propia humanidad es la manera de poder recibir y acompañar el desarrollo integral de su gente El coaching ejecutivo es un camino probado hacia ese autoconocimiento tan necesario.

Crecí en una cultura en la que aprendí que ser “buena” era obedecer, era olvidarme de mí y estar pendiente de lo que necesitaba el otro (aún antes de que me lo pidiera) porque atenderme y ocuparme de mí era visto como egoísmo. Sin embargo, ese aprendizaje solo me llevó a desconectarme de mi misma, de lo que deseaba, de lo que realmente sentía y quería. Hasta que aparecieron algunos cuestionamientos y declaraciones que me impulsaron a decir: ¡Basta! ¡Basta de decir lo “políticamente” correcto! ¡Basta de complacer al otro y callar lo que realmente siento y pienso! ¿Qué hace que actúe así? ¿Será que en el fondo lo que estoy buscando es aprobación, mirada, amor?

Llega un momento en la vida en que nos damos cuenta de la importancia de mirarnos de frente, de mirarnos a los ojos a nosotros mismos y preguntarnos: ¿Quién soy?, ¿Qué quiero? ¿A dónde voy? Al otro lado de esa línea se abre el camino hacia la libertad, un tipo de libertad que nadie podrá arrebatarnos porque consiste en ser libres de las limitaciones que nos imponíamos nosotros mismos.

La condición paradisíaca radica en conocerme, mirarme, escucharme, registrarme. Es un viaje hacia adentro, hacia el reencuentro con la propia esencia. El autoconocimiento me lleva a la sinceridad, a vivir desde la autenticidad para fluir en armonía conmigo y con mi entorno. Entonces comienzo a vivir el tan anhelado bienestar. Comienzo a darme permiso de decir desde la libertad cuál es mi verdad y emerge la coherencia entre lo que pienso, siento y hago.

Conocerme es un camino de ida. Es una decisión. Es una tarea indelegable que dura toda la vida. Hasta el último minuto. Es un trabajo. Sí, aunque suene raro, lo es y requiere de mucha paciencia, perseverancia y, sobre todo, de mucho coraje. ¿Por qué digo coraje? Porque mirarme a los ojos a mí misma no es fácil. Mirarme de frente implica encontrarme con mis luces y con mis sombras, con mis talentos y mis miserias. Y es ahí dónde estoy invitada por la vida a mirarme con compasión, desde una mirada amorosa que me reciba y me abrace para poder trascender esas partes mías que no solo no me gustan, sino que además me duele tenerlas y actuarlas.

Tomar conciencia de quién estoy siendo me abre un mundo de posibilidades. Amo el gerundio porque me habla del aquí y del ahora, de la que estoy siendo en este momento y eso me da esperanza. Me muestra que no estoy determinada, que no es que “soy así, ¿qué le voy a hacer? Ya no hay solución”. Por el contrario, el gerundio me habilita un presente que puedo transformar. El estoy siendo me devuelve el poder de elegir, me devuelve la conciencia de que soy dueña de mí misma y, por ende, que solamente de mí depende mi propia transformación.

Entonces se me amplía la mirada. Ya no vale echar culpas, hacer responsable a los demás de lo que me pasa, ya no vale mirar para afuera. Tomo conciencia de que la transformación es un proceso que elijo cada día y que. solo yo puedo transitar el camino que hoy me separa de aquella persona que quiero ser. Y es ahí cuando cobran protagonismo la perseverancia y la paciencia porque este proceso no se trata de un camino lineal. No. ¡Ojalá! Es un viaje con mil vericuetos, con subidas, mesetas, bajadas y curvas. Lleno de accidentes geográficos que me van a hacer tambalear una y otra vez. Frente a los cuales, por momentos, sentiré que pierdo las ganas y estaré convencida de que el esfuerzo es en vano. Sin embargo, cada paso cuenta. Por pequeño que parezca me está acercando a mi mejor versión. Es un aprendizaje permanente. Y cuando puedo asumirlo de ese modo empiezo a percibir que la vida conspira a mi favor. Que cada suceso que ocurre es perfecto para mi propia evolución, Y si es perfecto entonces no está ni bien ni mal. Simplemente es. Le doy la bienvenida y fluyo con lo que va apareciendo, con lo que se va presentando. Y así llega la aceptación: dejo de pelearme con la vida, dejo de resistirme para hacerme cargo de mí misma aceptando plenamente lo que me trae.

¿Fácil? ¿Sencillo? No, para nada. Crecer muchas veces duele y duele profundo, duele fuerte porque es un camino que me lleva a darme cuenta también del daño que pude haber causado por ignorancia pensando que lo hacía desde el amor.

Después de todo, de eso de trata este viaje: de aprender a amar más y mejor. De amar con el corazón entero, Se trata de recuperar mi esencia para abrirme al otro y al mundo desde ella. Pero para lograrlo es necesario primero amarme a mí misma. Así, tal como estoy siendo. Reconocerme, validarme y aceptarme. Darme cuenta de que el picaporte está de mi lado y que esa puerta que abro para conocerme me va a llevar tan lejos y tan profundo como yo decida. Eso es conquistarme a mí misma. ¿Te animás a conquistarte a vos?

 

Sobre el autor

Eleonora Pérez

Coach Ontológico Senior y Empresarial. Diplomada en Eneagrama. Acompañante Espiritual. Magíster en Gestión de la Comunicación en las Organizaciones.

Responder a Silvina X

14 comentarios