Valores

La Sociedad Civil (parte I)

Escrito por Antonio Argandoña
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¿Cómo se solucionaban los problemas de la sociedad cuando no había un Estado sólido y bien organizado? Por ejemplo, ¿cómo se combatían las consecuencias de una mala cosecha en una región agrícola, o cómo se solucionaban los conflictos entre ganaderos y agricultores cuando los ganados de los primeros echaban a perder los cultivos de los segundos, o cómo se arreglaba la situación de una familia cuando enfermaban los que en ella podían aportar los recursos económicos? Pues… esos problemas los arreglaba la sociedad civil.

Habitualmente distinguimos en una sociedad tres ámbitos no demasiado bien diferenciados: el político, el económico y el de la sociedad civil. De ellos, el primero fue, precisamente la sociedad civil, ya que todos nacían en ella, en una familia rodeada de unos parientes y vecinos en una localidad determinada. Con el paso del tiempo, la sociedad civil se organizó en forma de asociaciones voluntarias más o menos formales, desde un club de jugadores de cartas hasta los padres que contrataban a un maestro para que formara a sus hijos, o la iglesia local que agrupaba a los creyentes, o la asociación de ayudas mutuas que echaba una mano a la familia cuando sufría por las enfermedades o el desempleo.

Esto se ha reducido considerablemente en los últimos años. Cuando Alexis de Tocqueville llegó a América en la primera mitad del siglo XIX se quedó sorprendido por la abundancia, calidad y efectividad de las instituciones de la sociedad civil. Pero el desarrollo del Estado ha ido reduciendo su importancia a lo largo del tiempo. Hoy nos parece normal que, cuando ocurre un problema social, todos recurramos a la sociedad política para resolverlo. El famoso título del libro Robert Putnam, “Jugando solos a los bolos” (Bowling alone) lo pone de manifiesto. Cuando yo era pequeño mi padre se reunía con unos cuantos amigos a charlar en un café los sábados por la tarde, o jugaba con ellos al frontón; ahora, se quedaría en casa viendo la televisión, probablemente solo.

Esto lleva consigo el desapego de los ciudadanos: no liberación, sino ansiedad y alienación. El Estado ha desplazado, en buena medida, a la sociedad civil. Cada vez que el Estado ha dado un paso adelante, algunos ciudadanos han perdido algo de relación con entre sí o con los demás. Y esto es importante, porque afecta a la identidad de los mismos ciudadanos, dificulta la solución de los «problemas de los comunes» y centraliza las decisiones, alejándolas del ámbito en que se presentan los problemas.

Pero de esto hablaremos otro día.

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Artículo publicado originalmente en el blog de Responsabilidad Social y Ética de la Empresa del IESE Business School, Universidad de Navarra.

Sobre el autor

Antonio Argandoña

Profesor Emérito de Economía y titular de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE (España). Imparte clases principalmente en las áreas de macroeconomía, economía monetaria y economía internacional, además de publicar investigaciones sobre ética empresarial, responsabilidad social corporativa y gobierno de las organizaciones.

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