Debate

Reflexiones sobre la figura de Carlos Mugica

Escrito por Enrique del Carril
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PADRE CARLOS MUGICA

(El zelote. Reflexiones sobre la figura de Carlos Mugica)

“—Guarda tu espada en su lugar. Porque todos los que pelean con la espada, también a espada morirán”. Mateo 26:52-54

 

Fuimos contemporáneos de Mugica

En los últimos días la figura del Padre Carlos Mugica ha estado muy presente al cumplirse 50 años de su asesinato. Un libro escrito por el periodista Ceferino Reato, de recomendable lectura, y la reciente homilía del arzobispo primado de Buenos Aires Jorge García Cuerva, nos traen recuerdos de nuestra juventud a quienes fuimos sus contemporáneos. Nos encontrábamos en el tránsito de la adolescencia a la juventud, período en donde buscábamos afanosamente los valores e ideales a los cuales adherirnos frente a las controversias y enfrentamientos políticos. En este contexto el mensaje de Mugica caló hondo en todos nosotros.

El esquema “ver, juzgar y actuar” planteado como método pastoral por las juventudes católicas europeas en los sesenta y utilizado también en varios documentos conciliares, nos servía como guía en nuestras reuniones y reflexiones personales. 

Respecto del “ver” referido a lo que ocurría en la Argentina, vivíamos la realidad de un gobierno militar que sufría un desgaste acelerado pues no encontraba el camino a seguir. En general la juventud, que nunca había votado propiciaba una salida democrática que diera estabilidad a nuestro sistema político. Coincidíamos que la proscripción del peronismo era un dato trágico que había que superar.

En mi caso, desde una postura opuesta a Perón y sus formaciones, creía que era indispensable superar esa etapa de enfrentamientos que desde 1930 había erigido a las Fuerzas Armadas como un reaseguro que permitía a los ocasionales opositores recurrir a ellas cuando se deterioraba la gobernabilidad de quienes estaban en el poder.

Esa era la valoración de la situación que formulaba la mayor parte de la juventud. Pero cuando se planteaban los métodos a seguir en nuestra actuación política el debate se focalizaba entre quienes considerábamos indispensable fortalecer los partidos políticos e ir a elecciones sin proscripciones y aquellos que creían indispensable una revolución donde la violencia era lícita y necesaria: “con los votos al gobierno, con las armas al poder pues este surge de la boca del fusil” dijeron públicamente los montoneros luego del triunfo electoral del peronismo.

El padre Mugica fue un protagonista presente en esas lides donde, si bien mostró claramente su firmeza en la vocación sacerdotal, no ocultó en sus manifestaciones públicas que consideraba lícito y hasta obligatorio utilizar la violencia como medio de predicar el Evangelio frente a las injusticias y la explotación que, a su juicio, eran consecuencia inevitable del capitalismo, de la propiedad privada y de la libertad de mercado. Así, desde el púlpito y en sus presentaciones públicas, predicaba que el socialismo era el único camino para hacer realidad el mensaje de Jesús y los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y que, en nuestro país, ese camino solo podía recorrerse apoyando a Perón, reconociendo su liderazgo y la obligación de lealtad hacía él.

Ceferino Reato, en su libro, relata cómo esa lealtad a Perón pudo ser el motivo que lo llevo a la muerte en manos del sector de izquierda del peronismo al cual él contribuyó a crear y darle un justificativo ético. El autor cuestiona la autoría del crimen que hoy es atribuida a las formaciones especiales de la derecha peronista. Coincido con Reato. A mi juicio, Mugica es un ejemplo claro que la revolución devora a sus propios hijos.

Memoria

Recuerdo el día que tuve contacto, aunque no directo, con el padre Mugica (no lo trate personalmente). Volvíamos de una quinta con un grupo de amigos con quienes compartíamos reuniones de reflexión y paramos a escuchar misa en Santiago Apóstol. Celebraba Mugica. En aquella ocasión, su homilía fue brillante, tocó lo más hondo de nuestras inquietudes de entonces, influenciadas por el impulso a comprometernos con la realización del Reino de Dios en la tierra. 

Mugica afirmó, en aquella oportunidad, que no bastaba con una conducta individual de adhesión y cumplimiento de normas, sino que debíamos hacer carne en nosotros la lucha por el Reino donde los pobres tenían una opción preferencial y, consecuentemente, debemos estar dispuestos hasta a dar la vida en ello. Al finalizar puso como ejemplo a Camilo Torres, sacerdote colombiano que había dejado los hábitos para integrar la guerrilla en su país y que perdió la vida en ocasión de la represión por parte de las fuerzas estatales. 

Aquella homilía quedo grabada en mi memoria porque, si bien nos movilizaba en la búsqueda de un firme compromiso pastoral, planteaba que el único camino a seguir era la violencia, despreciando toda otra opción como una postura tibia que no llevaba a nada. Esta posición radical y sectaria de Mugica impropia de un sacerdote, según mi modo de ver, quedó clara en su sermón rezado en el funeral de los montoneros Carlos Ramus y Fernando Abal Medina, integrantes de la célula que asesino a Aramburu, calificándolos como un ejemplo para la juventud porque habían optado por jugarse la vida en la lucha armada por los ideales del socialismo.

Referencia histórica.

Creo que puede hacerse válidamente una comparación de Mugica con los “zelotes”, secta judía contemporánea a la predicación de Jesús.

Judea, Samaria y Galilea integraban el imperio romano y en la época de Jesús las profecías bíblicas indicaban que llegaría el Mesías enviado por Dios para liberar a su pueblo elegido. 

Roma se caracterizaba por el respeto a la religión practicada en los países conquistados, lo cual derivaba en una cierta tolerancia a su dominio por parte de sectores de la clase dirigente por conveniencia o espíritu práctico. Frente a esa postura se alzaban las sectas revolucionarias como los zelotes que predicaban la violencia como único camino y veían al Mesías esperado como un jefe guerrero que encabezaría la rebelión. De hecho, muchos de sus caudillos se autopercibían como la encarnación del Mesías.

La prédica de Jesús no propiciaba la violencia como medio de evangelización. Su mensaje buscaba la conversión de cada hombre por el Amor, incluso a sus enemigos. Entre sus apóstoles, dos de ellos habían pertenecido a la secta de los zelotes, pero otros, como Mateo, eran publicanos, nombre dado a los recaudadores de impuestos. La venida del Reino de Dios se daría desde cada hombre y no cambiando violentamente las estructuras. Ese, sintéticamente, era el mensaje de Jesús.

Un planteo similar se dio en la Argentina de la década del setenta y la reacción fue la misma. Muchos pensábamos que había que buscar canales pacíficos que nos llevaran a la conciliación y el crecimiento con una justa distribución de la riqueza. Pero una minoría tanto de derecha como de izquierda veía a la violencia como único camino.

 

Conclusión

Mugica, pese a su indudable compromiso con el sacerdocio que, creo, nunca traicionó, propiciaba la violencia como método y el socialismo como sistema, encarnado en la figura de Perón. Lo llevó a la muerte su compromiso con las organizaciones armadas y su visión intolerante hacia otras expresiones de la política que consideraba tibias y pusilánimes.

A pesar de no existir pruebas concluyentes, creo que fueron los montoneros los ejecutores y no las organizaciones de la derecha peronista. Pero la realidad es que su opción por la violencia fue la principal causa de su muerte.

Dispuesto a morir, pero no a matar

 

Sobre el autor

Enrique del Carril

Abogado. Ex director de la revista EMPRESA. Fue presidente del Colegio de Abogados de la CABA entre el 2006 y el 2010. Socio fundador del Foro de Estudios sobre Administración de Justicia (FORES).

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1 comentario

  • Bueno leer tu testimonio, Enrique, porque nos aporta una mirada cercana de algo que no sabríamos cómo interpretar de haber estado ahí. Siempre escuché algo similar de mis padres, con esa peligrosa mezcla de encanto y proximidad. Tiempos desafiantes.