«¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos? Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.» (Mateo, 18, 1-4)
Mañana
Padre, gracias por esta mañana que me anuncia la buena nueva de la vida, con aromas y flores que despiertan, señalando que Jesús está resucitando y vive en medio de nosotros, entre el caos y la jungla del mercado.
Silenciá mis ruidos interiores para que pueda encontrar sin prejuicios ni temores nuevas sendas y caminos que me lleven a tu encuentro. Fortificame y sosteneme en la soledad de la ciudad y la competencia tantas veces despiadada.
Te ofrezco todas mis luchas, desvelos y dificultades que tenga que afrontar. Que sea un santuario vivo. Transformame en ofrenda y que sepa administrar los bienes con justicia, para que lleguen a todos.
Pongo en tus cálidas manos de padre a mis seres queridos, y en especial a ………………………… . Protejelos con tu mano y tu amor.
Envolveme con la brisa cálida de tu paz, para así poder sobrellevar el día.
Mediodía
Madre, en este mediodía en el que puedo reparar mis fuerzas y encontrarme con el manantial de vida que brota de tu santuario, te pido que renueves mi espíritu y mi voluntad para continuar con alegría y sentido mi jornada.
Arrancame de mi rutina, despertame del letargo para transformar en bienes mis actitudes de incomprensión, violencia y dureza de corazón, que llevo muchas veces al trabajo. No permitas que las proyecte a quienes están conmigo.
Dame alas y grandeza para superarme. Inculcame la hondura de tu sabiduría. Que lleve salud y equilibrio ecológico a mis reuniones, alejando la polución de esquemas de trabajo tóxicos y totalitarios.
Quiero vivir en alianza de amor con vos y tu Hijo, siendo pobre de espíritu y abierto.
Tarde
Padre, te alabo con todo mi corazón, porque me revelaste que el mundo es un sacramento de tu presencia, en el que, a pesar del dolor, la incomprensión y las urgencias del trabajo, se manifiesta tu espíritu divino, a través de mi quehacer cotidiano y el de las personas que me rodean.
Te pido perdón por los egoísmos y miserias que tuve en esta jornada. Enseñame a compartir el pan y la vida.
Te ofrezco mi corazón vulnerable y abierto para reconciliarme mañana con quienes ofendí o no traté con la dignidad y respeto o la debida atención que se merecían.
Te entrego mis necesidades, deseos y logros. Tomalos en tus manos de Padre y transformame para vivir con plenitud y alegría mi misión laboral y de vida.
Gracias Padre por no abandonarme, aunque todo parezca silenciarte.
Las oraciones que se presentan son extraídas del libro Trabajar Orando (Editorial Claretiana, 2013)