Estamos transitando épocas difíciles, inestables y con una creciente falta de confianza en las instituciones y en nuestros dirigentes. Debido a la vorágine no podamos pensar qué es lo que sucede y, lo que es más importante, porqué sucede y en qué estamos fallando. Por eso tenemos que dejar de pensar en lo cotidiano y reflexionar sobre el largo plazo.
En esta hora resulta necesario reunir todos los talentos para analizar con espíritu sincero y constructivo qué es lo que nos impide dejar atrás la frustración. Queremos:
- una Argentina de la que estemos orgullosos por su dinamismo para crecer y para ofrecer oportunidades a todos sus habitantes
- un país en el que se respeten las instituciones y las leyes como requisito mínimo para generar la confianza y la coexistencia creadora
- una sociedad en la que no exista la marginalidad sistémica y donde se reduzcan las diferencias socioeconómicas y culturales
- una mejor educación para todos y más solidaridad no sólo entre los grupos sociales sino también entre las regiones del país
- una Argentina que sea valorada en el mundo por una sociedad vibrante, con profundos valores de convivencia y de comportamiento y gran proyección de futuro
- un país que se integre decididamente al mundo gracias a la calidad de sus instituciones, al empuje de sus empresas y al respeto que generen sus dirigentes
Bosquejar una visión de país no es preparar un plan de gobierno, ni diseñar una estrategia para alcanzar metas. La sociedad que deseamos es una sociedad pluralista, una sociedad libre, construida con consensos básicos en torno a los fines y a los medios.
En ACDE queremos contribuir a la reflexión y al debate con la firme esperanza de que logremos superar la desorientación que nos inmoviliza. Para ello proponemos formular nuestro rumbo con la cultura del bien, de la honestidad y de la verdad, y que aportemos el compromiso para superar la superficialidad y la frivolidad que impiden encarar grandes empresas.
Los cambios necesarios para enfrentar estas cuestiones requieren que los dirigentes de todos los ámbitos adoptemos una actitud más desinteresada y más preocupada por el bien común.
En particular los dirigentes de empresa deberemos eliminar la tentación de abusar de las instituciones para obtener beneficios en exceso de los que correspondan al riesgo asumido.
Los dirigentes políticos deberán ceder parte del esfuerzo dedicado a sus intereses individuales, favoreciendo decisiones que sean beneficiosas para la sociedad.
Los dirigentes sindicales deberán resignar la defensa de los intereses de las propias asociaciones y dedicar sus esfuerzos a generar un mayor bienestar para sus representados.
Los dirigentes sociales deberán demostrar -con su ejemplo en primer lugar- que el mejor “negocio” para la Argentina es el cultivo de los valores que hacen a una sociedad solidaria, responsable y honesta.
Si no emprendemos este camino difícilmente recuperaremos la credibilidad perdida, sin la cual no se reconstruirá el tejido social de la Nación. Reemplacemos actitudes melancólicas de un pasado que ya fue por actitudes constructivas hacia el futuro, procurando soluciones equilibradas, inteligentes y solidarias. Recuperemos la cultura del esfuerzo y evitemos someternos a los dictados del capricho. Nuestro destino no depende de la suerte!
Luego de consensuar los fines, habrá que definir los medios, proponiendo y debatiendo una agenda estratégica y la metodología para hacerlos realidad. Será todo esto lo que nos permitirá renovar una esperanza racional hacia un futuro que no es sencillo, pero que es posible pensar y construir.